Hopelessly devoted to you

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Londres.

Si lord Garrett Morrison hubiese sido comparado con un animal, en efecto, habría sido un gato. No se trataba únicamente de sus rasgos felinos, ni sus movimientos gráciles; su forma de ser lo definía como tal.

Lady Roseanne Pearson también había pensado lo mismo cuando lo conoció en aquella temporada donde fue presentada ante la sociedad. Le había llamado la atención su destreza para tocar el piano y su talento innato para la música.

Cierta cantidad de debutantes habían puesto su atención en él, y derrocharon de su coquetería sutil para seducirle, pero él no había concedido el honor de una pieza de baile a ninguna. De hecho, Roseanne había sido la única privilegiada en sentir su aroma de cerca. Sin embargo, no por voluntad propia, sino por obra y gracia de su hermano Harry.

—Buen amigo mío —había dicho él palmeando el hombro de lord Morrison—, te presento a mi honorable hermana, lady Roseanne Pearson.

El nombrado sostuvo su mano y, sin desviar su penetrante mirada de los ojos azules de la jovencita, depositó un cálido beso. Lady Pearson tembló ante su contacto; a pesar de la tela del guante, fue capaz de sentir sus labios calientes.

—Un placer —dijo con su voz gruesa y sugerente—. Lord Garrett Morrison, a su servicio.

Aunque cabe destacar que, "a su servicio", era pura cortesía. Todo aquel que lo conocía, sabía perfectamente que no estaba al servicio de nadie. Pocas eran las personas de las podían gozar de su afabilidad. Y una de ellas, lord Pearson, un viejo amigo.

Roseanne se preguntó la razón del porqué siendo amigo de su hermano mayor, no lo había conocido antes...

Lord Pearson posó su mirada en una de las jovencitas debutantes, la señorita Florence Woolf; una jovencita encantadora de hermoso cabello castaño. Tenía pensado invitarla a bailar, pero antes tenía que encargarse de su hermana.

—Querida —apuntó tomándole cariñosamente la muñeca—, lord Morrison anhela profundamente que le concedas el honor de esta pieza.

El aludido enarcó las cejas; su amigo sabía que no le gustaba esos eventos, y mucho menos menear los pies, pero al comprender sus intenciones, no hizo más que sumarse a la buena causa. Lord Pearson tenía intenciones de casarse y había que apoyarlo. Fingiendo una encantadora sonrisa, recibió la mano de lady Roseanne.

Por ser una dama inteligente y suspicaz, Roseanne se dio cuenta, pero fingió no hacerlo. De cualquier modo, accedió a bailar con él un vals del no hace mucho fallecido, Beethoven.

Él era ligero y vanidoso como un gato. Su cabello azabache brillaba bajo las luces de las lámparas; Roseanne tenía la sensación de que si lo acariciaba, lo sentiría sedoso. Su piel era tan pálida como la suya, aunque menos cremosa.

No charlaron demasiado; saltaba a la vista que él no era demasiado conversador, era más bien reservado. Se limitaron a preguntarse por su comodidad, aunque ella logró obtener información de la pregunta que le venía carcomiendo la cabeza. Casi al terminar la pieza, supo que no lo había conocido porque él había estado fuera del país una larga temporada.

El resto de la velada, lady Pearson había sido invitada a bailar por distintos caballeros, incluso por el ilustrísimo Vizconde de Portman, pero ella no tuvo más ojos que para lord Morrison. Le intrigaba su aura cargada de misterio y su inquietante modo de ser.

En algunas ocasiones habían intercambiado mirada mientras ella se sostenía del hombro de su aleatorio acompañante, aunque era consciente que él no la perdía de vista por hacer de chaperón, en reemplazo de su hermano que, estaba en la tarea de encantar a la señorita Woolf.

Cuéntame una canción/Antología [Primera Entrega]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora