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Jarvis aterriza en Los Ángeles y llega a la mansión de Malibú justo después del desastre que fue la fiesta de cumpleaños de Tony.

Cuando entra al lugar, queda perplejo por el nivel de destrucción

—¿Dónde está, JARVIS? —pregunta, agachándose por instinto a recoger las cosas regadas por la habitación. De alguna manera, la lección sobre destruir sus pertenencias nunca quedó clara, sin importar cuántas veces Tony fuera castigado de niño.

—En el taller, Edwin —responde su homónimo—. Sentado en el Maserati.

—¿Sentado en el Maserati? Solo... ¿Sentado?

—En efecto. —es sorprende cuán preocupada puede sonar su voz como IA sin cuerpo. A veces, Jarvis olvida qué tan genio es Anthony en realidad.

—¿Ha comido?

—Nada aparte de whiskey y vino —dice JARVIS, sonando decepcionado.

—Ordena algo de Forzinelli's, por favor —pide—. Algo reconfortante. Usa tu mejor juicio.

—Como desee.

Jarvis se abre camino a través de la casa destruida e ingresa su código para entrar al taller. Como se le fue informado, Tony está sentado dentro del Maserati rojo. Una pantalla holográfica flota frente a él, y en ella se reproduce un vídeo. Jarvis se detiene en la puerta detrás de Tony, y en silencio observa la escena.

El vídeo que se reproduce le es familiar, y es una de los recuerdos más preciados de Jarvis. Un pequeño Tony de cuatro años está de pie en la pantalla, sosteniéndose del borde del sofá, su pequeña carita de ángel se muestra de perfil, sonriéndole a la señora Maria parada detrás del sofá.

—Vamos, Tony —ríe ella en pantalla—. Camina para mí, bebé —la risa de Howard se escucha detrás de la cámara. Era de los buenos tiempos, antes de que Howard empezara a beber y antes del divorcio. Era de tiempos más felices y simples.

De repente, con la carita radiante, el pequeño Anthony se voltea a un lado, hacia Jarvis. Quita sus pequeños puños de los cojines del sofá, y sin ayuda alguna, da cinco pasitos torcidos hacia los brazos de Jarvis. Maria, en la pantalla, estalla en aplausos, aun cuando Jarvis lo abraza y le da un beso.

Casi tres décadas después, un Jarvis mucho mayor pestañea para alejar la humedad de sus ojos, acercándose y poniendo una mano sobre Tony, ya mayor.

—Ja-arvis —grazna Tony, su voz rompiéndose en un sollozo, y, de inmediato, Jarvis hace que presione su cabeza contra su pecho, sus manos recorriendo de manera reconfortante el cabello del más joven.

—¿Qué pasa, Tony? Mi niño, ¿qué tienes?

—Rhodey tomó mi armadura.

—Dejaste que tomara tu armadura. —señala Jarvis—. Puedes engañar al mundo, pero sabes que no me puedes engañar a mí.

—¿Por qué caminé hacia ti, Jarvis?

—¿Qué?

—Mis primeros pasos. —Tony se encoge de hombros hacia la pantalla—. Tú. Mis primeras palabras; tú. Mi primer robot fue un mayordomo británico con corbatín; tú. Mi primera IA eres tú; la primera persona a la que llamo cuando estoy en problemas eres tú: la primera persona a la que le quiero contar mis cosas eres tú. ¿Por qué?

—¿Qué estás preguntando realmente, Tony?

—Nunca te he dicho lo mucho que significas para mí.

De repente, Jarvis está aterrorizado. Su corazón late muy fuerte, y sus venas están heladas, porque las palabras de Tony suenan mucho a una despedida.

Beautiful, beautiful, beautiful, beautiful boy [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora