capítulo 5

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Claude Day de Alger Obelia

Todos quedaron inmóviles al ver como el segundo príncipe se aproxima dentro de la habitación.

Recorrió todo el lugar, hasta que posó sus ojos a mí. Las miradas se atascaron, y era imposible que yo pueda apartar la mirada. Unos ojos que pueden hacer que llores solo con el rabillo.

Casi de inmediato sus joyas caminaron por todo mi cuerpo y terminaron de nuevo en mi rostro.
Su expresión se volvió una de enojo, que me enfrió la sangre.

Al darse cuenta, mi madre aclaró la garganta e hizo una reverencia. Ahora lo recuerdo.

- Salve el reino de Obelia- hice una reverencia que seguro hizo llorar a todos mis antepasados,o más bien, los de Penélope - es un ho- fui interrumpida con su voz.

- Esto es inaceptable, ¿como pueden permitir algo así? - expreso con una cara desagradable.

- Alteza real, le ruego que la perdone- salto mi madre- ella perdió la memoria, y no recuerda nada de la etiqueta, ahora prácticamente es una niña, pero sigue siendo Penélope... Su prometida- diciendo esto volteo a verme, es verdad, se supone que no se nada al respecto, ¿debería actuar sorprendida?

Sin darme tiempo de decidir, el príncipe de acerca a paso lento a mi, y toma mis manos, sintiendo un hormigueo en todo el cuerpo.

- ¿La etiqueta es relevante ahora?- Lo que dijo, sacudió mi corazón- ¿Como es posible que mi futura esposa, que recién ha despertado, no esté reposando en cama? Y con esas ropas ¿No les importa su comodidad?

Mi madre se quedó estática, se notaba su confusión y temor al pensar que erró al decir algo.

- Le ruego que me perdone príncipe, ahora veo que no era la mejor decisión, pero creí, que tal vez, esto la haga recordar.

Él la miró con el rabillo del ojo, una mirada aterradora y chocante. Luego, la dirigió a mi, pero con más gentileza.

- Tranquila, ahora estoy aquí para cuidar de ti-Volteo hacia los sirvientes y con voz imponente les ordenó.

- Traigan la ropa mas cómoda de su alcoba, las zapatillas más suaves, y cambien sus sábanas por unas de algodón. Preparen su platillo favorito, no, traigan todos los té que son de su agrado, ella elegirá el que más le guste. - los sirvientes fueron en busca de sus respectivas misiones.

Con mis manos me arrastró hasta la cama, e hizo que me recueste nuevamente.

- Esta almohada parece una piedra, para que se supone que es esto?

Una sirvienta hizo un paso adelante, la misma que me observó hace un momento, antes de la llegada del príncipe.

- Su majestad, si me permite explicar su función...- esperó a que le dé su respuesta, que fue un movimiento de cabeza, indicando que continúe- la dureza de la almohada es para que la princesa quede en una posición horizontal, y no termine dando vueltas en la cama.

- ¿Y como se supone que eso sea útil?

- Esto... Es por la etiqueta Real.

El la observó un momento, y volvió a mi madre, con aún más impotencia.

- Necesito una seria explicación sobre esto, que tendremos luego, en privado.

Se notaba que esa mujer sudaba frío.

Las sirvientas volvieron con todo lo que pidió Claude, y empezaron con la cama.

- Su majestad, por favor, salga de la habitación, necesitamos cambiar a la señorita. - Habló la mayor de las sirvientas.

- Me parece bien, mientras tanto hablaré con tu madre y padre, querida, puedes elegir un te y comenzar a beberlo, volveré enseguida para acompañar te.

Luego se retiró...

Mientras que las sirvientas me quitaban las joyas, yo elegí un té en particular.

- De verdad, es como si...








































































- Floreciera una flor en mi boca

Debo ganarme el favor de mi prometido | Princesa EncantadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora