Un Rey

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Doscientos años, habían pasado doscientos años en Gehena, y dos años en Assiah. Había pasado los primeros cien años trabajando con sus hermanos, entrenando de manera espartana todos sus nuevos atributos y nuevas habilidades adquiridas tras renacer en el infierno, fue duro, Astaroth y Belzebut fueron sádicos pero lo logró, más que un entrenamiento al lado de ellos, fue una manera de fortalecer el vínculo familiar, sus lazos de hermandad se hicieron más fuertes, pasaron de ser desconocidos a ser familia. Luego, el siguiente siglo lo pasó con su padre, sus clases de política y estrategias lo habían ayudado cuando, de un momento a otro su padre declaró que le daría una parcela de tierra a gobernar.


Una pequeña tierra al Norte, rodeada de oscuridad y altos árboles bordeando el lugar, era el hogar de demonios de las sombras, aquellas almas melancólicas que se habían suicidado, sin embargo, se negaron a pasar tiempo con Iblis, eran demonios que sólo permanecían en las sombras rondando y de vez en cuando yendo a Assiah sólo para recordar como era, si acechaban a ciertos humanos y los "expertos" en el tema paranormal lo llamaban gente sombra, bueno, éso era cosa de los humanos, siempre tratando de dar un nombre a aquello que no podían entender, sus pequeños súbditos sólo eran un poco curiosos.


Los perros del infierno también entraban dentro de sus dominios, así como otros tipos de bestias mágicas con inclinación a magia de sombras. Durante treinta años reinó con prosperidad, era un gobernante justo y sabio, pero también tenía una mano dura para los castigos, luego sus tierras crecieron, y más demonios de todo tipo quedaron bajo su cuidado y los susurros sobre un nuevo Rey Demonio del infierno se alzaban en Gehena, fue necesario otros cuarenta años para que su padre por fin decidiera darle el título. 


Fue una ceremonia ominosa, todos sus hermanos estaban presentes con excepción de Samael; estarían realmente sorprendidos si apareciera, todos vestían sus mejores galas y Satán, Yuri y Lucifer como el hermano mayor, lo coronaron como nuevo Rey Demonio, el Rey del equilibrio, el Rey que traería un equilibrio entre Gehena y Assiah, el Rey que ayudaría a Satán a cumplir el sueño de su esposa. La fiesta duró tres días, y durante ése tiempo Rin disfrutó de la compañía de su familia, de los generales del ejército y de sus súbditos; que habían aumentado junto con su patrimonio y sus tierras.

Rin fue adorado por los demonios, aquellos más débiles lo amaban por su alma gentil y los guerreros lo respetaban por su firmeza para dirigir y comandar los demonios de su ejército. Estaba floreciendo en Gehena, había madurado, cultivó sus habilidades y se superó a sí mismo gracias a la confianza que todos en su familia pusieron en él.


Se hizo mejor.


La presencia detrás suyo lo alertó, era el último día de celebración y se encontraban en el Castillo de su tierra, la mayoría de los súbditos ya iban a casa, sólo quedaban generales y altos demonios, entonces, desde luego que conocía la presencia que se cernía detrás suyo, una magia que daba la sensación de tierra húmeda y olor a flores, lo conocía muy bien.


-Casi doscientos años y aún sigues espiando, Amaimón- habló el de cabellos azules.


-Yo acecho- murmuró en voz baja, una vez a su lado ambos permanecieron en silencio, hombro con hombro y con los dedos de sus manos tocándose apenas -Ha pasado mucho desde que te encontré en éstos bosques cuando llegaste- habló nuevamente el mayor, y Rin sonrió apenas, pues el mismo lugar donde había aterrizado al llegar a Gehena se convirtió en las tierras que ahora gobernaría.


-Demasiado tiempo- estuvo de acuerdo -Cambié mucho desde entonces- los ojos verdes de Amaimón lo veían con cariño.


-Tal vez, sin embargo algunas cosas no lo han hecho- una mano subió y acarició su mejilla, Rin sólo cerró los ojos y se inclinó ante el tacto frío del mayor -Rin- susurró apenas, dando un paso más cerca del otro.

Aún con los ojos cerrados, el menor se abrazó al otro demonio, respirando el leve aroma a flores que era tan característico del Rey Demonio de la Tierra. Un escalofrío los recorrió a ambos una vez que sus rostros se acercaron y sus labios se rozaron apenas.

-Ésto no está bien- susurró Rin, aún sin apartarse del abrazo, o de los labios del otro demonio.

-¿Y qué? No es como si vayas al infierno por éso- sonrió de lado antes de volver a besarlo con más fuerza, provocando un jadeo en Rin debido a las risitas que soltó debido a su anterior declaración.

-Eres un idiota- murmuró antes de dar un besito a su nariz, sus ojos azules brillaron en rojo mientras lo abrazaba por la cintura.

-El tiempo se acerca, mi Rey del Equilibrio- murmuró, la tensión llenó el aire con ésa declaración, Rin sólo se abrazó más fuerte al mayor. 

-Se acerca, sí- declaró -Pero te quiero a mí lado- pidió con fuerza, un ruego disfrazado tras una orden, el de ojos verdes levantó el rostro del último Rey obligándolo a cruzar miradas.

-¿Y perderme de toda la diversión? - preguntó -Me tendrás siempre que así lo desees-

-¿Y si te quiero para siempre?- preguntó, y Amaimón sólo sonrió con felicidad.

-Pues entonces estaremos juntos por la eternidad, mi amor- y sellaron su promesa con un beso.

-¿Incluso cuando gobierne sobre Assiah y Gehena?- volvió a preguntar Rin tras su beso.


-Incluso si destruyes el mundo- susurró con reverencia el mayor antes de volver a fundirse en un abrazo.


El comienzo del fin del mundo había comenzado con un beso ¿Y no todas las historias de amor comenzaban con algo igual de trágico?

Rey del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora