Capítulo 10.- Recapitulación

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Historia conocía Londres, pero no le gustaba demasiado. Prefería la tranquilidad del campo, donde el aire era limpio y las personas eran mucho más amables; en Wraysbury, Ransom Manor, ella trabajaba como asistente del ama de llaves, la señora Marley, pero podía ir a todas partes a cualquier hora del día. En cambio, en Londres siempre estaba restringida dentro de las cuatro paredes de su habitación, como una prisionera.

Con los años había aprendido a no cuestionar las decisiones del doctor Fritz, su tutor, pero no significa que no sintiera curiosidad.

El doctor amaba Londres, casi tanto como París o cualquier urbe que le diera la libertad de moverse entre la gente. Era un hombre sociable y de un encanto muy poco frecuente, como una ligera chispa de condimento en un estofado casero. A la gente le gustaba mucho el doctor, pero ellos casi nunca se daban cuenta que el sentimiento no era recíproco.

Zeke Fritz era el mejor mentiroso del mundo, pero Historia sabía identificar cuando mentía.

Por eso no le creyó cuando él aseguró que se quedarían poco tiempo en Londres, por asuntos de trabajo.

— No es nada importante. —Le dijo el doctor mientras revisaban su nueva habitación. Por alguna razón, no estaban quedándose donde de costumbre. La casa era nueva y más grande.— Pero mientras estemos aquí, ya sabes las reglas.

Historia sólo levantó la mirada para asentir, antes de que Zeke le sacudiera el pelo y se despidiera con una sonrisa.

Había pasado todo el día afuera, y no volvió sino hasta muy tarde en la noche.

La señora Marley les había acompañado para administrar a los nuevos sirvientes, quienes habían sido seleccionados cuidadosamente por el señor Galliart. Historia sabía que todos en la casa, tanto en Wraysbury como en Londres, procuraban absoluta discreción sobre las personas que entraban y salían para visitar al doctor. Tampoco hacían preguntas sobre Historia y su relación con el forense, o por qué el ático de la casa estaba siempre cerrado.

Era un sendero de secretos que sólo el doctor Fritz conocía… Aunque Historia era lo bastante lista para desentrañarlo, si se lo proponía.

Cuando la primavera finalmente llegó a Londres y las calles fueron barridas y lavadas por las primeras lluvias del año, Historia respiró el aroma de la comida callejera que se servía en la acera de enfrente a través de su ventana. Entonces notó que unas personas doblaban la esquina y se introducían en el callejón junto a la casa.

"Visitantes", supuso la niña de cabello rubio, pues aquel callejón sólo podía conducir al patio trasero de la casa.

Su espíritu curioso la impulsó a correr por el pasillo de ese modo tan silencioso que dominaba desde pequeña, como un fantasma que podía recorrer cada rincón del hogar sin ser vista ni escuchada.

Lo más sencillo sería acercarse al borde de las escaleras para echar un vistazo a la cocina, donde se hallaba la puerta trasera y por donde obligatoriamente debían ingresar los visitantes. Sin embargo, Historia ya sabía que el doctor los conduciría a su despacho personal, donde la puerta estaría cerrada y sería casi imposible oír nada interesante. Así pues, optó por uno de sus escondites favoritos en este nuevo territorio: la buhardilla de la habitación de la señora Marley, la cual estaba justo al lado del despacho del doctor.

Con gran habilidad y equilibrio, Historia salió por la ventana y se acomodó sobre la cornisa, pegando la mejilla al marco de la ventana abierta del estudio del doctor.

— Aún así, ha sido una gran imprudencia de tu parte venir en pleno día. —Decía la voz del forense, tal desenfadada como de costumbre.

Su interlocutor, por otra parte, sonaba menos relajado.

Jack el destripador | Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora