Inesperado

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-Han pasado doscientos años, joven- una voz profunda vino detrás de Tori, quien dio un salto debido al susto, volcando sin querer el cuenco de incienso frente a la lápida en la que se encontraba rezando -Y sin embargo tú has sido el único que ha venido a visitar mi tumba... ¿Por qué?- preguntó, la alta figura de ojos rojos y cabello blanco llevaba una especie de traje a la medida en tonos azul, su cola se agitaba en lo que compararía con un gato curioso y su cabeza estaba inclinada en un obvio gesto de confusión. Shiratori lo miraba con los ojos enormemente abiertos, había algo reconocible en medio de las duras facciones del hombre adulto frente a él, sus colmillos sobresalían sobre sus labios y había una suavidad reconocible en sus párpados caídos, sin embargo su postura abierta demostrada confusión, como si no pudiera entender por qué estaba allí. 

-¿Rin?- preguntó el humano.
El de ojos rojos lo miro durante lo que pareció una eternidad, pero sólo fueron unos dos minutos de tenso silencio, el demonio pasó la lengua por sus labios como probando el aire a su alrededor antes de abrir un poco más los ojos y asentir.

-¡Eres el contenedor de mi hermano!- exclamó al fin recordando, Shiratori hizo una mueca -Lo siento, éso se oyó mejor en mi mente, Shiratori... creí que me odiabas cuando era un humano- habló el demonio, dando un paso más cerca del muchacho e inclinando la parte superior de su cuerpo aún más, casi al punto de rozar su nariz con la del joven humano que quedó mortalmente quieto bajo la inspección del ser sobrenatural.

-Yo...- comenzó Shiratori, aclarando la garganta al oír su voz fallando -Yo también lo creía, al menos hasta ése día-

-Durante la posesión- presionó el de ojos rojos y el humano asintió.

-Estaba asustado, los sacerdotes me habían explicado lo que pasaba, me ayudaron por un tiempo y al final me dijeron que podía seguir con mi vida- un tenso silencio se levantó por unos pesados segundos -Yo no pude- sentenció -Cada vez que salía de la Academia podía ver estás pequeñas bolas esponjosas de color negro que lo rodeaban todo, había pequeños duendes haciendo estragos en las tiendas... Yo no podía ignorarlos ahora que sabía de su existencia-

-Yo tampoco pude alejarme una vez lo supe- habló en voz baja Rin.  Con un movimiento de dedos convocó un par de sillas y tomó asiento, invitando al humano a hacerlo también, Shiratori se veía incómodo, pero aceptó, ambos permanecieron por un momento en un incómodo silencio, sentados frente a la tumba de un humano traicionado.

-Durante algunos meses busqué un propósito- habló de repente el humano, logrando romper el silencio en el que se encontraban -Te veía de lejos con tus amigos- murmuró antes de hacer una mueca -Escuchaba de los sacerdotes tus aventuras y cuando por fin me había decidido por entrar al curso de exorcistas tu...- Shiratori sintió un nudo en la garganta, no acostumbrado a hablar sobre lo que pasó en absoluto -Me tomó alrededor de un tres meses saber lo que había sucedido- susurró lo último.

Rin lo miraba casi maravillado, apenas y recordaba al humano frente a él, los viejos rencores hace mucho que habían muerto, y durante los últimos doscientos años, no, fueron sólo dos en Assiah, pero durante ése tiempo, éste interesante humano había rezado por su descanso eterno debido a la culpa y remordimientos. Era entrañable y extraño mirar su rostro compungido, la tristeza en sus ojos de alguna manera lo alegraba, pero no en el mal sentido, sino que lo hacía creer que al menos algunos sí se preocuparon verdaderamente por él, saber que incluso después de años de morir el joven aún visitaba su tumba generaba un pequeño calor en su pecho. El niño era interesante, y todos sabían que a los demonios le encantaban las cosas interesantes.

-Te libero de tus remordimientos, pequeño- Rin mencionó en voz suave, casi cariñosa hacia el humano.  Shiratori se estremeció, aún no comprendiendo del todo si éste demonio era o no Rin y lo que hacía. 

-Yo...- el demonio negó con la cabeza.

-Los humanos siempre complican las cosas- comentó casualmente  - No necesitas venir aquí para calmar tu mente inquieta-

-¡Yo no lo hago por éso!- el humano se levantó de golpe -Vengo aquí por es lo mínimo que puedo hacer, recé por tu alma, para que donde sea que estés pudieras estar bien y no volviera a sufrir lo pasó aquí en assiah, es lo que te merecías, no había ningún juego de remordimientos, no lo hacía por que de alguna manera me sentía responsable sino por qué...- se atragantó con sus palabras una vez sintió los fuertes brazos rodearle en un abrazo.

-Eres muy diferente de la persona que conocí alguna vez... y éso no es algo malo- murmuró en su oído, ignorando los leves temblores del humano en sus brazos -En parte me siento responsable por ello, mi hermano te utilizó sólo para llegar a mí y las consecuencias de ello son permanentes, pero viendo como has crecido... ¿ha valido la pena?- le preguntó, haciendo referencia a la posesión que tuvo a manos de Astaroth, se encontraba inmensamente curioso por su respuesta, no lo negaría.

-Creo que sí- murmuró el humano -Yo ahora puedo ayudar a mucha gente, quise unirme los exorcistas para ayudar a gente como lo hicieron conmigo, pero...-

-¿La matanza indiscriminada de demonios te asusta?- preguntó curioso Rin, notando todos los temores, las dudas y la desesperación del niño en sus ojos.

-Cuando pregunté por qué, sólo me dijeron que eran demonios- comenzó, sus palabras temblaron -Como si ellos no sintieran, como si no fuesen capaces de razonar- Shiratori de algún modo se veía tan confundido y desconsolado a la vez.

Rin lo había observado, siempre observaba su tumba, tenía curiosidad por quién estaría preocupado por su alma, reconoció a Shiratori en cuanto lo vio, pero en algún momento de los doscientos años que pasaron parece ser que lo olvidó, pero los humanos siempre habían sido tan transparentes para él, incluso cuando él mismo era uno. El humano frente a él era capaz de maldad así como de hacer el bien, y Rin estaba seguro de querer guiarlo, nutrirlo, estaba seguro de que Amaimón lo regañaría por adoptar un nuevo cachorro perdido, pero no podía evitarlo, tenía debilidad por los desamparados. 

-Creo que tal vez podría ayudarte... si me lo permites- Rin le sonrió; una cosa suave y casi cariñosa, sin embargo sus ojos, ellos tenían un brillo calculador en todo su esplendor carmesí. 

Rey del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora