9. Creía que te gustaba el italiano

2.7K 409 28
                                    

El entrenamiento de hoy ha sido igual de duro que el de ayer. Por suerte ya estoy acostumbrado. Acompaño a mis amigos hasta los vestuarios entre suspiros de alivio y quejas con respecto a Jolyne y su ritmo imparable de dar órdenes.

—Es un poco mandona, pero eso da sus frutos luego, ¿sabéis?

La mayoría coincide conmigo.

—Sí, pero de vez en cuando podría relajarse —opina Pablo casi sin respiración. El pobre se ha llevado la peor parte: su técnica en espalda no es la mejor aún.

—También es verdad.

—Y tampoco la mataría felicitarnos alguna vez. ¡Todavía no he escuchado palabras buenas viniendo de ella!

—Quizás es porque no haces nada que merezca la pena felicitar, Julieta.

—Hugo, sigue hablando y te ahogaré con el gorro de silicona.

—¿Te va ese rollo? Cada día me sorprendes más.

La chica hace un esfuerzo inmenso por no reírse, pero lo que no puede evitar es dedicarme una sonrisa mientras me da un golpe en el hombro. Julieta se hace de rogar, pero sé que en el fondo le caigo bien. El problema es que no quiere que lo sepa y se pasa la mayor parte del tiempo intentando bajarme el ego. Por lo demás somos amigos. No puedo decir lo mismo de...

—¡Mattia!

La satisfacción que consigo de completar todos los ejercicios en tiempo récord compensa la hostilidad que cierto italiano sigue usando conmigo. El susodicho mira a Julieta con el ceño demasiado fruncido, gesto que creo que va a volverse permanente en él.

—Dime.

—Hemos pensado en ir a tomar algo en cuanto salgamos. ¿Te vienes?

Contemplo a mis compañeros uno a uno, anonadado. ¿En qué momento se les ha ocurrido salir esta noche y por qué me estoy enterando ahora?

—Oh. Pues...

—Gracias por avisarme, eh —suelto interrumpiendo la respuesta del italiano. Julieta resopla y le resta importancia al tema con un gesto.

—Ya contábamos con tu culo engreído ocupando una de las sillas en la reserva. ¡Pero siempre podemos llamar y agregar otra! ¿Qué nos dices, Mattia?

El chico se queda pensando durante unos segundos. No sé leer sus expresiones, pero si de algo estoy seguro es que delibera sin prisa consigo mismo. Decido intervenir.

—Um, no hace falta. Que ocupe mi sitio. Yo ya tengo plan para esta noche.

Mis amigos dejan de caminar en cuanto hablo, en parte porque el pasillo ha llegado a su fin y se divide en los vestuarios masculinos a la izquierda y los femeninos a la derecha.

—¡Entonces no tienes excusa, Mattia! Lo pasaremos genial.

El italiano asiente a regañadientes. No sé cómo interpretarlo. Parece aliviado por mi ausencia, pero molesto al mismo tiempo. Lo dicho: envidia.

Nos separamos al fin y llegamos a las duchas en silencio. Esta vez soy de los primeros en hacerme con una y en pocos minutos me encuentro fuera en bóxers y sacando el resto de la ropa de la mochila. Me siento en uno de los bancos comunes que tenemos mientras se me seca el pelo y aprovecho para revisar el móvil. Tengo dos mensajes de Dakota.

Dakota00: ¿Te viene mejor a las diez y media?

Dakota00: Por cierto, a ver si me das ya tu número, que esto de hablar por Instagram es una mierda.

Qué inocente. Tecleo una respuesta rápida a lo primero ya que lo segundo no me interesa.

Hugocastillo: Vale, nos vemos a y media.

No me da tiempo a bloquear el teléfono cuando descubro a cierto rubio sentado a mi lado.

—¿Otra vez Dakota? Creía que te gustaba el italiano —dice Pablo, quien por lo visto ha estado pendiente de la conversación todo el rato. Suspiro y me pongo los calcetines sin mirarle a los ojos.

—Ya, eso lo has supuesto, yo jamás lo he afirmado.

—¿Pero es verdad?

La pregunta de Yoel me pilla por sorpresa, al igual que su presencia al otro lado. Juro que son como dos fantasmas, y tampoco ayuda que tengan la misma cara. En cuanto a Yoel, me dejó claro hace bastante tiempo que no quería saber nada sobre mis líos y relaciones. No entiendo su repentino interés.

—No, no es verdad.

Ambos me miran con duda. Bufo y me encojo de hombros. Antes de continuar me aseguro de que nadie está pendiente de la conversación.

—A ver, ¿qué queréis que os diga? El chaval está bueno, pero nada más. Me toca demasiado los cojones creyendo que es mejor que yo. No me lo llevaría a la cama ni harto de vino.

—Vino no, pero con un poco de ron...

Le hago un gesto para que guarde silencio y Pablo carcajea. Él sabe que el ron es mi perdición. Yoel aprieta los labios y se apresura en terminar de ponerse la sudadera. Al parecer no le apetece continuar con la conversación y es mucho más rápido vistiéndose que los demás.

—Bueno, dejemos el tema. ¿Por qué no mejor hablamos del plan de esta noche en el que me habéis incluido a última hora?

—No ha sido así. Ya conoces a Julieta...

—Si te decíamos antes sobre el plan de invitar a Mattia te ibas a negar a ir —explica Leo a unos metros de distancia, pero aun así lo suficientemente bajo como para que la conversación continúe siendo privada.

—Es probable —admito en un susurro. Pablo rueda los ojos.

—Lo de Dakota es el plan que tienes esta noche, ¿no?

Asiento. Los gemelos intercambian una mirada significativa, cosa que odio. Podremos ser el mejor trío de amigos del mundo, pero cuando se comunican entre ellos sin compartir palabras me siento excluido. Me recuerda que ambos están unidos de otra forma, una que nunca entenderé.

—Que te lo pases bien. Nosotros iremos al sitio de siempre e intentaremos averiguar más sobre ese ser extraño.

Pablo señala con la barbilla de manera disimulada a Mattia, quien acaba de salir de la ducha y se dirige a su taquilla. Me pongo la sudadera encima y asiento.

—Me lo pasaré bien, no te preocupes. Mañana nos vemos.

Me despido de mis amigos y el resto de mis compañeros. Todos murmuran un "hasta mañana" menos Mattia, que parece estar demasiado ocupado poniéndose una camiseta ajustada que le tapa los tatuajes. Me muerdo el labio inferior mirándolo por última vez y salgo del club.

Le escribo a Dakota por impulso.

Hugocastillo: ¿Mejor a las diez? Tengo muchas ganas.

La respuesta afirmativa no tarda en llegar.

A flote [Libro 1 ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora