59. Familia

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Me había dicho a mí mismo que esperaría para arreglar las cosas con Yoel. Pero ya he esperado suficiente. Llevo un par de semanas encerrado en casa y ahora que ha acabado Navidad no puedo presentarme en los entrenamientos y hacer como si nada hubiera pasado con los gemelos presentes. Así que me he levantado del sofá, me he vestido con la ropa más decente que he encontrado y he andado hasta la casa de la familia Garza. Si me mandan a la mierda al menos me voy estando guapo.

Tras mirar fijamente la puerta durante lo que parece que han sido horas, me armo de valor y toco el timbre un par de veces. Escucho voces desde dentro, más de las que suele haber. Creo que he elegido un mal día. No me da tiempo a darme la vuelta para irme porque uno de los gemelos abre la puerta. Por suerte es Yoel.

—Antes de que te alteres, déjame...

—¿Qué haces aquí? —es lo primero que dice con los ojos muy abiertos.

—Tenemos que hablar.

Mantengo la esperanza porque no parece enfadado conmigo. O al menos así es al principio. En cuanto recuerda lo que pasó se obliga a ponerse serio y a mirarme con cara de pocos amigos.

—Tú y yo no tenemos que hablar de nada, Hugo. Todo quedó claro la última vez que nos vimos.

—No, no quedó claro. Necesitamos aclarar las cosas, sobre todo yo.

—Has tenido todas las navidades para eso.

—Necesitaba pensar.

—Y yo ahora necesito que te vayas.

Auch. Mentiría al decir que no ha dolido. Me recompongo en pocos segundos y vuelvo al ataque. Tengo que convencerlo como sea.

—Yoel, por favor. Déjame entrar y lo hablamos.

—Te lo vuelvo a repetir, no es buen momento. Es el cumpleaños de mi prima, así que...

A la mierda. Lo ignoro y lo esquivo para entrar a la vivienda. Este chico va a escuchar lo que tengo que decir sí o sí.

—¡Oye! ¿Qué haces?

Subo las escaleras sin mirar atrás. Él me sigue mientras suelta palabras que ni siquiera entiendo. Llego a la habitación de juegos y enciendo la luz. Yoel aparece con una expresión de incredulidad y cierro la puerta tras él.

—¿Te cuelas en mi casa así como así? Tienes...

—Me vas a escuchar hasta que acabe. Después puedes echarme, quitarte del club para no verme más e incluso mudarte de pueblo. Me da igual. Pero dame unos minutos. No es que yo me los merezca, sino tú. Esta amistad no puede acabar de esta manera. Me niego.

Yoel me observa con cautela. Quizás tiene miedo a que diga algo que pueda herirle, por eso se muestra tan reticente por primera vez conmigo. Es lo último que quiero hacer, de manera que me siento en el sofá y le indico con una sonrisa pequeña que se ponga a mi lado. No lo hace. Se limita a cruzarse de brazos y mirarme desde unos metros de distancia.

Incluso cuando la preocupación se refleja en su rostro como ahora sigue siendo guapo. Lleva el pelo rubio suelto y los mechones caen en su hombro derecho sin esfuerzo alguno. Para el cumpleaños que el resto de su familia está celebrando en algún otro lugar de la casa viste un suéter de color granate y unos vaqueros rotos azulados. A lo mejor todo sería más fácil si pudiera ver más allá de su cara bonita y sentirme atraído por él, pero no es así. En su lugar tengo que pillarme del italiano con pintas de macarra al que se le va la lengua más de la cuenta. La vida es muy injusta.

—Venga, habla antes de que me arrepienta —pide todavía de brazos cruzados.

Asiento y coloco los codos en las piernas para conversar en una posición más cómoda. Esto no va a ser fácil, pero tengo que intentarlo. El futuro de la amistad más importante que tengo depende de lo que diga a partir de ahora.

A flote [Libro 1 ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora