Bound to you

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Toda la vida ha tenido problemas para comunicarse. Le cuesta decir "no", y poner sus límites. La desconfianza la acompaña en cada paso que da. Las consecuencias generalmente son siempre malas.

Constantemente utiliza el autobús para ir a la universidad, es bastante incómodo por las personas mal educadas y egoístas que viajan en él. Hubiese querido que el vehículo avanzara a máxima velocidad para no sentir más los mochilazos que le estaba dando el sujeto que estaba parado junto a ella. Podría decirle que la estaba golpeando, pero no se atrevía a soltar nada, solo se pego más a la ventana para evitar un poco los golpes.

En la universidad la situación tampoco era diferente, pasaba desapercibida, incluso ignorada. Odiaba las tareas grupales; y justo en ese momento la maestra de comunicación interpersonal había encomendado unirse en grupos.

Maricarmen observó a su alrededor, sus compañeros rápidamente empezaron a mirarse unos a otros y a comunicarse con la mirada. Se sentaron juntos, rieron y comentaron quién sabe qué.

Con la timidez que la caracterizaba se movilizó a lo largo del salón, con la cabeza gacha y la mirada clavada en el suelo. Intentó unirse a cualquier grupo, pero no lograba decir ni pío. De cualquier modo, casi todos estaban completos.

Ubicó un grupo de muchachos, contó cuatro de ellos, faltaba uno para completar los cinco. Se acercó con sigilo, estuvo a punto de hablar, pero alguien más grande y gordo que ella la empujó y se unió a ellos.

Se volvió cabizbaja, pero nuevamente su esperanza renació al divisar otro grupo de cuatro.

Cuando se acercó, los chicos concentraron su mirada en ella esperando a que hablara.

—Ho-hola.

Ahí estaba otra vez el maldito tartamudeo que muchas veces no conseguía evitar.

Sus compañeros se rieron y la miraron fijamente. El sudor empezó a descender de su frente.

—¿Pu-puedo unirme a su grupo? —consiguió espabilar por fin.

La chica que masticaba chicle como si no hubiera mañana negó.

—Estamos completos.

—Pe-pero son cuatro —continuó diciendo con su mirada pegada a los pies.

—¿Cómo así? ¿No ves a Teté? —cuestionó sorprendida mirando el asiento vacío.

El resto casi se soltó en risa, pero se contuvieron para seguir la broma.

—Teté va a molestarse contigo —prosiguió el tipo de gafas.

Maricarmen decidió volver, no tenía sentido insistir con esa mata de estúpidos. En cuanto sus pies se giraron, escuchó sus risas escandalosas. Tuvo ganas de llorar.

Se sentó derrotada en su asiento, e inclinó su cabeza.

De repente sintió una mano sobre su hombro; al elevar su mirada descubrió a un chico alto vestido con ropa holgada y negra. Nunca lo había visto. Bueno, no es que conociera a todos sus compañeros tampoco.

—Hola Maricarmen, ¿quieres unirte a nuestro grupo? —Señaló con la mirada hacia el grupo de chicas sentadas a una esquina. La saludaron cordialmente y le sonrieron. Era la primera vez que alguien le sonreía en toda su vida. Era demasiado extraño. Su persistente desconfianza empezaba a salir a flore.

Al contarlas junto al chico parado a su costado descubrió que ya estaban completos, seguramente le estaban jugando una broma.

—Pe-pero ya son cinco.

—No importa, le diremos a la maestra que lo haremos de seis. Anda, ¿qué dices? ¿Te unes a nosotros?

Aunque lo dudó por unos instantes, accedió. Siguió al chico hasta el grupo que la esperaban ansiosas.

Cuéntame una canción/Antología [Primera Entrega]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora