06: Té para tres.

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No habían pasado mas de dos semanas desde aquel día donde encontró a su madre llorando, no había pasado mucho si era sincero, el tiempo se sentía mas efímero que en cualquier momento de su vida.

Su familia había adquirido un nuevo pasatiempo, ni siquiera lo habían planteado, pero ahora cada vez que tenían un tiempo en casa los tres, sea noche, mañana o tarde, la casa se adornaba de un dulce aroma a té. Entonces podía sentir por un momento que mas allá de todo, todavía estaban ahí, todavía eran los tres y después de todo siempre lo serian.
Desde la noticia de su padre hasta el momento, Mauro no podría describir mejor el ambiente mas que como nostálgico, era extraño y tal vez era el único que lo llegaba a sentir así, pero para él todo se sentía terriblemente nostálgico. Un invierno eterno, días grises infinitos, frío en cualquier lugar al que iba.
Seguía trabajando y estudiando, le seguía yendo bien en las dos cosas aunque todos notaban que estaba mas disperso de lo normal, sus amigos trataban de averiguar que era lo que pensaba cada que se quedaba con la mirada perdida en algún punto fijo.

Era un jueves con un clima templado agradable, luego de una (a su gusto) larga jornada escolar, fue a almorzar con sus padres y luego tenia un pequeño trabajo al rededor de las 15:30.
Una mujer había contactado con él, al parecer había trabajado en la casa de una de las amigas de esta y fue recomendado para arreglar su jardín, aunque Mauro no era jardinero lo acepto ya que era lo que necesitaba y el tipo de trabajos que su madre aceptaba que haga, no la tenia tan clara en ese área pero de chico solían arreglar el patio de su madre y los domingos el de su abuela. Todavía cuando pasaba por el antiguo hogar de su abuela le daba un poco de pena ver las flores marchitadas y el patio poco cuidado, sabia que su abuela adoraba la prolijidad que este tenia y nunca habría permitido que este se encuentre en esas condiciones, pero ya nadie podía hacer nada, su abuela no estaba y la casa había sido vendida luego de su fallecimiento, por lo tanto él tampoco podía invadir una propiedad privada solo para embellecer su jardín.

La hora de partir viaje hacia la casa de la mujer había llegado, agarro una campera y emprendió viaje, la señora le había dicho que no era necesario llevar nada, los materiales necesarios se encontraban en su casa.

Camino aproximadamente veinte minutos, aunque su ciudad no era muy grande nunca se terminaba de ubicar y acordarse el nombre de las calles era una tarea imposible. Estaba por llegar a la casa cuando varios flashbacks llegaron a su mente, recordó de la nada haber caminado con Matías por ese lugar cuando fue a su casa, su fuerte no era su memoria así que podría estar confundido, no recordaba su casa.
Desde el día en el que fue a dormir a su casa cruzaron algunas palabras en juntadas pero no lo suficiente como le hubiera gustado, no era tampoco que estaba preocupado por eso y anhelaba charlar con él, solo le había caído bien y hace tiempo que no socializaba con alguien fuera de su circulo (aunque verdaderamente Matías no estaba tan fuera de su circulo).

Llego a la casa, dio tres toques y espero a que alguien le abriese, escucho pasos y la voz de una mujer diciendo algo que no pudo escuchar, tampoco le presto demasiada atención.

—Pagale al chico antes de que se vaya y ofrecele algo para tomar después que te termines de bañar. Vengo tarde, no te quedes todo el día en la cama y come algo.—gritó la mujer a alguien adentro de la casa, luego de eso dirigió la vista hacia el y le dedicó una sonrisa que Mauro respondió.—Hola, vos debes ser Mauro ¿no?

—Si, ese mismo, buenas tardes.—dijo el menor, tratando de ser lo mas educado que podía.

—Mira acompañame que te muestro lo que necesito que hagas.—la mujer lo guió y Monzón se dedico a analizarla un poco, parecía de unos 45 años aproximadamente, llevaba un traje que parecía de enfermera o algo parecido, en la funda de su celular había una pequeña foto de un niño, supuso su hijo o sobrino.

El patio de la casa era grande, las flores adornaban desde el pasillo al costado de la vivienda hasta llegar a la parte trasera. Estaba bien cuidado, el pasto estaba un poco crecido pero no demasiado, había algunas flores muertas que supuso fue debido al clima.

—Bueno esta medio desastroso pero tratamos de ordenarlo un poco así no tenias tanto trabajo, yo necesitaría que cortes el pasto, ahí esta la maquina.—señaló a un rincón del patio donde se encontraba la maquina, que a su parecer lucia costosa.—Bueno allá están todas las cosas que vas a necesitar, tenes que regar las plantas y podar esas plantas de por allá, ah y si haces tiempo sacar un poco las hojas caídas. Vos tomate el tiempo necesario, si necesitas algo toca la puerta de atrás y te va a atender mi hijo, y tranquilo que yo le deje la plata a él así que antes de que te vayas pasas y cobras, hay un poco mas de lo que pediste porque me parece que el patio esta mas desastroso y es mas trabajo.

—Bueno, gracias señora.—dijo Mauro, sin saber mucho que decir ya que la mujer le había hablado por largos minutos sin parar.  

—Tampoco estoy tan vieja, decime Natalia o Nati. Bueno yo me tengo que ir a trabajar que voy a llegar tarde, chau Mau, cuidate.—se despidió con un fuerte beso en su mejilla que seguramente había dejado rastro de labial, Mauro rió por lo bajo, aquella acción lo había hecho acordar a su madre.

—Chau Natalia, que le vaya bien en el trabajo.

Luego de que la mujer se vaya comenzó a trabajar, conectó la maquina de cortar pasto y arranco su trabajo. No sabe cuanto tardo, pero mientras trabajaba iba cantando canciones por lo bajo (canto varias asi que habían pasado mínimo veinte minutos), sus auriculares se habían roto y para él ese era el peor castigo.
Terminó de cortar el pasto luego de un largo rato, se agachó a buscar las tijeras de podar para comenzar con el segundo trabajo, no las estaba encontrando, luego las vio, estaban abajo de todos los materiales.

—¿Mauro?—una voz atrás suyo lo exaltó e hizo que al momento de agarrar las tijeras uno de sus dedos termine con una cortadura.

—La concha de tu madre.—dijo el menor sin siquiera ver de quien provenía aquella voz. Observo su mano y como una gota de sangre bajaba de su dedo, no era la gran cosa, una pequeña aunque un poco profunda cortadura, pero Mauro se caracterizaba por ser una persona un tanto, como decirlo, exagerada.
Se dió la vuelta y observó a Ignacio viéndolo con una expresión entre confundida y preocupada.

—¿Me querés dejar manco o que me agarre un infarto? me voy a desangrar.— exagero mientras miraba la sangre brotando de su dedo. El mayor lo miró divertido, Mauro fingía que estaba a punto de desmayarse.

—Vamos adentro, te pongo una curita, o vamos al hospital y que te ampunten el dedo.—habló Spallati mientras levantaba el cuerpo del supuesto desmayado, con un brazo en su cintura y una del menor pasando por sus hombros.

—La frase dice que los amigos de tus amigos son tus amigos, pero vos parece que sos mi enemigo, me querés asesinar o cortar mis extremidades.—fingia el llanto, mientras que en sus labios se delineaba una sonrisa traviesa.

—Pasa que nunca me caiste bien.—bromeó, recibiendo un golpe en el hombro de parte del otro.

Llegaron al baño y Mauro se sentó en la tapa cerrada del inodoro, el mayor saco un botiquín y agarro la mano del otro, no quería pensar en que había sentido el típico cliché de electricidad cuando sus manos se tocaron, pero muy en el fondo admitía que su toque se había sentido raro, raro bien.

—No me eches alcohol, cabeza de asesino.—dijo el menor al ver a Matías agarrar el pequeño tarro de alcohol etílico. Ignacio río por lo ocurrente que era el menor.

—Es para que no se infecte o algo así.

—Tu seguridad me deja muy tranquilo, no me pongas que duele y ya me hiciste sufrir demasiado.—miraba al mayor, quien estaba agachado curando su dedo, todavía sosteniendo su actuación de sufrido.

—No duele, no seas maricon.—le miraba desafiante Ignacio.

—Bueno pero como recompensa a todo este sufrimiento me vas a tener que cebar mates hasta que termine de trabajar, ah y obviamente no le vas a decir a nadie que trabajo.

—Promesa.—dijo mientras sus dedos meñiques se unían.

Té para tres [litcko]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora