Capítulo 27.- Juego de máscaras

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Siete días antes de la subasta

"The Times, 13 de Junio de 1887

Después de que fuera revelada la identidad de Jack el Destripador, autor de los brutales crímenes del infame asesino conocido como Jack el Destripador, la buena gente de Londres creíamos estar a salvo por fin. Según Scotland Yard, se trataba de un muchacho de los barrios más bajos de Whitechapel llamado Berthold Hoover.

Qué pudo haberlo motivado a seguir este camino sangriento, sigue siendo un misterio.

Sin embargo, como ya deben saber si son lectores habituales de esta columna, un nuevo homicidio despertó nuestra curiosidad recién la semana pasada, cuando supimos de la muerte de la señorita Anka Rheinberger, una respetable enfermera que trabajaba en el hospital St Bartholomew.

En un principio, el homicidio de la señorita Rheinberger no parecía tener relación con el caso del Destripador, hasta que esta mañana, oficiales de la Policía Metropolitana encontraron cerca de su tumba, ubicada en Highgates Cementery, el cuerpo sin vida de Kenny Ackerman.

Puede que para nuestros lectores más jóvenes el nombre no les resulte familiar, y tendría mucho sentido creer que es una simple leyenda urbana del East End. Pero lo cierto es que este hombre fue, en su momento, la peor pesadilla de cualquier policía o soldado de la armada real. Casi veinte años atrás, a Kenny Ackerman se le conocía como "El destazador".

Pueden ver, entonces, el por qué nos parece tan extraño que su cuerpo apareciera, justamente, tan cerca de la tumba de una víctima de homicidio.

Aunque ni Scotland Yard ni la Policía Metropolitana quisieron hacer ninguna declaración pública sobre la relación entre estos casos, no podemos evitar preguntarnos si quizá no estamos ante una banda criminal, más que un simple asesino.

Y si es así, ¿hay más de estos asesinos sueltos en este momento?"

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El Times yacía arrugado en el suelo cerca de la chimenea, brillando bajo la luz del fuego como un objeto grotesco que se burlaba de él. La madera crujía y el fuego crepitaba sin la protección de una rejilla.

Apático, Uri ni siquiera parpadeó cuando las chispas saltaron y encendieron el periódico. La visión del fuego era casi reconfortante.

─ ¡Señor Reiss!

La voz sobresaltada de Porco Galliard tampoco le resultó inquietante, ignorándolo mientras entraba apresurado a la habitación para aplastar el papel, ya casi hecho cenizas.

A menudo, los modos despreocupados de Uri estresaban a sus sirvientes en Mayfair. A veces se contenía un poco, en otras ocasiones sólo le hacía reír. Pero luego de ser prácticamente arrastrado a Kensington desde las Dársenas y recluido en aquella habitación bajo llave... no podría importarle menos a quién escandalizaba.

De hecho, ¿por qué no quemarlo todo?

Como si comprendiera su estado de ánimo, Porco no intentó regañarlo. Aunque no estaba dentro de su área de visión, lo notaba incómodo a su lado, como si buscara alguna palabra reconfortante.

Uri no pudo evitar reír con amargura, disfrutando cuando el menor se encogió sobre sí mismo.

─ Tú sabías que esto iba a pasar ─le dijo, su voz cansada y gastada por todo el llanto─. Ayer, cuando nos separaste... Sabías perfectamente que Kenny moriría.

Porco no dijo nada. No era necesario.

─ Yo también lo sabía ─continuó Uri, casi en un susurro─. No es como si no supiera que este sería su último trabajo; ya había eludido la muerte muchas veces. En primer lugar, fue mi culpa Kenny cayera en las garras del bastardo de mi prima. De no ser por mí, ellos nunca se hubieran conocido. Nunca debí confiar en él, pero no pensé...

Jack el destripador | Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora