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A los ocho años, Tony es secuestrado por primera vez. Jarvis está de pie, mordiéndose los nudillos y respirando entrecortadamente por la nariz, mientras el señor Stark grita en el teléfono que no le va a pagar a nadie ni un maldito centavo.

Los sirvientes, en un acto de inusual sensibilidad, llamaron y trajeron a Anna a la casa. Ella sostiene la mano de Jarvis, evitando que se la siga mordiendo, y le soba la espalda mientras él se regaña por llegar tarde a la escuela; se supone que iba a recoger a Anthony a las cinco, y no se había asomado por la entrada hasta las seis y cuarto, por la conferencia de última hora del señor Stark y las reparaciones en la parte trasera de la mansión.

Jarvis sigue de pie, el corazón latiéndole fuertemente en el pecho y el peso de su propia culpa arrastrándolo hacia abajo. ¿Cómo es que el señor Stark sigue de pie? ¿Cómo es que todos los humanos del planeta lidian con la paternidad, lidian con esta preocupación, dolor y ansiedad tan desgarradores? Jarvis no se atreve a pensar en no ver nunca más a Tony, en tener al pequeño en una bolsa para cadáveres...

Ahoga un sollozo y Anna envuelve los brazos alrededor de su cintura, sosteniéndolo cerca. En ese momento, Jarvis se siente capaz de cometer un asesinato. Si logra poner sus manos sobre las personas que tocaron al niño, sería capaz de cortarles el corazón como si fuera una cortada de papel sobre la piel. Y dolería.

Dos estresantes días después, Tony se aparece por el camino de la entrada en un carro maltratado que logró hacer funcionar. El señor Stark se ríe a carcajadas por haber subestimado a su pequeño. Anthony disfruta la atención temporal, mientras su padre le cuenta a todo aquel que quiera escuchar cómo su hijo construyó una bomba improvisada con la chatarra del almacén en el que estaba secuestrado, explotando el lugar y corriendo hacia el medio de escape más cercano. Cuando le preguntaron sobre su recién descubierta habilidad para manejar, Tony se encoge de hombros y dice que un carro es una máquina, y él puede hacer funcionar cualquier máquina.

Jarvis no puede compartir la euforia del señor Stark. Ha experimentado el verdadero terror, y si sus abrazos con Tony se han vuelto unos minutos más largos, nadie tiene por qué saberlo.

💫

A los diez años, su padre le pega por primera vez.

Jarvis, quien estaba en la cocina en ese momento, corre y se interpone entre el niño y el cinturón de cuero antes de que el segundo golpe le dé de lleno al pequeño.

Por primera vez en su vida, Tony ve a Jarvis furioso. Jarvis ni se inmuta cuando el cinturón lo golpea al interponerse. Howard está demasiado borracho, ni siquiera es capaz de pararse erguido, y cuando Jarvis se lanza a él, empujándolo hacia el sillón, se deja caer, como si fuera una marioneta y le hubieran cortado los hilos.

—¡NO! —ruge Jarvis—. ¡Usted podrá ser el jefe de esta casa, y podrá ser su padre, pero NO lo vuelve a tocar! ¡No se acercará a él si aunque sea una gota de alcohol ha pasado por sus labios!

Howard gruñe, los ojos entrecerrados.

Los otros sirvientes lograron llegar a la pequeña sala y relevan a Jarvis, llevando gentilmente el peso muerto de Howard hacia la habitación.

Las manos de Tony tiemblan, y el costado derecho, donde el cinturón le golpeó, le arde. Está intentando tomar grandes bocanadas de aire, respirando por la nariz como Jarvis le enseñó.

—Está bien —dice Jarvis, de cuclillas y con los brazos extendidos—. Amo Anthony, hey, hey, no... mírame, Tony. Estás bien, vamos, mírame.

Tony se abalanza sobre él, colapsando en sus brazos y dejando que las lágrimas corran libremente ahora que está seguro en los brazos de Jarvis.

—Shhh —dice Jarvis, confortándolo—. Está bien, está a salvo ahora. Yo me ocuparé de usted. Vamos, hay que revisar esa herida.

Tony se aferra a él el resto de la semana, y cuando Howard, avergonzado, le pide disculpas, lo hace bajo la severa mirada de Jarvis.

💫

A los doce años, Tony se va al MIT.

Jarvis carga el carro con tres baúles universitarios, la computadora de casa de Tony y varias cajas de libros, para luego llevarlo a Boston. Howard le manda dinero y deja la responsabilidad de configurar una cuenta de asignación para Tony a Jarvis. El mayordomo se encarga de todo, desde examinar al compañero de cuarto de Tony (un James Rhodes de dieciocho años, responsable, sensible y con los pies sobre la tierra; a Jarvis le agradó al instante) hasta llenar la mini-nevera con el yogurt favorito del niño.

Al final de la mudanza, Jarvis se sienta al lado de Tony en la pequeña acera afuera del edificio de los dormitorios. La bravuconería que el niño había estado exhibiendo para su padre en la casa en Nueva York se ha disipado, y las palmas le sudan por los nervios. Por primera vez en su vida, Tony vivirá lejos de casa.

—Está bien sentir nervios —señala Jarvis, rozando su hombro con el de Tony—. Todos lo están cuando se van lejos de casa por primera vez.

—No soy un bebé —dice Tony, volviendo a la falsa bravuconería. Jarvis suspira, y resiste ante la necesidad de señalar que aún es un niño. Que aún es dolorosamente joven.

—Lo sé —admite Jarvis—. Lo está haciendo bastante bien. Sus padres están orgullosos.

—No me importa. —se encoge de hombros—. Es más, importa una mierda, no intento que nadie esté orgulloso de mí.

—Sabe que no debe hablar así, jovencito —regaña Jarvis—. Dé lo mejor de usted, ¿entendido? No trabaje hasta tarde, coma a tiempo y lo suficiente, ¿sí? Sea bueno, Anthony.

—Por ti daré lo mejor de lo mejor.

Jarvis oculta su rostro en el hombro de Tony, intentando alejar la humedad en sus ojos parpadeando, abrazándolo a modo de despedida.

💫

A los quince años, Tony habla por teléfono con Jarvis, sollozando por Henry, el chico listo de ingeniería eléctrica que le acaba de romper el corazón.

Jarvis escucha pacientemente la historia, escucha sobre ojos azules y mejillas con hoyuelos; sobre la primera vez que Tony tuvo intimidad con alguien y sobre ese alguien sacudiéndose a Tony de encima.

—Ya ni siquiera me mira, Jarvis —dice Tony—. Le dijo a Rhodey que me dijera que dejara de llamarlo.

—¿Y qué respondió James?

—Rhodey le dio un puñetazo, y lo denunciaron, y está demasiado orgulloso de eso...

—Dígale al joven James que digo "bien hecho". —sonríe Jarvis.

—¡Jarvis!

—¿Qué? Amo Anthony —explica—, por lo que me está contando, este chico Henry no es adecuado para usted. Puede tener algo mejor. Rhodes es un buen tipo con la cabeza fría, bien puesta. Debería olvidarse del tal Henry y empezar a contarme todo sobre el robot que está construyendo.

Jarvis sabe que esas son las palabras mágicas, y como predijo, Tony le cuenta entusiasmado sobre DUM-E, el pequeño y demente brazo robótico que ha sido programado para dar los cinco.

Jarvis sabe que esas son las palabras mágicas, y como predijo, Tony le cuenta entusiasmado sobre DUM-E, el pequeño y demente brazo robótico que ha sido programado para dar los cinco

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Beautiful, beautiful, beautiful, beautiful boy [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora