3. El italiano

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De todas las posibilidades que existían alrededor de ese misterioso italiano que es tan bueno en estilo mariposa, la persona que se acerca a Jolyne no corresponde con ninguna de ellas. En realidad no sabía cómo imaginarlo, pero desde luego no así.

Es un chico alto, pero no creo que lo sea más que yo. Desde dentro de la piscina no puedo distinguirlo bien. Podría hablar de su pelo, teñido de blanco y acabando en mullet, o de su piel, una de las más claras que he visto nunca. Sin embargo, hay algo que resalta por encima de todo y que me quedo mirando embobado: los tatuajes.

No exagero al decir que tiene el cuerpo lleno de ellos. No al completo, pero sí la mayor parte. Predominan en la zona de los brazos, los muslos y las piernas. Es probable que de no ser tan blanco de piel la tinta no resaltase tanto. Y tampoco podría verlos si no llevara ese bañador casi diminuto que tapa lo justo.

Trago saliva. Creo que me he quedado mirando más de lo que debería. Pero ¿acaso alguien puede culparme? Soy un hombre fácil. Me pones a un chico convencionalmente atractivo y bueno... Mi atención ya la tienes. No me molan los tatuajes, pero no me importaría revisar los suyos uno a uno.

En pocas palabras, me lo follaría. Más de una vez. Todas las que él quisiera, para ser exactos. Tiene pinta de ser guarro en la cama. Guarro en el sentido de... Meh, creo que se me entiende.

Aparto la vista del chico y la fijo en el podio que está sobre mi cabeza. Suerte que el agua me mantiene en frío. Voy a necesitar esta temperatura si ese chico va a estar presente de aquí en adelante.

—¿Deslumbrado? —dice Pablo tras acercarse a mi lado y apoyar un brazo en el bordillo. Me hago el loco.

—¿Qué?

—El italiano —menciona como si fuera obvio. Gira la cabeza para echarle un vistazo rápido y al volverla hace un gesto sugerente.

—Ah, ¿es ese? —Me quito las gafas y pretendo mirarlo por primera vez. Mantiene una expresión seria mientras escucha a Jolyne explicar dios sabe qué—. No me había fijado.

—Ya. —Alarga la "a" durante varios segundos.

—¿Qué pasa? —Yoel llega con la respiración agitada.

—A Hugo le gusta el italiano —responde su hermano.

—¡¿Qué?! —decimos ambos al unísono.

—Hugo, eres un pervertido. El pobre ni siquiera lleva cinco minutos de su primer entrenamiento y ya lo estás acosando.

—¡No he hecho nada!

Yoel pone los ojos en blanco y se marcha. Ya está acostumbrado a la relación que tenemos su hermano y yo.

—¿Sabes dónde he visto esa mirada antes? —empieza el rubio, y por mucho que intente ignorarlo sigue hablando—. El primer día de tercero de la ESO, cuando conociste a Rodrigo Bazán. Sorpresa: se convirtió en tu follamigo hasta primero de bachillerato. Luego te vi la misma mirada con Ramón, Alfonso, Adrián...

—Vale, no te he pedido un recuento de los chicos con los que me he acostado, así que para.

—...Juan, y hasta tu compañero escocés que vino de intercambio. Y todavía tengo trauma por culpa de la vez en la que conociste a mi tío...

—Oye, que Alejandro Vila siga estando bueno en sus cuarenta es un hecho, y no tiene nada que ver que sea vuestro tío. ¿Has visto las fotos en el anuario de cuando era adolescente y estaba en el equipo de baloncesto?

—Hugo, deja de hablar ahora mismo.

—Déjame en paz, entonces.

Pablo hace lo que le pido por primera vez en su vida y se aleja nadando. Mis pensamientos y yo nos quedamos solos de nuevo. Rápidamente mis ojos me traicionan y se posan en el chico de pelo blanco. Se está subiendo al podio de la izquierda del todo mientras Jolyne le da indicaciones. No lo negaré, el chaval tiene presencia. Otra cosa que no voy a negar es que me está poniendo burrísimo.

A flote [Libro 1 ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora