Samael

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Mephisto estaba divido entre la intriga curiosa y una leve irritación por no haber visto venir aquella serie de acontecimientos, a él no le gustaban las sorpresas, él prefería tener todas sus piezas donde pudiera verlas y predecir sus movimientos, pero ésto era impredecible, no le gustaba para nada.

-Dos años- acordó el demonio mayor, el recién llegado amplió su sonrisa; llena de dientes e intenciones oscuras.

-Doscientos años- replicó el menor -Ciertamente has olvidado cómo se maneja el tiempo en Gehena, Samael-
Mephisto retrocedió; incluso sentado detrás de su escritorio, estremeciéndose al escuchar su nombre, hacía mucho que alguien no lo llamaba así y realmente odiaba ésa regla de que los nombres tenían poder frente a los demonios, apretó los dientes antes de soltar un suspiro discreto.

-¿Qué es lo que quieres, Rin?- preguntó, ambos demonios ignoraron el jadeo escandaloso de Shura y el siseo de "¿¡Rin!?" Que había soltado.

-Después de pasar tanto tiempo en Gehena creo que tal vez estoy algo aburrido- comentó, encogiéndose de hombros, ambos seguían ignorando las reacciones y el parloteo de Shura -Decidí que quiero enseñar, y como mi hermano mayor tiene una escuela, pensé que tal vez él podría ayudarme con éso- y Mephisto sólo alzó una ceja en una diminuta expresión de sorpresa, el menor sonrió satisfecho. 


-¿Y qué, dime, mi muy pequeño hermano, deseas enseñar?- preguntó.

-Cultura e Historia demoníaca- la sonrisa depredadora que resultó tras su declaración logró por fin callar a la humana de la habitación. El tenso silencio se alzó por casi dos minutos antes de que Rin, con un chasquido de sus dedos apareciera un suave sillón donde tomó asiento esperando que alguno dijera algo. 

-No puedo dejarte enseñar cultura demoníaca en una academia de exorcistas, Rin- comenzó Mephisto antes de que el demonio más joven lo interrumpa.

-¿Por qué no?-


-Por que la cultura demoníaca no es algo que simplemente se enseñe en escuelas, no lo permitirán en Gehena- un nuevo chasquido se escuchó en la habitación y Rin extendió en dirección de Mephisto un documento firmado con sangre, y al final de el estaba el nombre del padre de ambos.

-Tengo la autorización, puedes llevar una copia de ello a los Grigori, desde luego el original queda conmigo, nunca se es lo suficientemente precavido con la sangre del Padre ¿no es así?- la sonrisa anormalmente llena de dientes del peliblanco seguía presente en su rostro.

-¿Cómo...?-

-Entenderás que el padre siempre está observando a sus hijos, Samael- y aquellas palabras fueron específicamente redactadas para que sonaran a amenaza -Él no estaba contento con cómo fue mi vida aquí, se podría decir que fui un poco mimado en nuestro hogar- Rin se divertía mucho poniendo nervioso al demonio mayor y no hacía mucho para ocultarlo.


-Pero mis informantes...- nuevamente fue interrumpido por el peliblanco. 

-Fueron muy amables- lo cortó -Tras una breve charla conmigo se ofrecieron voluntariamente a pasarte la información que tanto padre como yo creímos apropiada- y Rin disfrutó de la palidez en el rostro de Mephisto al saberse que toda su red en Gehena probablemente ahora estaba con infiltrados por lo que la información que recibía con seguridad era interceptada y manipulada - Du bist nicht der Einzige, der weiß, wie man Geschäfte macht, Teufel (No eres el único que sabe hacer tratos, demonio)- amenazó el menor sintiendo un pequeño regocijo ante el fuerte estremecimiento del demonio frente a él.


Después de todo, no era un secreto el romance entre su hermano y el viejo humano con el que alguna vez había hecho un trato, Fausto... de hecho, su historia se podría decir que era un clásico en la literatura. El joven Mephistopheles, cegado en su arrogancia había hecho un trato para seducir a uno de los humanos favoritos de Dios y en cambio, fue él quien terminó atrapado en los engaños de las pasiones juveniles que utilizó para provocar al viejo hombre. Al final ganó la apuesta pero se quedó sin el hombre.


Un final trágico para un demonio decepcionante. 


Rin siempre había creído que la esperanza era como veneno para los demonios, sólo provocaba desesperación... Samael lo sintió al perder a Fausto y él cuando decidió confiar un poco más en los humanos durante su breve tiempo en Assiah.


Ignorando la palidez mortal de su hermano y los ojos entrecerrados de la mujer, volvió a levantarse; el sillón desapareció con el movimiento y sin despedirse se dirigió de nuevo hacía las puertas, notando con diversión que las puertas mágicas no lo dejaban marcharse.

-Espero tener pronto una reunión con el Vaticano, hermano- Rin giró sólo un poco la cabeza para observar al demonio, ahora con una expresión cerrada, ni una sola emoción cruzando su pálido rostro -Estoy ansioso por enseñar, mientras, creo que haré algo de turismo en Assiah, quién sabe toda la destrucción que puede crear un nuevo Rey de Gehena suelto en ésta dimensión- se encogió de hombros antes de tocar la puerta con la palma de la mano, la explosión que siguió fue lo suficientemente fuerte como para llegar a romper la magia entretejida en ella y un poco del edificio, y aún sin volverse hacía su hermano pronunció las palabras que lograron poner la piel de gallina a Mephisto -El arreglo de flores será tramado una vez más y en el aniversario de su muerte el cielo se teñirá de rojo e incluso el suelo azul goteará carmesí...Y las dos mitades serán una otra vez-


En la habitación reinó el silencio mientras a paso lento se marchaba del lugar, dejando a una confundida Shura y a un shokeado Mephisto tras suyo por la amenaza disfrazada de canción infantil, o al menos así fue hasta que la exorcista pudo reaccionar.

-¿Qué demonios fue éso? ¿Ese era Rin? ¡Nunca creí que volvería! ¿Se quedará? ¿Qué fue éso último que dijo? ¿Qué significa?- pero el director de la Academia no la dignificó con una respuesta, debía contactar con el Vaticano de inmediato. Ésto no estaba en sus planes, no tenía ningún tipo de plan de respaldo para éste curso de acción, por primera vez, en todos sus muchos años, lo habían sorprendido y por muy interesante que fuera... No le gustó para nada.

Rey del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora