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A los cinco años, Anthony trae a casa un perrito callejero. Es una cosita lamentable, de oscuro pelaje, pelo rizado y unos profundos ojos café. Está débil y hambriento; delgado, y cojea un poco. Jarvis no tiene idea en dónde encontró Tony a la criatura.

El corazón de Jarvis se encoge en su pecho. Sabe que el señor Stark está a punto de perder los estribos. Reza por un milagro, por solo una ocasión en la que Howard tome la decisión correcta.

—Jarvis, deshazte de esa cosa. Llama a un refugio o algo. No me importa, solo deshazte de eso.

—Señor, ¿puedo sugerir conseguir otra...?

—Necesita crecer, Jarvis. No malcríes al niño. Tiene otras cosas por aprender; no necesita estar jugando por ahí con un animal salvaje.

—Señor-

—¡Fin de la discusión, Jarvis!

En ese momento, Jarvis odia a Howard más que nunca. Como siempre, el bastardo le ha dejado a él romper el corazón del pequeño y lidiar con las consecuencias.

Encuentra a Tony en el jardín de rosas, explicándole las leyes del movimiento al pequeño cachorro.

—¡Jalvis, ven a jugal con Maxwell!

—¿Maxwell?

—James Clalk Maxwell. Físico e inventol.

—Es un buen nombre para el cachorro, maestro Anthony. ¿Lo bañó Sarah?

—Sí, ¡y a Maxie también! Y puso un montón de jabón en mis manos.

—Es para que no contraiga ninguna infección.

—¿Como bac-bac-bacteclia?

—Oh, ¿ha estado leyendo sus nuevos libros de biología?

—Mhm. —el pequeño se encoge de hombros, toda su atención puesta en acariciar el cuello y sobar la nariz de Maxwell.

—Anthony —intenta iniciar Jarvis—, Maxwell tendrá que irse.

De repente, Tony se acerca al cachorro, abrazándolo de forma protectora, y el corazón de Jarvis se rompe un poco. Los ojos del pequeño se vuelven enormes y acuosos; su expresión está llena del sentimiento de traición.

—¿Qué? No, Jalvis, ¿pol qué?

—Lo siento, Anthony. A su padre no le gustan los animales. Maxwell no se puede quedar aquí.

—Pelo, pelo, ¿a dónde ilá? Hace mucho frío afuela, Jalvis. Necesitalá zapatos, y suétel, y otlo suétel, y un somblelo... y una casa bonita y una cama...

Jarvis sonríe, y extiende sus brazos hacia el niño.
El gesto es bienvenido, y casi siempre aceptado. Tony saltaría a sus brazos por un fuerte abrazo, pero hoy, esa magia no funciona. Anthony, de hecho, se mueve un poco más lejos del mayordomo, todavía aferrado a Maxwell. Jarvis hace una mueca de dolor, injustificadamente herido.

—Le prometo que estará bien. Tengo unos amigos, y vendrán para llevárselo. Lo van a cuidar y le darán galletas y leche...

—¿Tendlá juguetes?

—Sí, tendrá muchos juguetes —responde Jarvis. Usualmente, añadiría un regaño por interrumpir, pero decide dejarlo pasar por hoy, a manera de favor para hacer que el pequeño sonría.

—¿Puedo visitalo?

—Puede que no podamos... ah, está bien. Veré qué puedo hacer al respecto. Pero debe ser un buen niño si necesitamos el permiso de su padre, ¿está claro?

Tony asiente, comprometido a ser tan bueno como sea posible si eso significaba que podía visitar a Maxwell.

Jarvis siente que ha esquivado una bala, temporalmente, porque sabe que el niño va a hacer un gran berrinche en cuanto vea que se llevaran al perrito lejos de él. Planea decirle al personal del refugio que pasen por Maxwell después de que Anthony se duerma. Es la salida del cobarde, pero, por desgracia, la más amable, también.

Esa noche, Tony se niega a irse a dormir, jamás había durado tanto así. Jarvis sospecha que se niega a dormir a propósito, consciente de que si cierra sus ojitos, se llevaran a su nuevo mejor amigo. A Jarvis le duele mucho pensar eso, que el pequeño a su cargo ya desconfía tanto de los adultos. Luego, recuerda el plan que estaba a punto de ejecutar y se de cuenta de que Anthony, tal vez, tenga razón en no confiar en los adultos.

Alrededor de las cuatro de la mañana, el pequeño por fin cae dormido sobre sus bloques de construcción y lo que parece ser un recién construido modelo de ascensor. Jarvis lo lleva en brazos a su cama y se queda a un lado de la misma, viéndolo dormir. El niño es prácticamente un ángel, tan bien portado, calmado y cariñoso. Jarvis intenta no pensar mal sobre su jefe, pero es realmente duro no hacerlo esa noche. No puede evitar admitir para sí mismo que el niño merece más compromiso de parte de su padre.

Jarvis es un hombre muy consciente de sí mismo y no puede ignorar el apego hacia el niño que empieza a crecer en él. En algún momento, Tony había dejado de ser el niño que se supone tenía que cuidar y pasó a ser el hijo que nunca tuvo. Jarvis no puede permitirse preocuparse por ello.

Seis meses atrás, Jarvis ni siquiera habría considerado trabajar a espaldas de su jefe, pero no puede resistirse a los pucheros del pequeño, así que, esa noche, en lugar de llevarse al cachorro a un refugio como prometió, llevó a Maxwell a su propia casa y convenció a su hermosa esposa, Anna, que le ayudara a criarlo.

A la mañana siguiente, no hubo cantidad de chocolate ni tableros de circuito que lograran calmar malhumorado niño. Jarvis decide que es suficiente, ordena a Anthony que recoja sus herramientas y luego, como un pequeño premio vespertino, lo lleva a comer helado y a visitar a Anna, y, por supuesto, al nuevo integrante de la familia.

💫

A los siete años, el pequeño Tony ha aprendido a no esperar elogios o atención de parte de su padre. Está pasando por lo que Jarvis llama "los difíciles años de la adolescencia", aunque lo hace cinco años antes. Maria y Howard se divorciaron, y la joven señora se mudó a Inglaterra, habiendo cedido todos los derechos legales sobre su hijo.

Durante un momento realmente torrencial en la casa Stark, Jarvis es la única voz de la razón y estabilidad. Cuando Tony se siente abrumado por el dulce tono de voz de Howard gritándole a un ingeniero por el teléfono, Jarvis se inclina por la puerta del joven, completamente indiferente, y exige que Tony limpie ese cuarto AHORA. Cuando Tony está aterrado por las constantes borracheras de Howard, Jarvis se enfoca en sus ejercicios de cálculo integral, desafiándolo silenciosamente y ofreciendo recompensas. Cada vez que Tony se porta mla, es Jarvis quien lo disciplina.

Muy pronto, Tony, quien creció evitando decepcionar de su padre, maduraría en un adolescente que solo le daría importancia a la opinión de Jarvis. Podía soportar escuchar, constantemente, lo decepcionado que estaba Howard de él, pero una sola palabra proveniente de Jarvis con tono molesto, rompería su terquedad, haciéndolo un poco más humilde.

Cuando el director de Tony convoca a los Stark a una reunión después de que el pequeño, enojado, hiriera a un compañero con el afilado borde de una regla, Howard murmura que los idiotas directores de la escuela son incapaces de comprender el genio; le ladra unas palabras a Tony y se abandona al confort de su taller. Es Jarvis quien le grita a Tony hasta que la cara se le pone azul, le hace la ley del hielo por uno o dos días y lo lleva a la casa del compañero para que se disculpe sinceramente.

Si Howard Stark construyó a Anthony, el ingeniero, Edwin Jarvis construyó a Tony, el hombre.

Si Howard Stark construyó a Anthony, el ingeniero, Edwin Jarvis construyó a Tony, el hombre

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Beautiful, beautiful, beautiful, beautiful boy [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora