Capítulo diecisiete: En los brazos de un demonio.

6.6K 590 58
                                    


ASHER

Mis pies comenzaban a doler bajo el asfalto, las botas blancas que los cubrían casi se arrastraban, no había tenido la decencia de tomar un taxi, aún no sabía la razón, o bueno, sabía que mi casa era cerca, relativamente, y también sabía que la causa de aquel dolor intenso en mi cuerpo era a base del sexo salvaje que había tenido en el auto desconocido con Kilian. El mismo hombre que me hacía sufrir tanto física como mentalmente.

Él me hacía sentir asqueado de mi mismo en muchas maneras. Me hacía sentir poco, mas que una mala persona. Hace tan sólo días él había destrozado las galletas que había hecho para él, me había empujado, tratado horrible, siempre me trataba horrible, y yo, a pesar de haber estado una semana en un psicólogo, había aceptado que me tocara nuevamente en el coche luego de hacerme una escena en la fiesta.

Yo tenía en claro todas las cosas que él me había hecho y aún así cada vez que lo veía caía rendido en sus brazos con tan solo oír su voz. Más sin embargo, cuando él no estaba, me daba cuenta de todo, de lo tóxicos que eran nuestros encuentros.

Pero cuando se ponía delante de mí, parecía que todo se borraba de mi mente y lo único que quedaba, era la loca necesidad de comer su boca, de que me acunara entre sus brazos porque para mí en esos momentos, no habría un lugar mejor.

¿Por qué me sentía seguro en los brazos de un demonio?

Todo esto era su culpa, por ser tan adictivo, por tener aquella voz, aquella mirada, aquellos labios, por hacerme sentir vivo con su tacto. O quizá no, quizá todo esto era por mí, por ser tan ciego y masoquista, por querer quedarme al lado de un monstruo asesino.

Uno que había aniquilado a un chico por mi culpa, comenzaba a aceptar que había sido por mí, Josh Foster había muerto por mí, y ni siquiera sabiendo algo así dejaba de sentir cosas por quien le quitó el brillo de sus ojos.

—Te odio, Kilian— murmuré con voz rota —Me odio— solté, me sentía humillado, llorando, incluso rodeado de pocas personas, y aún lo seguía haciendo cuando llegué a casa.

Este hombre me había causado tantos traumas que me dejarían en terapia por meses, tantos sentimientos, dolor, y me había a condenado a un suplicio de culpa que estaba seguro, no se quitaría con nada.

No quería ocultar nada en ese momento, sabía que aunque quisiera no iba a poder hacerlo.

—¡Asher!— exclamó mamá en cuanto crucé la puerta de la entrada, alcé la mirada viéndolos, ambos se veían cansados, más mamá. Papá se levantó de la silla en la que se encontraba corriendo hacía mí, y mamá lo siguió.

—¿¡Qué te ha pasado!?— preguntó papá, chequeando mi cuello y brazos, traté de alejarme, pero mamá lo acompañó. Tenía una mirada de miedo y enojo con una pizca de alivio.

Me sentía tan exhausto, tanto física como mentalmente, ni siquiera pensé en lo que diría, pero sabía que de lo contrario no me los sacaría de encima.

—Follé con un chico al salir de la fiesta— hablé, ambos detuvieron sus manos y se alejaron de mí, para mirarme como si hubiese dicho que venía de quemar una iglesia.

No esperé a que hablaran o me llenaran de preguntas, sólo los rodeé subiendo las escaleras con el estómago revuelto, al parecer tampoco querían hablar conmigo en ese momento, tal vez se habían quedado en shock al enterarse que su hijo ya no era un niño pequeño. Y en cuanto llegué a mi habitación cerré con seguro quitándome la chaqueta que tenía y corriendo al baño, donde levanté la tapa para arrodillarme delante de la misma y vomitar los jugos de mi estómago vacío.

SuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora