Capítulo catorce: Rey de la mafia.

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KILIAN

«Horas antes»


Miraba mi vaso lleno de vodka mientras oía lo que los hombres en traje decían, parecían saber de lo que hablaban. Pasarían dos cargamentos de droga en una sola noche, pero se veían calmados, riendo entre ellos mientras desviaban el tema de vez en cuando, hablando sobre las mujeres en poca ropa que bailaban a unos metros sobre tubos.

Eran hombres jóvenes, pero con experiencia al igual que James, todos estaban forrados en billetes, sin contar que comíamos caviar con panecillos, al igual que fresas Arnaud, un postre que lleva un diamante de 7.09 quilates color rosa. Todos eran socios de James, y próximamente míos, estábamos en ese proceso.

El lugar en el que estábamos era amplio, de tapizados color vino, asientos de cuero negro, luces led rojas y aire acondicionado. Sólo estábamos diez hombres distribuidos en una mesa grande, todos estaban bien vestidos a excepción de mi, James dijo que parecía metalero, pero no iba vestirme como ellos querían, si iba a ser un narcotraficante, seria uno original.

—¿Qué te pareció?— preguntó James quien estaba sentado a mi lado.

—¿Qué?— dije serio, bebiendo un poco del vaso.

—Está semana de lleno en el negocio— respondió mordiendo un limón para luego beber su bebida de un golpe.

Podría decir que por ello no había ido al instituto, pero claramente no era por eso, no había vuelto por seguir el plan de James. Al menos había declarado a la policía antes de faltar, de igual forma ese asesinato ni Dios mismo lo había visto. Ya estábamos culpando a alguien más.

—Bien— dije, no mentía, trabajar en ello era incluso más interesante y entretenido que matar tipos en un ring.

Había descubierto fascinación por mandar a todo el mundo, por aprender a manejar trabajadores, saber más sobre vender la droga, conseguir contactos. Había conocido a más personas esta semana que en un año. Y eran personas superiores, personas importantes, me gustaba este mundo. James había acertado, yo estaba hecho para esto.

Había pasado de ser espectador a entrar en escena, podría jurar que me encantaba esto. Si James necesitaba que fuese su sucesor con gusto lo sería, aunque antes no hubiese estado tan seguro, me había dado cuenta que este trabajo era increíble. Ahora podía entender porque le gustaba tanto al ojigris. Aunque tenía algo en claro, y es que quien entra de lleno, no sale. Sin embargo, no estaba muy preocupado por eso.

Pero claramente este mundo y todas esas personas no habían sacado de mi mente ni un segundo esos ojos de ángel que me atormentaban cada noche y debía masturbarme o lo llamaría.

Quizá podía acostarme con otro para saciarme y no romper lo que James me había pedido, que era alejarme de él unos días, sin embargo, eso no se me había pasado por la mente ni una vez, sentía la necesidad de sólo sentirlo a él.

Tanto que comenzaba a desesperarme, ayer me había despertado con ganas de ir a su casa, y terminé destrozando el saco de boxeo que tenía en mi habitación, también había pasado los últimos dos días cabreado, respondiendo más mal de lo común y soltando maldiciones a todo lo que se moviera. No sabía cuánto tiempo más iba a soportar no tenerlo.

Sabía que era una estupidez, y eso también me motivaba a alejarme, no podía depender de alguien, tenía que dejar las mariconerias. Aún así estaba asombrado, ese imbécil era una necesidad.

Noté que uno de los hombres de James se acercó a él para decirle algo en su oído, luego él me miró a mi con una mirada preocupada, dejé mi bebida alzando una ceja.

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