Recuerdo la primera vez que sentí un dolor como este.
Estaba dormida y me despertó una punzada en el pecho que me sacó el aire y me hizo caer de la cama hacia el suelo de madera, siendo por pocos centímetros que me salvé de golpear mi cabeza contra la mesa de noche. La punzada había sido en el mismo sitio donde alguna vez estuvo vacío y fue cuando comencé a temer de una manera inconcebible; temía que a Sebastián le hubiera pasado algo. Pero otra parte de mí quería pensar que seguro eran cosas mías; mi amor estaba protegido por el encantamiento en el collar, nada malo debía de poder sucederle, no mientras siempre lo llevara puesto como lo prometió.
A los pocos días se anunció que la guerra se había acabado y que las fuerzas militares serían retiradas.
Desde ese día, comencé a ir a la estación de tren cada día con mi bolso lleno de libros intentando encontrar esa pequeña pieza que me faltaba para el encantamiento que prometí y que distraían mi mente de mis auténticos temores, solo esperando el tren que lo traería de regreso a mí y que finalmente me quitaría ese temor de encima. Fue muy seguido cuando los propios empleados de la estación tuvieron que decirme que ya no había más arribos programados para el día o que estaban por cerrar.
"Bueno. Llegará en un tren mañana"
Eso era lo que me decía a mí misma cada vez que tenía que salir de ese sitio. Y así fueron mis días durante dos semanas; veía trenes llegar con soldados, veía a sus familias recibiéndolos con júbilo y alivio y veía parejas dándose besos franceses de reencuentro, pero mi Sebastián jamás era uno de los que bajaban del tren y buscaba a alguien con la mirada. Nuestra estación de autobuses no conectaba con lugares demasiado alejados, tenía que llegar por la estación de tren obligatoriamente.
Un día, cuando ya no vi más oportunidad de que llegaran más trenes y antes de pasar por la pena de que los empleados me dieran ese anuncio una vez más, solo tomé mi bolso y tomé camino a casa con el mismo pensamiento esperanzado en la cabeza.
Caminé hasta que llegué a casa, pero cuando me encontraba abriendo la puerta fue que un vehículo se detuvo detrás de mí; en su momento lo identifiqué porque sus motores tienen un sonido demasiado particular. Cuando voltee no era él, pero eran otros uniformados.
—¿Usted es Lina Dartus? — me dijo uno de ellos bajando del vehículo
—Sí, soy yo— le contesté; siempre había estado orgullosa del apellido que me había dado mi esposo amado
El hombre sacó del vehículo un pequeño paquete envuelto con la bandera nacional, provocando que yo dejara caer mi bolso a un costado mío para recibirlo en mis manos.
—Lo lamento mucho, señorita Dartus— me dijo de una manera empática
Sentí aquel lado de mi pecho agrietándose lentamente hasta que finalmente algo se rompió dentro de mí. No pude, ahí frente a un militar y frente a nuestra casa me caí de rodillas abrazando el paquete con todas mis fuerzas, pero no pudiendo dejarme llevar por completo por tener que mantener una apariencia que no era la mía.
El militar dijo algo sobre que pronto me llegaría dinero por la muerte de Sebastián en el cumplimiento del deber, pero yo no quería eso, lo quería a él de regreso conmigo. Ni siquiera me enteré cuando ellos se fueron y solo me dejaron con el paquete. En él encontré las que eran sus placas de identificación, cartas que escribió para su madre y para mí y sus objetos personales que llevaba con él, entre ellos el relicario que se supone que debía protegerlo y traerlo de regreso conmigo.
Ese día conocí el dolor. Uno que me hizo llorar en posición fetal hasta que mis ojos no pudieron más. Aunque hubiera querido quedarme mucho tiempo más en casa y solo llorar en la oscuridad, cuando la calma y la presunta normalidad regresaron tenía que abrir el restaurante; nuestros proveedores no perdonarían el corazón roto de una viuda y las cuentas no se harían esperar si me quedaba ahí, tenía que regresar aun dolida.
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Una Magica Fiesta de Té
Teen Fiction¿Como 7 una fiesta de té puede unir vidas tan diferentes? El detective que busca resolver el caso más raro de su carrera. El hada que busca traer lo que le han arrebatado. Y el soldado que busca regresar a casa.