Entrenamiento

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-Estás mejorando- le sonrió Lucifer a su hermano, y de hecho, lo había hecho, fueron el resultado de décadas de puro entrenamiento para el ahora ya no tan adolescente Rin.

No es que llevara la cuenta, pero ya habían pasado seis meses en Assiah desde su suicidio, lo que en términos de tiempo era al menos medio siglo en Gehena, fueron cincuenta años en los que durante al menos una década se dedicó exclusivamente a pasarlo en compañía de su madre y con su padre, se empapó de los conocimientos que ambos adquirieron a lo largo de los siglos, sus sueños y las esperanzas que pusieron en el trabajo de Lucifer en Assiah.


Durante mucho tiempo intentó no caer en las mismas esperanzas y sueños que sus padres pero, los brillantes ojos de su madre al hablar en un mundo donde todos puedan convivir en paz y tranquilidad sin la constante persecución de parte de ambos lados y... la mirada de absoluto amor que le daba Satán a su esposa era casi imposible de ignorar, y sin darse cuenta de vio envuelto en clases sobre política y estrategias, se vio rodeado de demonios generales al mando de sus hermanos que comenzaron a enseñarle sobre liderazgo en batalla, se vio siendo secuestrado por su hermano Lucifer cada vez que volvía a Gehena pidiendo consejos suyos ya que era originario de Assiah y de cómo el rubio mayor lo veía como un momento de unión fraterna y no como el plan de dominación mundial que era.


Entonces, durante la primera década en Gehena se dedicó únicamente a estudios teóricos. Luego de ello, cada uno de sus hermanos lo tomaron para sí, durante los siguientes años, comenzó con Azazel, luego Iblis y Astaroth, Ignis y ahora Lucifer. 

-Fueron años duros- murmuró Rin mientras se tiraba en el suelo del lugar donde habían estado entrenando -Sobre todo por que se suponía debía entrenar con Amaimón y no contigo, hermano- el rubio levantó una de sus cejas mientras sus ojos brillaban con burla.

-Necesitaba tiempo con mi hermanito antes de que Amaimón me lo robara- y Lucifer lo negaría, pero definitivamente estaba haciendo pucheros. Que Rin farbullara con sorpresa y sus mejillas se vieran sospechosamente calientes, bueno, tampoco se dijo una palabra sobre ello.

-¡Lo estás malinterpretando!- medio gritó el menor, el rubio sólo se veía presumido.  

- Yo no dije nada- se encogió de hombros.

-¡Lo insinuaste!- gimió avergonzado.
Lucifer comenzó a reír mientras lo despeinaba, teniendo ésa mirada de "Yo lo sé mejor que tú, mocoso", Rin sólo suspiró mientras apartaba la mirada de él.


-Amaimón sólo me cuida- murmuró por lo bajo -Fue quien me encontró aquí y desde entonces siempre me ha estado cuidado- se encogió de hombros Rin, la atenta mirada de Lucifer jamás se despegó de él. 

-Amaimón no se despega de tu lado, no es simplemente protección o cuidado de su parte- el rubio decidió tomar asiento a su lado -Realmente le gusta pasar tiempo contigo, viniendo éso de alguien quien siempre se aburre y se escapa de los demás... bueno, puedes sacar las conclusiones más obvias- Rin no dijo nada, sólo permaneció en un silencio contemplativo mientras miraba un punto lejano en el cielo rojo de Gehena.


-Continuemos con el entrenamiento- murmuró tras unos minutos y pasaron el resto de la tarde perfeccionando sus habilidades recientemente adquiridas.

Nunca había sido un erudito como Lucifer o Azazel, siempre se consideró más un guerrero que otra cosa y, si bien sus demás hermanos comenzaron hace sólo un poco más de tres décadas el arte de la guerra, creía que iba por buen camino, su hermano mayor era absurdamente poderoso pese a que se consideraba a sí mismo un hombre estudioso, sí, Lucifer hacía planes y dejaba que los humanos hicieran su trabajo sucio, pero nunca se negaba a una lucha si había necesidad. Y eran ésas las enseñanzas que intentaba inculcarle a Rin.


El de cabello azulado fingía indiferencia, pero podía notar como todos sus hermanos mayores eran especialmente protectores y celosos de él luego de que un día se hubiese sentado con todos ellos y les habló de cómo había sido su vida en Assiah con Yukio.

Ésa fue una conversación dura, desde un punto de vista objetivo, las diferencias que habían hecho desde que eran niños eran obvias y, sabía que ser exactamente iguales no era tan recomendable como alentar sus diferencias y otros atributos, pero Shiro se había encargado de que esas diferencias los separen de manera irremediable.


Sus diferencias eran demasiado profundas, hubo demasiados rencores alimentados, demasiada indiferencia y muy poca atención de parte del viejo hacia lo que se estaba convirtiendo Yukio... algo de lo que él nunca tuvo conocimiento, algo de lo que le tuvieron ignorante.

Tal vez había sido ello lo que los había condenado, pensó de manera fugaz, mantenerlo en la ignorancia fue lo que lo obligó a actuar así, su pequeño corazón bondadoso sólo podía soportar hasta cierto punto.

No había sido su culpa, desde que llegó a Gehena éso fue lo que sus padres y hermanos le habían dicho y lo había creído, ésto no era en absoluto culpa suya, sino de Shiro y Yukio.
Sin embargo estaba por encima de cosas tan mundanas como la venganza, él era mejor que éso y su madre pensó que la mejor venganza siempre era vivir bien, adoptaría ésa filosofía. 


Viviría bien, ya sea en Gehena o en Assiah, y ayudaría a cumplir el sueño de sus padres.

Los exorcistas no sabrán lo que lo golpeó. 

Rey del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora