°El Hada: Capitulo 5°

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Jules ha sido sin duda el invitado más impertinente que había tenido desde que salí de ese ataúd de metal, claro que había tenido algunos invitados que en su primer día intentaron salir por la puerta principal y han puesto la misma cara que él cuando lo he descubierto, aunque ninguno dijo que creía que era un armario y eso solo lo inventé para que confianza en mí se mantuviera intacta por el momento. Realmente estaba sorprendida de que en ningún momento se quejara de la incomodidad en la lengua por el exceso de azúcar como para que yo le diera una paleta de sal marina.

Pero, él me gritó, eso ninguno de los otros lo había hecho; incluso vi en la cara de algunos de mis invitados como querían golpearlo por ello, ese es un efecto de mi hechizo de obediencia que no esperaba, pero como bien es el objetivo del hechizo no ha requerido más que una pequeña señal de mi mano para que se detuvieran en sus intenciones violentas.

Recuerdo que una vez hace tanto tiempo tuve un problema con un cliente del negocio en el que trabajaba antes de casarme con mi Sebastián, recuerdo que estaba maltratando las flores y siendo un poco grosero con aquella amable mujer que me había dado un espacio en donde dormir mientras mi corazón regresaba de la academia. Quizás no me habría importado si fuera humana, que finalmente solo serian plantas, pero era precisamente porque no lo soy que salí de mis labores a lidiar con ese humano grosero y lo saqué del jardín botánico antes de que hiciera más daño. Recuerdo que esa amable mujer me dijo que tenía cara de ángel pero que tenia que trabajar en mi paciencia, no me lo tomé a mal, después de todo era como de esas cosas que tenia que aprender si quería camuflarme bien con los humanos. Creí que era buena en ese tema, pero con Jules aprendí que toda paciencia tiene un limite.

Cuando estaba diseñando el encantamiento contenido en los caramelos de corazón lo hice con el objetivo de que la esencia de sus corazones fuera más sencilla de extraer al hacer que no pusieran resistencia y a la vez con el comando de que me obedecerían a mí y solo a mí mientras lo tuvieran en el sistema; eso es lo que me ha llevado a recompensarlos tanto usando esos caramelos.

Jules me gritó, y puede que no dejara a mis muchachos atacarlo por su cuenta en el momento que lo hizo, pero eso solo era porque no era bajo una de mis órdenes. Por semanas había jugado ese juego de la niñita victoriana reina de la fiesta de té, y quizás era efecto de que ninguno de ellos antes me hubiera gritado, pero estaba cansada de él y de su actitud renuente. Y a decir verdad, en esa ocasión en particular mi vestido me estaba apretando en mi ala y en la cicatriz que había dejado su igual que me había salvado la vida.

Aparecerme en la habitación de Jules no fue difícil. Desaparecer el pestillo de la puerta tampoco lo fue y darle la entrada a mis muchachos tampoco. Pero en el momento en que vi la séptima gema de mi corona iluminarse en color rojo, supe que todo lo que estaba haciendo estaba valiendo la pena completamente.

Al siguiente momento en que lo vi ya obedecía mis órdenes cuando de sus labios sobresalía uno de los palillos de mis caramelos de corazón, jugaba mis juegos y bebía su té como todo un caballero. En teoría Jules y los demás estaban listos para lo que seguía de mi plan. Pero... Incluso las hadas podemos darnos un pequeño permiso de malicia de vez en cuando, el mío fue que dejé a Jules de esa manera unos cuantos días jugando, comiendo y riendo bajo lo que los muchachos y yo decíamos; he esperado más de 80 años por este momento, me pude dar unos días de egoísmo para gozar del impertinente obediente.

Pero finalmente había llegado el momento.

Los 7 bajaron al sótano donde haría el hechizo como si fueran corderitos inocentes y se pusieron de rodillas donde yo se los indiqué. Pero... No lo haría con la forma de la mini Lina, no lo recibiría de regreso de esa manera en la que seguro no podría reconocerme. Ahí frente a ellos tomé mi verdadera forma con un solo giro de polvillo mágico, dejé detrás a la mini Lina que vestía vestidos victorianos y solo me vestí como solía hacerlo en mi tiempo cuando estaba en privado, dejando mi ala libre y mi aspecto tal y como llegué al mundo.

Una Magica Fiesta de TéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora