Kiss me more

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Jamás pensé que se me daría muy bien la docencia, es decir, siempre he sido buena expresándome y comunicando mis ideas, pero no pensé que el ser maestra me gustara tanto. Llegué a desempeñar ese rol desde el año pasado, cuando me invitaron a dictar clases en la universidad en reemplazo de una catedrática. Lo hice tan bien que este año me volvieron a llamar.

Soy comunicadora de profesión, y actualmente dicto clases en la facultad de Ciencias de la comunicación. A mis cortos veinticinco años, he recibido el título de mejor maestra de la facultad. Realmente disfruto de mi trabajo, no es un martirio ir a clases los lunes, no, definitivamente no.

Como aun no tengo una plaza fija en el trabajo, no pertenezco a un departamento específico, por ejemplo, este año me tocó dictar en primer y quinto ciclo.

Me dio curiosidad el muchacho que ocupó el primer puesto en el examen de admisión. Al principio, fue lo mismo, como cualquier estudiante, pero luego, la situación cambió un poco. Me llamó la atención lo comprometido e inteligente que era. No se comportaba como el resto de muchachos que recién inician la universidad, luego supe que se notaba un poco más centrado porque tenía veintidós, casi veintitrés.

No me considero una belleza andante, pero soy consciente que muchos me consideran guapa, yo también lo creo. La mayoría de estudiantes varones se han sentido atraídos hacia mí, algunos me lo expresan directamente, otros me echan miradas discretas, según ellos, pero con él era algo inexplicable, no mantenía la mirada por muchos segundos, solía desviarla, incluso evitarla.

Muchas muchachas le tiraban la honda, incluso de otras carreras venían a nuestra facultad a perseguirlo, prácticamente se le ofrecían en bandeja de plata, pero él las rechazaba a todas. Pude pensar que no le atraían las mujeres, pero no era el caso, simplemente no se involucraba fácilmente. Descubrí que era un tipo romántico que no se enredaba fácilmente con cualquiera; ese detalle lo hacía más atractivo. Sí, debía admitir que sentía un flechazo por él, pero él me ignoraba totalmente.

Le encargué a él la exposición de mi proyecto innovador; lo hizo muy bien, tanto que mi proyecto obtuvo el primer puesto de la feria. Como compensación lo invité a almorzar junto a su amigo, y para no sentirme sola, a mi colega.

Mantuvimos una charla entretenida.

—Me cuentas como progresan estos chicos el otro año —le dije a amiga quien tenía el puesto de directora de la facultad.

—Bueno, si estoy el otro año —contestó animada.

Johan, mi alumno preferido, levantó la mirada repentinamente.

—¿No va a estar el otro año? —preguntó.

—¿Quién, ella o yo? —cuestioné.

—Ambas.

—Yo no sé, solo si me vuelven a contratar —indicó mi amiga.

—¿Y usted? —insistió Johan.

—Mmm yo, no lo creo.

—¿Por qué? Usted dijo que amaba la docencia y que seguiría su carrera como docente.

—Cierto, pero el otro año he pensado coger algo de experiencia en el campo del periodismo.

Él no dijo nada, se quedó en sepulcral silencio.

—No se vaya Miss —pidió su compañero, quién antes se había declarado más de una vez.

Conversamos de una y otra cosa hasta terminar el almuerzo. Los chicos se marcharon primero, mientras mi amiga y yo salimos con parsimonia.

—Oye Arlette, tu alumno Mauricio está bien prendado de ti —dijo Leila de manera divertida—. Tienes a varios detrás de ti, incluso a los colegas, pero tú nada de nada.

Cuéntame una canción/Antología [Primera Entrega]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora