Los niños no iban a estar siempre en el casino. Eso Diablo lo tenía presente.
— ¡Dice!
El demonio pateó la puerta del despacho del pobre dado. Los niños jugaban entre ellos sobre la cuna mientras el dado ordenaba unos papeles, girando a ver a su jefe en un intento de no mostrar su malhumor.
¿Por qué demonios el Diablo pateaba tanto su puerta? ¿Creía estar dentro de una caricatura o algo así?
— ¿Sí, jefe?
— Sácalos a pasear.
A punto a los niños, quienes miraban ahora a Diablo con unas sonrisas mientras aplaudían. Desde que supieron decir "Jefe", cada que veían al demonio, no dejaban de repetirla.
King Dice tenía celos de que, estando casi todo el día con ellos, se hayan aprendido mejor el nombre del demonio que el de él. Suspiró con cansancio y dejó de lado su trabajo.
— Entendido.
Solo hacían falta un par de correas para esos mocosos, pero por ahora los llevaría en brazos.
Diablo se fue sin decir ninguna otra palabra, y de algún modo le hizo sentir un vacío extraño al dado. Desde hace un par de días su jefe ha estado... Lejos de él. Era extraño. Cuando llegaron los niños pensó que había creado una buena conexión con su contrario, después de todo, le ha dado demasiadas señales confusas que no deberían ser propias del diablo. Lo cuidaba bien, le dió un aumento, le dejaba descansar cuando se sentía estresado y cuidaba de los niños cuando estaba ausente. Era como una especie de familia muy extraña que albergaba a más de 20 integrantes en ella si contaban a sus lacayos. No sabía cómo sentirse.
Sacudió de sus ideas y fue hacía los chamacos, cargando de ellos y notando lo extrañamente quietos que se ponían cuando los sostenía entre sus brazos. Cómo siempre, dejó a cargo a Piroluleta antes de salir y trazo un pequeño camino por Inkwell 3 para que los bebés vayan conociendo el terreno.
— ¡Wawa!
— ¿Quieres agua, Mugman?
Habían estado buen rato afuera, con el dado caminando de un lado a otro con buena postura mientras sostenía de dos bebés tranquilos, quienes observaban a su alrededor con curiosidad. Ya no importaba de nada su reputación, como quiera ya estaba manchada; las 3 islas conocían de plano a los bebés y el hecho de que él estaba haciendo de niñera. Eso sí, el primero que lo señalará sería el primero en que le corte la lengua.
— ¡Wawa!
— Ya entendí. Calma.
King Dice decidió ponerse a buscar a Porkrind en la segunda isla, habiendo pasado de esta hace unos minutos. Mugman empezaba a reclamar un poco de agua en constantes pedidos, y sabía que si no le daba se pondría más impertinente y alteraría por igual a su hermano. Cuphead ha estado raramente calmado, pero lejos de cuestionarse, no dice nada con temor de que lo haga perder esa tranquilidad con la ha estado viniendo por el camino.
Al llegar al puesto saludó al cerdo.
— Hey, quiero un... -
— Lo siento, está cerrado.
Y el cerdo se atrevió a cerrar su jodida tienda enfrente de su cara. King Dice se quedó con la mandíbula al suelo tras presenciar tal escenario. La rabia lo azotó de sobremanera y fue peor cuando Mugman se removió entre brazos por no obtener lo que quería.
— Puerco de mierda. ¿Quién demonios te crees?
Paso a Mugman al brazo dónde sostenía a Cuphead, metiendo ahora la mano libre sobre su saco para sacar sus preciadas cartas y romper aquel extraño puesto para sacar al maldito cerdo de él. Lo haría disculparse de rodillas por hacerle eso al gran King Dice.
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Los hijos del diablo... ¿Y el dado?
LosoweDiablo necesita lacayos nuevos y que le obedezcan sin rechistar. Dice necesita ayuda o unas buenas vacaciones Ambos reciben lo que querían, pero de una forma muy diferente