Capítulo 20. El juego del gato y el ratón

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Si algún día visitas mi tumba no llores, solo imagina que estoy durmiendo.

Te visitaré con el alba, te abrazaré con el viento, te besaré con la lluvia y cantaré para ti en silencio.

Nunca pienses que me he ido, porque entonces... entonces, si habré muerto.


12 de Junio de 1887

Dos años atrás, Catherine Zöe había muerto de escarlatina, y una semana después, la siguió su esposo Andreas, pues no había querido separarse de su ella para cuidarla.

A Hanji le tomó otra semana más poder viajar de París a Londres, pero cuando llegó, todo estaba listo para el funeral de sus padres. Erwin, recientemente ascendido a Comandante de estación, se ocupó de todos los preparativos, lo que tampoco debía ser fácil con su padre tan enfermo. Erwin le había asegurado que no había sido ningún problema, que era lo mínimo que podía hacer por Catherine y Andreas, que siempre habían sido para él como tíos muy queridos.

Eso no evitó que Hanji acudiera al funeral de sus padres con la sensación de ser una invitada más. Un ser ajeno al círculo familiar que había pasado demasiado tiempo lejos de casa.

La culpa azotaba a Hanji en esos días, igual que la azotaba ahora, sin importar cuánto se repitiera a sí misma que ni la muerte de sus padres ni la de su amiga Anka era algo que ella pudiera haber evitado. Quería creerlo, desde el fondo de su corazón, y deshacerse del peso que oprimía su corazón.

Los padres de Anka habían estado de pie frente a la tumba todavía abierta, sus rostros demacrados por el duelo y un temblor constante en las manos que sacudía las rosas blancas que llevaban con ellos.

Uno pensaría que en una tarde tan triste como esa, el cielo se teñiría de gris y las nubes soltarían algunas gotas de lluvia acorde al sentimiento y las lágrimas, pero no ocurrió nada semejante. Hacía sol y buen clima, y una brisa cálida poco habitual en Londres recorrió el rostro de los dolientes.

Hanji había llorado toda la noche anterior y ya no le quedaban más lágrimas, pero podía escuchar los suaves quejidos de Hitch, a su izquierda. Debía ser aún más difícil para ella, que trabajaba con Anka todos los días, y el embarazo no podía hacerle las cosas más sencillas.

Sintió que Levi entrelazaba con ella sus dedos; y aunque el clima era demasiado caluroso y ella tenía las manos calientes por los guantes, Hanji aferró su mano con agradecimiento. No se miraron durante los rezos del pastor, ni cuando los enterradores bajaron el ataúd y comenzaron a cubrirlo de tierra. Hanji sólo necesitaba sentirlo a su lado, como un fuerte pilar contra el que pudiera apoyarse.

Sabía que él nunca la dejaría caer.

Mikasa y Eren estaban con ellos. Aunque Eren intentaba reorganizar su vida apartado de Levi y Hanji, había pedido acudir al funeral, lo que le envió el mensaje a la doctora de que, a pesar de todo, el chico seguía guardándoles aprecio. Resultó una tortura incomodísima buscar algo de ropa de luto en los almacenes Winterburn, ya que ninguno de los huérfanos tenía algo apropiado para rendir sus respetos en el funeral.

Mikasa usaba un vestido negro hasta los tobillos, muy parecido al de Hanji, sencillo y de cuello alto, sin apenas adornos. Eren insistió en pagar su ropa con el dinero de su herencia, pero permitió que Hanji y Petra le ayudaran a elegir la levita negra.

Para Eren debía ser una experiencia desagradable, después de haber asistido al funeral de su propia madre como un huérfano desamparado, pero Hanji pudo ver que intentaba sobrellevarlo lo mejor posible, como ella.

El pastor Harker presidía el funeral aquella tarde, para sorpresa de Levi.

Lo recordaba orgulloso de su parroquia en St Patrick, una de las iglesias más importantes y antiguas de Londres. Había sido pura formalidad investigar si podían realizar la boda allí, ya que un lugar tan respetado sin duda tendría una larga lista de espera de otras parejas deseando casarse. Resultaba un poco extraño ver al pastor orando por una enfermera de clase media que, para colmo, había sido asesinada.

Jack el destripador | Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora