Carol
Hora acordada. Sólo me falta retocar mi labial. Esto de la puntualidad es muy importante para mí. Suena mi celular: "estamos abajo". El camino en ascensor hace que mis nervios crezcan. Se abren las puertas, salgo del edificio. Veo un auto blanco que creo reconocer. Dos hombres hablando se giran a mirarme. El primero que se acerca es Romeo. El rubio se acerca y me toma en los brazos. Me abraza por unos segundos que aprovecho para respirar su perfume, acercándome descaradamente a su cuello, algo que no parece molestarle.
- Dame tu numero- me exige. Me rio. Eric me comentó que no tener mi número le molestaba.
- Invítame a salir y quizás lo haga. – sus ojos se entrecierran con picardía.
- Tenemos una jugadora con nosotros Eric. – Eric me abraza también.
- ¡hola preciosa! Ahora no sé si me gusta más como te queda el rojo o el azul.
Eric me abre la puerta del auto al que me subo. Ellos dos adelante. Los miro desde atrás. Hablan y se ríen, se nota que son buenos amigos. Son muy distintos: Romeo es rubio, de facciones finas, se nota su elegancia, en la ropa, en el perfume, tiene un cuerpo que evidentemente trabaja en el gym, su expresión es siempre formal o rígida, pero puedo notar la picardía en sus ojos grises. Eric es de pelo castaño y cara angelical, parece un buen niño con sus encantadores ojos verdes, ese rastro de barba y su actitud relaja lo hace ver más joven, es dulce, pero no de una forma empalagosa sino encantadora.
Mientras divago en mis pensamientos pierdo la noción del tiempo y evidentemente del lugar ya que cuando me anuncian que llegamos no tengo ni idea donde estoy.
- ¿Dónde estamos? – pregunto.
- Es uno de los restaurants más exclusivos de la ciudad. – responde Romeo sin prestar mucha atención. Eric se para a mi lado y me toma de la mano.
- Elegiste los zapatos altos – me dice riendo.
- ¡Gracias a dios! Mirá si venia al restaurant más importante de la Ciudad de pantuflas.
- Ibas a estar hermosa igual y la cosa es que de tan exclusivo que es no vas a ver a nadie.
- ¡Qué raro son los ricos! – Romeo se ríe cuando lo digo. Y se vuelve a mirarme.
- Más de lo que te imaginas.
Nos sentamos en una mesa para tres a la que llegamos sin ver a nadie más que al mozo que nos guio. Es en un balcón privado. Tiene una vista muy linda de la ciudad, una decoración elegante y minimalista. La arquitecta en mi analiza el edificio y resuelve que es medianamente nuevo. Debe haberse construido con otros fines, pero admiro como han separado los espacios sin que se vea vulgar. Quizás mi mente voló muy lejos porque me doy cuenta que tengo las miradas puestas en mí, y algo me dice que esperan una respuesta.
- ¿estás bien? – pregunta Eric
- Si, solo pensaba.
- Te preguntamos que querías comer. Ya pedimos algunos tragos. – me dice Romeo.
- No puedo tomar demasiado, mañana trabajo.
- Nosotros también, bueno yo sí. – se ríe Romeo. Una broma que no entiendo porque prácticamente no los conozco, es decir los conozco de una manera intima, pero nada personal.
- ¿la carta?
- ¿para qué?
- Me preguntaste que quería pedir, si no veo la carta no puedo saberlo.
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MESA PARA TRES
RomanceEsta no es una típica historia de amor. Quizás lo único típico es la manera en que se aman los personajes. Se trata de un momento en la vida donde el amor golpea las puertas y los protagonistas deben replantearse todo lo que son, conocen o impone la...