CAPÍTULO IX

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Anthony pasó la mayor parte de la noche en la habitación de su hermano y por la mañana tuvo el placer de poder enviar una respuesta satisfactoria a las múltiples preguntas que ya muy temprano venía recibiendo, a través de una sirvienta de Barnes; y también a las que más tarde recibía de las dos elegantes damas de compañía de las hermanas, a pesar de la mejoría, Anthony pidió que se mandase una nota a Rossbourn, pues quería que su madre viniese a visitar a Bruce para que ella misma juzgase la situación.

La nota fue despachada inmediatamente y la respuesta a su contenido fue cumplimentada con la misma rapidez, la señora Stark, acompañada de sus dos hijos menores, llegó a Netherfield poco después del desayuno de la familia.

Si hubiese encontrado a Bruce en peligro aparente, la señora Stark se habría disgustado mucho; pero quedándose satisfecha al ver que la enfermedad no era alarmante, no tenía ningún deseo de que se recobrase pronto, ya que su cura significaría marcharse de Netherfield. Por este motivo se negó a atender la petición de su hija de que se la llevase a casa, cosa que el médico, que había llegado casi al mismo tiempo, tampoco juzgó prudente, después de estar sentados un rato con Bruce, apareció la señorita Barnes y las invitó a pasar al comedor, la madre y los tres hijos la siguieron, barnes las recibió y les preguntó por Bruce con la esperanza de que la señora Stark no hubiese encontrado a su hija peor de lo que esperaba.

—Pues verdaderamente, lo he encontrado muy mal—respondió la señora Stark—tan mal que no es posible llevarlo a casa, el doctor Jones dice que no debemos pensar en trasladarlo, tendremos que abusar un poco más de su amabilidad.

—¡Trasladarlo! —exclamó Barnes—¡Ni pensarlo! Estoy seguro de que mi hermana también se opondrá a que se vaya a casa. —

—Puede usted confiar, señora—repuso la señorita Barnes con fría cortesía—en que a el señorito Stark no le ha de faltar nada mientras esté con nosotros. —

—Estoy segura—añadió—de que, a no ser por tan buenos amigos, no sé qué habría sido de ella, porque está muy enferma y sufre mucho; aunque eso sí, con la mayor paciencia del mundo, como hace siempre, porque tiene el carácter más dulce que conozco, muchas veces les digo a mis otros hijos que no valen nada a su lado, ¡Qué bonita habitación es ésta, señor Barnes, y qué encantadora vista tiene a los senderos de jardín! nunca he visto un lugar en todo el país comparable a Netherfield, espero que no pensará dejarlo repentinamente, aunque lo haya alquilado por poco tiempo. —

—Yo todo lo hago repentinamente—respondió Barnes—Así que, si decidiese dejar Netherfield, probablemente me iría en cinco minutos, pero, por ahora, me encuentro bien aquí. —

—Eso es exactamente lo que yo me esperaba de usted—dijo Anthony.

—Empieza usted a comprenderme, ¿no es así? —exclamó Barnes volviéndose hacia ella.

—¡Oh, sí! Le comprendo perfectamente. —

—Desearía tomarlo como un cumplido; pero me temo que el que se me conozca fácilmente es lamentable. —

—Es como es, ello no significa necesariamente que un carácter profundo y complejo sea más o menos estimable que el suyo. —

—Tony—exclamó su madre—recuerda dónde estás y deja de comportarte con esa conducta intolerable a la que nos tienes acostumbrados en casa. —

—No sabía que se dedicase usted a estudiar el carácter de las personas —prosiguió Barnes inmediatamente—Debe ser un estudio apasionante.

Orgullo y Prejuicio -StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora