Capitulo 3: No me lo puedo creer (Nathan)

7 2 0
                                    

Llevábamos ya unas cuatro horas de vuelo, enseguida nos tocaría descansar. Normalmente los vuelos largos solían ser de noche para que los pasajeros durmieran lo máximo posible. Sin embargo, este vuelo empezaba por la mañana y aunque nos daban tiempo para dormir, muchos de nosotros decidíamos no hacerlo. A mi personalmente, me costaba muchísimo dormir, solía recurrir a alguna pastilla para poder descansar. Así que cuando por fin llegó el relevo de los otros pilotos, no baje a la zona de las camas que había destinadas para nosotros y tras despedirme de Jayden que iba hacia allí, me encaminé al galley a por un café.

Parece ser que algunos miembros la de tripulación tenían descanso porque tan solo vi un par de ellos rondando por el avión. Cuando llegue al galley delantero había dos chicas, una morena y alta, y otra rubia y un poco más bajita. Me fije en la chica rubia, era bastante guapa, tenía uno ojos grandes y azules que me recordaban a la inmensidad del cielo, una nariz respingona y unos labios semi gruesos pintados de un rojo muy potente. Realmente no sabía porque era tan desagradable con ella, con el tiempo aprendí que era exactamente su belleza lo que me hacía alejarme.

—¿ Puedes ponerme un café?—le pregunté a la azafata morena.

—Lo siento, capitán. Empiezo mi descanso, ahora se lo sirve alguna otra compañera.—se escuso la chica.

—Si te lo pido a ti, Carlotta—pronuncie su nombre con burla—¿vas a envenarme?—le pregunte.

—Yo también estoy en mi descanso, es más me voy a hacer un café para mi.—dijo mientras jugaba con la cafetera.

—Hazme uno a mi también, anda.—supliqué.

—Esta bien, pero te tienes que quedar a tomártelo conmigo.—pidió ella.

—¿Para que quieres que te acompañe? No soy tu amigo.—repetí las palabras que me había dicho en cabina.

—Pues te quedas sin café.—dijo levantando los hombros.

—Con leche.—exigí.

Ella rió levemente, pero terminó haciendo el café para los dos y yo acabe sentado a su lado tomándomelo. No le estaba prestando atención, pero estaba dándole indicaciones a un tripulante de cabina que acababa de entrar. Cuando el chico se fue me dí cuenta de algo que no le había puesto atención.

—¿De dónde eres? Tienes un acento raro. Por tu apellido diría que eres Italiana, pero ese acento no es Italiano.—comente mientras me perdía en esos ojos azules.

—Soy Italiana de nacimiento, pero llevo muchos años viviendo en España. ¿Y usted capitán de dónde es?—preguntó con burla en aus palabras.

—No me trates de usted por Dios, me sumas años. Atlanta, Georgia.— respondí sin dar más información.

No me gusta dar detalles de mi vida personal, a nadie. De las personas con las que había trabajado solo Jayden sabía dónde vivía y quien era mi familia. También influye que nos hayamos criado juntos.

La familia de Jayden se vino a vivir a mi barrio cuando yo solo tenía cinco años. Ese día me acerque a su casa porque me llamaba mucho la atención el color de piel de su madre, nunca había visto una persona negra en aquel entonces. Mis padres no eran muy abiertos de mente y para mi aquella mujer era la cosa más rara que había conocido nunca, y gracias a ella aprendí mucho de su cultura y su gente. No se que hubiera sido de mi mentalidad sin ella, probablemente sería un racista o un xenófobo. El caso, es que aquel día me hice mejor amigo del vecino nuevo, y en los años siguientes seríamos inseparables.

En verdad, con Carlotta me había pasado algo similar que con la madre de Jayden. Seguí hablando con ella hasta que acabo mi descanso y en esas horas aprendí mucho de ella. No solo era una cara bonita, también era un encanto de chica. Me contó que su familia vivía en Italia, que era enfermera y voluntaria en dos asociaciones distintas, una que ayuda a las personas sin hogar y otra que ayuda a los animales abandonados. ¿Quién puede odiar a esta chica? Porque yo definitivamente no podía.

Pero como le había dicho a ella, no era mi amiga, ni pretendía que lo fuera, ni ella ni ninguna otra mujer. Acaba de salir de una relación bastante larga y tormentosa, no quería dejarme engañar por unos bonitos ojos azules y un poco de amabilidad. Aunque a decir verdad, Mia, mi exnovia, no me recordaba nada a Carlotta. La azafata siempre tenia una sonrisa en la cara y no solo porque la compañía lo exigiera, cuando no había pasaje también sonreía, era una de esas sonrisas que contagian y te influyen felicidad. Mia era más seria y alejada con la gente que no conocía, me sentía alguien importante cuando me sonreía porque era de los pocos afortunados que veían la curvatura de sus labios levantarse. Con ella era siempre así, te sentías un Dios cuando ella estaba feliz y una mierda cuando su estado de humor variaba, lo cual era bastante a menudo. Sobretodo cuando coincidía con mi hermana, la odiaba a muerte. Keira, mi hermana pequeña, era como el trabajador que decide si te da el carnet de conducir o no, con una sola mirada ya sabe si la chica que le presento le cae bien o le cae mal, y como le caiga mal...no se la ganaban nunca.

Estaba acojonado de presentarle a Mia a mi hermana, y para ser sinceros atrase todo lo que pude el encuentro. Pero un día coincidimos en la misma discoteca que Keira, y en cuanto sus ojos se posaron en la que era mi novia supe que no le había gustado, su cara lo decía todo. Aún recuerdo la conversación que tuvimos después en casa.

—Es muy sosa.—me había dicho Keira mientras se desmaquillaba los ojos.

—Es tímida, pero no es una mala chica.—le había explicado yo con la esperanza que cambiase de opinión.

—Tiene un mal aura.—aseguro mi hermana a la vez que se frotaba la sombra azul de sus párpados.

Y ahí se había acabado la conversación, porque Keira era así, se guiaba por los instintos, y si su instinto le decía que había algo malo, iba a confiar en el hasta la muerte.

Y ojalá yo también hubiera confiado en su instinto, puede que ahora estuviera un poco menos roto y hubiera sido más fácil decirle la chica rubia que tenía delante lo bonitos que eran sus ojos.

NogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora