Reencuentro

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Azazel era extraño, se dijo Rin.
La mayoría de sus rasgos permanecían ocultos tras un largo cabello y una larga barba blanca, daba la apariencia de un hombre (O demonio) demasiado mayor, más incluso que su propio padre. El poseía un cuerpo terrenal el cual estaba vinculado con el que habitaba en Gehena, y siempre que podía ayudaba a los humanos, sólo por qué podía, porque estaba aburrido, causando sus acciones grandes problemas al resto de sus hermanos, se divertía con ello.

Según él, alguien que sólo convive con muertos necesita algo de drama en el mundo de los vivos, Rin pensaba que sólo le gustaba demasiado el caos que provocaba, pero a veces, cuando no estaba planeando nada muy peligroso, era relajante simplemente sentarse en el jardín de los espíritus con él. 

Azazel le contaba muchas cosas sobre los muertos, su trabajo era guiarlos, llévalo al mundo de los espíritus donde permanecerían hasta reencarnar, o Gehena, donde comenzarían como demonios de grado inferior.

-Hay muy pocas formas de que lleguen aquí- había dicho una tarde, Rin había preguntado cómo había llegado a Gehena y le compartió sus teorías sobre ello - No entras al infierno sólo por ser un hijo del demonio- explicó suavemente, con la paciencia de un maestro que tiene todo el tiempo del mundo para que su alumno logre entender las dificultades del tema dado -Pese a que eres mitad demonio, aún poseías un alma humana- sus frágiles dedos tocaron el pecho del chico -Tenías todo para ir al mundo de los espíritus... entonces te suicidaste- dijo de forma contundente pero sin realmente atacar a Rin por su decisión -El alma reconoce el sacrificio por otros, pero al hacerse daño a sí misma, éso la fractura de manera que ni siquiera podría acercarse a las puertas de los espíritus, la fractura del alma es lo que manda a los humanos a Gehena- explicó.

-¿Y cómo se fractura el alma?- preguntó con curiosidad Rin.

-Asesinato- respondió con simpleza -Es un acto que va contra la naturaleza, el asesinato fractura el alma-

-¿Pero si una persona tiene un accidente y ocasiona que alguien muera?- volvió a preguntar Rin.

-Déjame explicarlo de ésta manera; la persona debe querer cometer el acto, debe desear asesinar- explicó el demonio mayor -Como sabrás, cada hermano es un Rey Demonio, cada uno de ellos tiene una tierra de las que son responsables, cada tipo de asesino va junto a ellos, como los que matan por amor, ellos irán con Iblis algo que ver con el fuego y toda esa mierda simbólica- hizo un gesto con la mano -O los que matan por odio, ellos irán a Astaroth ¿Entiendes?- Rin asintió, una mirada de profunda tristeza relajada en sus ojos turquesas.

-Entonces yo...- sus voz tembló a mitad de camino y no pudo terminar la oración. 

-Deseabas estar muerto cuando disparaste el arma, deberías haber ido con Egyn, él se encarga de los suicidas... Pero tú eras un hijo de Satán- el silencio se instaló durante algunos minutos entre ellos. El jardín de los espíritus era un lugar tranquilo, había muchas plantas y una neblina densa se extendía por todo el lugar. Daba un aire tranquilo, porque a los espíritus no le gustaba salir cuando la neblina se extendía a causa de Azazel.

-¿Sólo el asesinato fractura el alma?- volvió a preguntar Rin, girándose a mirar a su hermano mayor, Azazel durante unos segundos miró un punto fijo entre la neblina.

-Lo hay- dijo, viendo una silueta acercándose -Morir durante una posesión, el alma se fractura al tener otro huésped que lo fuerza a salir del cuerpo terrenal, verás, el alma, la mente y el cuerpo están estrechamente relacionados, agregar un demonio a ésa mezcla... bueno, ya te lo dije, la fuerza externa obliga al alma a fracturarse- la silueta poco a poco fue haciéndose más clara y antes de que Rin se diera cuenta, el hombre que durante quince años llamó papá estaba frente a él. 


-Viejo- murmuró, sus ojos atónitos incapaces de mirar a otro lugar que no fueran los ojos grises del hombre -¿Q-Qué?-


Shiro sólo sonrió, esa sonrisa suave y cariñosa que a veces le regalaba, extendió los brazos de lado a lado y ni siquiera tuvo que decir nada, Rin había salido corriendo hacia él, incapaz de sostener más tiempo sus lágrimas mientras enterraba su rostro en el pecho del antiguo sacerdote.


-Jamás quise verte aquí, Rin. Pero te he estado observando, cuidando de tus pasos, tal vez estés mucho mejor aquí que en Assiah-


-Solo di que me extrañaste, maldito viejo- la carcajada de Shiro llenó la tranquilidad silenciosa del jardín de los espíritus. 

-Lo hice, te extrañé mucho, hijo-

Rey del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora