Capítulo siete

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Había un millón de motivos por los cuales la prensa no debía enterarse de su embarazo y amorío con su jefe. En realidad, se imaginaba al montón de periodistas persiguiendo a Adrien en busca de entrevistas absurdas y respuestas que no le concernían en lo absoluto. Por más que su guardaespaldas estuviera con él, ninguno de esos indiscretos descansaría hasta reportar la primicia.

Sin embargo, ahí estaban, en el centro de los espectadores avanzando con presunta elegancia hacia el estrado en donde Gabriel, de una manera sutil y encantadora, daría a conocer la noticia de su segunda hija. Adrien parecía muy fascinado con la idea de tener una hermanita a la cual cuidar. Nathalie estaba buscando con la mirada vías de escape por si la situación se descontrolaba.

— ¡Señor Agreste! —exclamó uno de los periodistas, apartando a los demás del camino con bastante indiscreción—. Díganos, ¿cuándo lanzará el próximo grito de la moda? ¿Su hijo continuará modelando para usted?

— ¿Es cierto que contratará a un diseñador novato para su línea?

Demasiadas preguntas fuera de lugar.

— Quisiera hablar sobre algo más importante que mi carrera —con esas palabras consiguió silenciar a la multitud con velocidad—, y me refiero a mi vida privada. No deseaba hacerlo público hasta este momento. Tendré la dicha de recibir a mi primera hija en compañía de mi asistente, Nathalie Sancoeur.

Los periodistas se quedaron en un silencio desgarrador, observando a Gabriel y después a su secretaria como si se tratasen de alienígenas. Nathalie relamió sus bembos abrillantados y pronto aguardó por las siguientes palabras de su jefe.

Adrien esbozó una encantadora sonrisita.

— Asimismo, los detalles carecen de importancia. Es un embarazo avanzado, recibiré a una hija que llevará mi apellido pese a su venida inoportuna y será presentada como la miembro más joven de la familia Agreste.

— ¿Tienen nombre para la pequeña? —una periodista pareció reaccionar.

— Más importante, ¿eso significa que usted y su secretaria tienen una relación?

Como era de esperarse, las preguntas quedaron en el aire. Gabriel no concedió respuestas pese a que los periodistas, camarógrafos y fotógrafos los llamaban desesperadamente para hacerles más inquisiciones. Subieron al automóvil ignorando los llamados exasperados. Nathalie humedeció sus belfos.

— Padre, no fue tan mal como creí. ¿Tienen idea de cómo llamarla? —Adrien estaba fascinado con la idea de tener una hermana, eso podía advertirse en sus ojos azulados. Nathalie no pudo evitar sonreír—. Si se aceptan sugerencias, entonces tengo nombres que podrían gustarles.

— Tomaremos tus opiniones en cuenta, Adrien. —aseguró la secretaria.

Apreciar su felicidad cuando acababan de marcharse de una entrevista era un maravilloso sentimiento, además de sentirse contenta por la idea de que su exalumno no rechazara la idea de tener una hermana no planeada.

— No quiero invadir su privacidad, pero quisiera saber cómo llegamos a esto. —ahí estaba esa expresión con la que no podía negársele nada—. Me sorprendió.

— Como te dijimos antes, Adrien, fue en un momento donde nos comportamos de manera insensata e infantil. No existe ninguna relación amorosa entre nosotros.

Auch, pensó Nathalie, en otras circunstancias eso habría sonado peor. Asintió sutilmente a su jefe, manteniendo ese semblante inexpresivo que tanto la caracterizaba, esa expresión neutra donde podía ocultar sentimientos.

— Nathalie, me gustaría ir de compras a un centro comercial cercano. ¿Podrías llevarme? También quisiera comer helado. —dijo Adrien, sonriente.

La susodicha revisó en su agenda con velocidad, confirmando que él no tuviera ninguna actividad extracurricular pendiente. Una vez lo corroboró, esbozó una sonrisita poco común en su semblante y asintió.

— Sí, por supuesto.

— Gracias, Nathalie.

Los dejaron en la entrada del centro comercial minutos después, siendo ambos fuente de rumores y algunas críticas, pero supieron ignorar los comentarios perdiéndose en la labor de comprar bonitas chaquetas que le gustaran a Adrien. Todo iba excelente, tan excelente como cada vez que salía con él.

Su sorpresa llegó cuando Adrien, esbozando una humilde y encantadora sonrisa, cogió un conjunto femenino de bebé y se aproximó a Nathalie con un semblante divertido. Fue entonces cuando captó sus verdaderas intenciones.

— Nathalie, ¿te gusta este conjunto para la bebé?

¿Eh?, pensó Nathalie.

𝗨𝗻 𝗺𝗶𝗹𝗹ó𝗻 𝗱𝗲 𝗺𝗼𝘁𝗶𝘃𝗼𝘀 | 𝗚𝗮𝗯𝗲𝗻𝗮𝘁𝗵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora