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Cuando Tony tiene veintiséis, Jarvis se retira. La salud de Anna es demasiado débil para el contaminado aire en Manhattan, y, al final, eso hace que tomen la decisión.

Jarvis hace los arreglos necesarios para que su casa de la infancia, allá en Liverpool, sea limpiada y amueblada; se rehúsa a escuchar la oferta de Tony, aquella de ponerlos en una mansión en Gales. Sospecha que Tony ha pagado todas las facturas médicas de Anna. La compañía de seguros estaba muy calladita cuando llamó para obtener información de sus pagos pendientes.

Tony, por supuesto, está desecho y lo oculta muy mal. Intenta no suplicarle a Jarvis que se quede, no cuando la salud de Anna está en juego, pero se nota que quiere hacerlo. Jarvis, quien lo conoce mejor que nadie, pasa la noche previa al vuelo encerrado en el taller de Anthony, escuchándolo escupir información sobre su proyecto de inteligencia artificial

—Es de esas cosas que puede cambiar el mundo, Jay —dice—. Imagina tener la clase tecnología que puede predecir cualquier capricho, cualquier cosa que quiera y necesites antes de que lo digas. Construyo la inteligencia definitiva. Inteligencia que puede aprender, crecer; cada día, estar más cerca de ser humana.

—Suena increíble, amo Anthony. Si alguien puede hacerlo, ese es usted.

Tony se sonroja. De corazón, sigue siendo un niño de cinco años cuando Jarvis lo felicita.

—No puede esperar a escuchar todo sobre ello cuando lo termine.

—Oh, cierto. —Tony sacude la cabeza—. No estarás aquí para verlo en persona.

Se forma un silencio, solo se miran mutuamente, la realidad de vivir sin el otro tan cercana.

—Lo visitaré —dice finalmente Jarvis.

—Lo sé. —Tony asiente—. Es que..., te voy a extrañar.

Jarvis sabe lo difícil que fue admitir eso para el joven. Se traga el nudo en la garganta.

—También lo voy a extrañar.

Se quedan de pie viéndose mutuamente, de nuevo, antes de que Tony suelte una risita, sacuda su cabeza y dé un paso al frente, con los brazos abiertos.

—Estamos siendo muy estúpidos. —sonríe contra el hombro de Jarvis, presionándolo en un abrazo.

—Bueno, ahora pórtese bien —dice Jarvis, sosteniéndolo por los hombros, alejándolo de él—. Coma tres veces al día. Amárrese los zapatos antes de salir; no le dé problemas a la señorita Potts y llame a James una vez a la semana.

—Lo prometo.

—No se meta en problemas. Y, por favor, evite ser secuestrado, ¿quedó claro?

—Dios, eres todo un padre, Jarvis. Pero, está bien, lo prometo, no seré secuestrado.

Anthony cumple esa promesa por, al menos, diez años. Pero, cuando rompe esa, Jarvis está del otro lado del mundo, viendo las noticias en la tele con el corazón latiéndole demasiado rápido y fuerte en el pecho.

💫

Jarvis vuela a Nueva York cuando James lo llama con la buena noticia de que encontraron a Anthony. Está de pie en la pista junto a la señorita Potts, esperando por el avión que trae de regreso al país a Tony Stark después de semanas capturado.

Cuando mira a Jarvis esperando, baja de las escaleras y se apresura a llegar hacia ellos. Jarvis deja salir un profundo suspiro cuando finalmente abraza al hombre.

—¡Jovencito, lo prometió! —deja salir en una risita ahogada—. Me prometiste que no serías secuestrado.

—Lo siento, Jay. —la voz de Tony es rasposa, como si tuviera la garganta herida o infectada. Jarvis sospecha que podría ser ambas—. Estaba un poco más allá de mi control.

Beautiful, beautiful, beautiful, beautiful boy [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora