Día nuevo; otra vez clase. No me apetecía ir al instituto y menos aún con el frío que hacía esa mañana, pero tenía ganas de seguir conociendo a Nora. Mi madre me preparó unas tortitas con sirope de fresa y un zumo de naranja natural. ¡Qué bueno estaba!
Mi madre me acercó al instituto en coche y después se fue a trabajar. Se la veía contenta en su nuevo trabajo y eso me hacía feliz. Cada día que pasaba me daba cuenta de que el cambio de vida es algo que tenía que ir asumiendo, y así fue. Intenté olvidar Madrid y darme cuenta que ahora estudiaba en San Sebastián, aunque no me gustara. Pero si ponía de mi parte, todo podía hacerse más llevadero.
Una vez en el instituto, me fui directa al aula. Todavía faltaban quince minutos para que empezara la primera clase y la mayoría de las personas estaban todavía por los pasillos, pero yo no tenía con quien hablar. Me senté en mi silla y poco a poco empezó a llegar la gente. Las únicas chicas que me saludaron fueron mis vecinas de pupitre. Las demás pasaron de mí como si no existiera.
La profesora de tecnología entró a la clase y nada más llegar comenzó con sus explicaciones. Se llamaba Cristina y estaba casi segura de que no era española. Tenía un acento extraño, francés, quizás. La verdad que no tenía ni idea, pero Cris, como las demás alumnas la llamaban, tenía que ser extranjera. No era mi asignatura favorita, de hecho no me gustaba, pero como en las demás, siempre lo daba (casi) todo.
Nora no apareció en toda la hora. Al principio pensé que a lo mejor llegaría tarde como la última vez, pero esta vez no apareció. Fueron pasando las horas y no llegaba. En uno de los descansos de veinte minutos que hacíamos cada dos asignaturas, una compañera de clase se acercó a mí. Era Aurora, la rubia con coleta de cerdo que se cree el centro del universo. Bueno, eso me dijo Nora.
Me invitó a una fiesta el viernes en su casa. Parece ser que vivía en una vivienda muy grande y que sus padres estarían fuera hasta el domingo, por lo que decidió organizar algo con sus amigas. A pesar de que me extrañara la invitación, acepté. Yo nunca he sido muy fiestera, pero creo que era una buena ocasión para conocer gente nueva y hacerme amiga de ellas. Las dos chicas que se sentaban a la izquierda no fueron invitadas. Y dudo mucho que Nora lo estuviera.
No me dio muchos detalles sobre la fiesta. <<Acércate cuando quieras, pero las demás llegarán entre las nueve y las diez de la noche. Compraré comida para cenar, pero si quieres puedes venir cenada. Ah, y prohibido traer a gente sin mi permiso>>.
El plan me parecía de lo más divertido: ir a casa de una compañera de clase para bailar y conocer gente. Sin embargo, me parecía un poco sospechoso que no me saludara al comienzo de la clase y luego me invite a su casa. Pasé de ser un fantasma a una más del grupo. Era mejor no pensar en eso. Iría a la fiesta sin ninguna duda.
El horario escolar acabó con la asignatura de geografía. Yo creo que después de historia era mi asignatura favorita. Además, la profesora me pareció muy buena, pero las demás no es que mostraran mucho interés. No era por ser cotilla, pero me entró curiosidad por saber que hacían o veían en los portátiles que alquilamos en secretaría mientras la profesora explicaba la lección. Dos de las chicas que estaban en la fila de enfrente estaban en una página de moda; concretamente, mirando ropa. Otras estaban hablando por WhatsApp y algunas en Instagram. Nadie prestaba atención a la profesora. Solo yo.
El instituto ofrecía la opción de alquilar unos portátiles pequeños durante el curso entero para hacer trabajos de clase y seguir las explicaciones de los profesores. Y, a pesar de que algunas páginas estuvieran bloqueadas para que no pudiéramos jugar, la gente conseguía encontrar el modo de entretenerse. YouTube, Instagram, WhatsApp... Estoy segura de que algunas lo usaban más por puro aburrimiento que por asuntos escolares.
Las clases terminaron por fin; quería llegar a casa. Como mi madre trabajaba hasta las siete de la tarde, tenía que volver en el bus escolar. Obviamente, prefería que me recogiera mi madre, pero no me importaba volver en autobús. Me sentaba por la zona del medio, y escuchaba música mientras miraba por la ventana. La media hora que tenía hasta llegar a mi barrio, se me pasaba bastante rápido. Algunas aprovechaban para terminar los deberes o estudiar, pero yo prefería hacer todo aquello en casa, tranquila y en silencio. Siempre están las típicas personas haciendo ruido y gritando al fondo del autobús...
Nada más llegar a casa terminé los deberes de tecnología que me quedaban y salí a dar una vuelta. El cielo estaba nublado, como siempre, así que decidí coger el paraguas por si llovía, que no sería nada extraño. Volví al palacio en el que estuve el primer día. Me gustaba mucho ese sitio; se veía un paisaje realmente bonito y relajante. Con tan solo mirar, me sentía más calmada. Noté como empezó a llover poco a poco, así que me levanté y decidí volver a casa. Además, mi madre ya habría llegado.
El próximo día le conté lo de la fiesta a Nora. Su cara no reflejaba mucha felicidad, pero a mí me hacía ilusión ir. <<Oye, que si quieres ir adelante. Estarás rodeada de falsas, pero seguro que lo pasas bien. Habrá música, alcohol... y chicos>>. Esa última palabra me recordó algo que llevaba preguntándome desde el primer día de clase. No había ningún chico en todo el instituto. Yo sólo veía chicas. A lo mejor es que no me había fijado bien o no había coincidido con ellos, pero Nora, con una risa en su rostro, resolvió mi duda: ¡Me había apuntado a una escuela segregada! Es decir, separado por sexos; en este caso, sólo de chicas. <<Pero tranquila, tengo muchos amigos que te caerán genial. Seguro que "El Bryan" y tú os lleváis genial>> - me dijo riéndose a carcajadas. Me quedé de piedra.
Esa misma tarde, quedé con Nora para ir a una biblioteca que no estaba lejos de mi casa. Tenía una forma extraña, pero era bonita; me gustó. Nora ingenió un plan para poder entrar adentro, pero... ¿Por qué?, os preguntaréis. Parece ser que esa biblioteca pertenecía a las universidades, que por lo visto también estaban cerca de mi casa. Necesitábamos una tarjeta que no poseíamos para entrar, pero me encontraba con una chica muy inteligente, aunque... en realidad fui yo el cebo. Estaba claro que no parecíamos universitarias, sobre todo yo, así que tuvimos que hacer un pequeño esfuerzo.
Aunque parezca broma, tuve que fingir un mareo. Creo que es una idea que siempre se nombra a la hora de hacer una gamberrada, pero que nunca se hace. Esa vez, la bromita fue realidad. Me acerqué a los dos hombres que estaban en secretaría para preguntarles dónde podía encontrar el servicio, pero antes de que me respondieran, yo ya estaba en el suelo. Ellos, muy amables, me acompañaron al baño de dentro. La secretaría estaba a unos pocos metros de la máquina donde hay que meter la tarjeta, así que dejé el camino libre para Nora.
Yo no era muy buena actriz, pero me metí en el papel e hice una actuación perfecta. Los hombres tampoco es que hicieran gran cosa, únicamente me echaron un poco de agua fría en la frente, pero después de eso me quedé dentro. Misión cumplida. Nora y yo nos sentamos en una mesa para hacer los apuntes de geografía.
Llegó el viernes. Ya eran las nueve y media de la noche y todavía no había salido de casa, aunque ya estaba preparada. Me puse un vestido negro y por encima una cazadora, por si hacía frío. Bueno, en realidad, porque mi madre me obligó. Se ofreció hacer de taxista y me llevó a casa de Aurora. No tenía ni idea de donde estábamos, ni como volvería a casa; yo solo sabía que estaba muy nerviosa. Me daba un poco de miedo caerles mal, o que se dieran cuenta de que no encajo en su grupo. Son tan guapas y tan populares...
Mi madre me acercó en coche hasta la puerta de su casa. Era un barrio lleno villas y coches caros. Era sin duda un lugar donde vivía gente con mucho dinero, como era el caso de Aurora. <<Pásatelo muy bien Lucía. Disfruta de la fiesta pero ten cuidado por favor. Ni se te ocurra beber alcohol y no vuelvas tarde a casa, ¿vale?>>. Mi madre estaba casi tan nerviosa como yo.
Toqué el timbre y esperé a que me abrieran la puerta. Aurora me recibió con los brazos abiertos. <<¡Lucía que bien que hayas venido! Pasa, pasa; ponte cómoda. Si necesitas cualquier cosa avísame>>. A lo mejor ya había bebido. Toda la clase estaba allí; toda, excepto tres personas: Nora y las dos chicas de las que me habló. También había chicos, y música. Obviamente, no faltaba el alcohol.
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Supongo Que Estoy Enamorada
Romance"Imaginaros que tenéis que dejar el lugar en el que lleváis viviendo desde pequeños y abandonar a todos vuestros amigos. ¿No suena tan divertido verdad? Pues eso mismo, es lo que estoy haciendo en este instante: dejar atrás mi vida". Lucía abandona...