VII

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Suelto un suspiro de resignación a la hora de levantarme de la cama, otra vez

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Suelto un suspiro de resignación a la hora de levantarme de la cama, otra vez. Un nuevo día y mis ánimos siguen de la misma forma, por los suelos. Ya pasó casi dos semanas después de lo ocurrido y lo siento como si hubiera sido ayer. Bajo la mirada y me enfoco en el pequeño juguete que tengo en la mano. La sonajera que le compré a mi bebé, se supone que iba a ser su primer juguete, pero las cosas no salieron como deberían y todo por culpa de Rómulo. Tomarlo entre mis manos se ha vuelto mi rutina diaria.

Camino hacia el sillón, me acomodo sentándome sobre el, al estilo indio con las piernas dobladas, como todas mañanas y me quedo observando el jardín. Son más de las ocho, así que Rómulo ya debió de haberse ido a trabajar, y mejor así que ya me cansé de tener que soportarlo.

La puerta de la habitación es tocada suavemente.

—Adelante. —digo sin despegar mi mirada del gran ventanal de vidrio que da paso al jardín.

—Señora buenos días. —saluda una de las empleadas. Dori, para ser exactos.

—Buenos días. —respondo. —Mi esposo ¿Ya se fue?

—Si, señora. El señor Rómulo salió muy temprano de casa.

—Vale...

— ¿Desea que le suba su desayuno? Emperatriz preparó unos panqueques deliciosos y... —la corto

—No, no es necesario. —respondo volteándome a verla. —Bajaré al comedor para desayunar.

Me pongo de pie colocándome las pantuflas, me acerco al tocador y guardo el juguete. Le indico que ordene mi habitación mientras estoy desayunando. Al llegar a la cocina, la empleada empieza a servirme el desayuno. En silencio empiezo a comer. No es por ser mala persona o no querer relacionarme con los demás, pero sinceramente no tengo ánimos para entablar una conversación con ninguna persona.

Regreso a mi habitación, encuentro todo en orden, la cama tendida, la ropa recogida y ordenada. Ingreso al baño y cepillo mis dientes y arreglo un poco mi desordenado cabello, al salir regreso hacia la cama y vuelvo a tumbarme haciéndome un ovillo, esto se ha convertido en mi rutina diaria. No tengo mucho que hacer en casa, tampoco tengo con quien conversar. No he querido ver a mi familia, aunque tampoco es como si hubieran insistido mucho. A los dos días dejaron de venir. Me sorprendió bastante que Rómulo haya respetado mi decisión de no querer ver a mi familia, él tampoco me ha molestado, no insiste en tocarme, ni nada de eso.

Espero que continue con esa actitud, por ahora estoy pensando en que haré porque definitivamente quedarme en esta casa seria sentenciarme a muerte, no quiero estar al lado de Rómulo, pero tampoco tengo el apoyo de nadie. Estoy completamente sola, debo juntar algo de dinero para poder irme de aquí, mi apellido solo será un adorno si decido irme, mi padre haría lo que fuera necesario para que no consiga empleo en ningún lugar. Bernard Belmont, es un hombre con gran influencia, para él, el divorcio no es algo permitido, así que cuando decida huir, terminare por decepcionarlo por completo.

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