Me quedé congelada por un momento, luego recordé lo bromista que podía llegar a ser Charles, y me tranquilicé. Sin embargo, cuando pegó sus labios a los míos, supe que no estaba jugando. Me estaba dando mi primer beso... Entré en pánico y lo empujé. Su mirada magullada me dolió, pero no podía permitirlo, era mi mejor amigo.
—¡No vuelvas a hacerlo nunca más, ¿entiendes?! —le advertí con el dedo índice—. ¡Arruinaste mi primer beso! ¡Quería que fuera con Saúl, no contigo! ¡Te odio!
Le di la espalda y corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a casa. Subí hasta mi habitación y me encerré en ella. Miré la foto que tenía junto a mi cama donde sonreía junto a Charles en mi cumpleaños número quince, y la hice rodar por el suelo.
Me metí a la cama con el uniforme puesto y cerré con fuerza mis ojos hasta quedar dormida. Más tarde el timbre me despertó. Papá me llamó para que bajara, seguro que era Charles, había ido a disculparse. Pero no fue así, escuché la voz de su mamá desde el primer piso.
Bajé a zancadas las escaleras, ella se veía desesperada y nerviosa.
—Pensé que Charles estaba aquí —sollozó—, no aparece.
Miré el reloj en la pared, marcaba las 10:15pm. Charles nunca le haría preocuparse a su mamá de esa manera. Le marqué desde el celular que él me había regalado, pero sonó apagado. Empecé a desesperarme.
Fuimos inmediatamente a la comisaría para poner la denuncia, pero ahí mismo nos dijeron que mi amigo había tenido un accidente. Su mamá se horrorizó, y yo me quedé congelada.
Corrimos hasta el hospital donde había sido llevado, y con la misma desesperación atravesamos los pasillos de urgencias, pero nos dijeron que había sido entrado a sala de operaciones en cuanto llegó.
Las imágenes se vuelven borrosas y confusas, pero jamás olvidaré cuando a través del cristal detuvieron la intervención quirúrgica para darle RCP, su rostro estaba magullado, casi irreconocible. Después de largos minutos, se detuvieron para anotar la hora de defunción.
Los recuerdos vienen uno tras en otro en fila, el llanto de su madre, el trance al que me metí cuando lo vi sin vida, no podía creerlo...
Las piernas me tiemblan y las manos me sudan, el dolor en el pecho que aparece cada que lo recuerdo vuelve a mí, es un sufrimiento interminable. Retrocedo bruscamente, pero rompo una maceta cuando lo hago. Me inclino hacia los fragmentos, mi mano acoge un pedazo y lo aprieto con fuerza, sigo mi instinto para lastimarme, lo único que quiero es calmar el profundo dolor que llevo dentro, y esa es la única manera. Daño mi piel, mientras mi respiración se incrementa. Estoy a punto de profundizar el corte, cuando siento que alguien se inclina hacia mí, y me lo impide.
—No lo hagas —susurra con su calmada voz—, no te lastimes, por favor.
Poco a poco me hace soltar el pedazo de maceta y me acerca a su pecho, puedo sentir los fuertes latidos de su corazón.
—Tranquila pequeña, tranquila —dice el doctor Noah.
Acaricia mi cabeza. Mi respiración se va regulando y dejo de temblar. Quiero permanecer aferrada a él por más tiempo, lo necesito mucho.
Me levanto muy temprano antes que cualquier auxiliar venga a despertarme, claro que no hay restos de medicamentos en mi interior como en mi compañera de cuarto. Dudo en contarle lo que ocurrió ayer, porque va a preguntarme cómo lo sé, si se supone que estaba durmiendo como todos. Aunque de cualquier forma Yolanda lo sabrá, porque ella lo sabe todo.
Pobre Rómulo, ¿estará bien?
Después de bañarme me ato la cola de siempre, pero repentinamente me da curiosidad mi aspecto. ¿Hace cuánto que no me veo en un espejo? No tenemos espejos en los dormitorios por precaución, pero he visto que Yolanda tiene uno escondido su mesita de noche. En silencio busco en sus cosas hasta hallarlo, es más pequeño que mi mano, pero servirá.
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Cuéntame una canción/Antología [Primera Entrega]
RandomCuéntame una canción es una recopilación de relatos inspirados en las canciones preferidas de los lectores. Este apartado fue hecho para ti, aquí puedes dejar el nombre de tu canción favorita, y yo la convertiré en una historia...