Capítulo seis

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Había un millón de motivos por los cuales informarle sobre su embarazo a Adrien podría resultar mal en todas las maneras posibles, comenzando con el hecho de que el impacto era demasiado cuando todavía la ausencia de su madre era muy reciente. Sin embargo, Gabriel estaba negado a la idea de ocultarle algo tan importante a su primogénito, y Nathalie tampoco deseaba hacerlo.

Adrien se sorprendió de sobremanera cuando observó a los dos adultos dirigirse hacia la mesa del comedor con tranquilidad, manteniendo la mirada sobre el otro mientras que, por unos instantes, lo ignoraban para comentar sobre un tema que obviamente desconocía en todo sentido.

— Adrien, por favor, ven y toma asiento.

— ¿Estoy en problemas o algo así?

— No. —Gabriel lo miró con tranquilidad—. Debemos hablarte sobre algo.

Nathalie lo miró con ojos rebosantes de cariño.

— Tienes la edad y madurez suficientes para que hablemos sin cuidado, Adrien. Primero que nada quiero comunicarte que esto no estaba planeado ni tampoco dentro de nuestras intenciones; nunca haríamos nada para lastimarte.

— Me están asustando. —masculló Adrien, mirando a ambos adultos con el corazón bombeándole con fuerza en el pecho, creyendo lo peor—. Papá, ¿seguro que todo está bien? ¿Hay noticias sobre el paradero de mi madre?

Gabriel aclaró su garganta, casi endeble.

— No queremos ocultarte información que mereces conocer. —pronto Nathalie se reprendió por ese inicio tan dramático y, para qué negarlo, hipócrita—. Lo diré con acatamiento y nulas intenciones de ocasionarte daños, pero es necesario que conozcas esta información tan trascendental.

— Por motivos que no necesitas conocer, hubo un poco de inmadurez entre mi persona y Nathalie, acciones que llevaron a algo muy impactante.

— Tendrás una hermana. —terminó Nathalie con suavidad.

— Esperen un momento... ¿qué?

Por supuesto, Adrien se les quedó mirando boquiabierto y más expresivo que nunca, mascullando repetidas veces palabras que ninguno de los adultos podía comprender. Gabriel se mantuvo impasible todo el rato, casi inexpresivo.

Esto va peor de lo que imaginé, pensó.

— Será reconocida como mi hija, como es correcto. —notificó el diseñador, sin importarle demasiado la reacción que su hijo pudiera tener—. Es una decisión previamente analizada y tomada.

— Tampoco iba a pedirles que abortaran o algo así, solo me sorprendió porque verdaderamente jamás me lo habría esperado. —Adrien sonrió.

No hubo berrinches ni improperios después de aquello, sino que se repartieron por la mansión en sus diferentes quehaceres, olvidando por completo la charla que verdaderamente marcaba un antes y un después en sus vidas.

Adrien se marchó a su habitación todavía sorprendido, pero sin sentimientos encontrados que pudieran perjudicar la probable felicidad de su padre y tutora. Jamás se le habría pasado por la mente que ellos mantenían una relación, muchísimo menos sexual, y que por obra del destino acabarían siendo padres.

Le entusiasmaba tener una hermana a la cual cuidar y proteger, a quien dedicarle tiempo para jugar o construir pasatiempos que se volvieran eternos. Incluso pensaba en un montón de nombres bonitos que pudiera sugerir para la niña.

— ¿No es raro? —preguntó Plagg comiendo un camembert.

— No me lo esperaba, pero tampoco me molesta. —dijo Adrien.

— Bueno, si tú eres feliz con eso, entonces no debo preocuparme.

De una u otra manera, Adrien estaba contento.

𝗨𝗻 𝗺𝗶𝗹𝗹ó𝗻 𝗱𝗲 𝗺𝗼𝘁𝗶𝘃𝗼𝘀 | 𝗚𝗮𝗯𝗲𝗻𝗮𝘁𝗵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora