CAP. 7Después de pasarme las últimas dos horas de clase por la tarde, decidí ir a la cafetería. ¿Qué podría salir mal? Ya llevaba un día lo bastante malo como para poder empeorar.
Ya había avisado a mi padre al segundo en el que decidí que hacer, no quería echarme atrás como hago siempre. Puede que le molestara que, justo hoy, no fuera a casa con todos. Pero sinceramente no quería sentarme en una mesa en silencio, donde se hace la situación más incómoda y dolorosa del mundo.
Así que cuando salgo de clase, no espero a Bea, como suelo hacer, voy directamente a la cafetería.
Te veo bastante... ¿Feliz? Parece que te hace ilusión quedar con...
Shhh calla, calla. Estoy a punto de entrar cuando me asomo a ver si hay alguien, sin embargo no hay nadie. Eso me desanima bastante.
Que le den, será cabrón. No voy a desperdiciar mi viaje hasta aquí, así que me tomaré algo.
Entro, muy decidida, y cabreada, para sentarme en la misma mesa de siempre.
Estoy a punto de levantarme para pedir, algo bastante raro, ya que siempre vienen a la mesa. Pero, de un momento a otro, un camarero viene hacia mi.
– Hola, buenas tardes. Bienvenida a Boffe, tu nueva cafetería favorita – dice con una gran sonrisa.
Cabe destacar que tiene un pelo rubio y unos ojos azules preciosos. Además, debe de tener mi edad o un año más. Parece simpático.
Está buenísimo.
Podría caerme muy bien.
Está buenísimo.
– No hace falta que actúes así conmigo, vengo prácticamente todos los días. Podría decirse que es mi cafetería favorita desde antes de que existiera – digo apresuradamente.
– Menos mal, prefiero atender a una experta en mi primer día, será más fácil – se ríe bajo.
– Bueno, justo hoy no parece que tengas muchos clientes – vemos el resto de la cafetería, está vacía, así que se me ocurre algo. – Podrías sentarte, dudo que alguien te necesite ahora mismo.
¿Desde cuándo tan atrevida?
Duda un momento, pero cuando vuelve a revisar la cafetería completamente vacía, asiente con una sonrisa y se siente en la silla de en frente.
– Muchas gracias, llevo una hora esperando a que entre alguien.
– Es un placer poder ayudar a alguien en esa situación de sufrimiento.
Solo llevamos 5 minutos hablando, pero ya me ha dicho su nombre, Caleb, y que es de Estados Unidos, pero lleva 8 años en España. También hablamos de por qué trabaja, ya que me dijo que tenía 18, y es por su padre, que está enfermo y su madre no gana suficiente para el medicamento.
La verdad que me causa ternura, y hay muy buen ambiente. O lo había hasta que la campanilla de la puerta suena. Parece que a Caleb no le importa demasiado, pero a mi si cuando veo quien es.
Lucas entra con su gran sonrisa, la cual odio, y se acerca a nosotros. De repente, Caleb se pone un poco tenso y se levanta de la silla.
– Bicho raro, siento llegar tarde, el profesor alargó la clase un poco más.
– No me llames así, y no te preocupes, Caleb me hizo compañía – dije en un tono un poco más cargado de prepotencia del que pretendía.
Eso hizo que Lucas, por primera vez, se dirigiera a Caleb, que estaba paralizado a nuestro lado.
– Pues gracias por calentarme el sitio, supongo – tras decir esto se gira en redondo y, prácticamente le da la espalda.
Agg que asco de persona. ¿En qué momento pensé que era buena idea quedar con alguien así? Ahora mismo prefería mil veces estar con mi padre.
– Fue un placer acompañar a Eda, la verdad que eres muy maja – comentó Caleb, pasando por alto el feo que le había hecho Lucas.
– Muchas gracias, me lo he pasado muy bien contigo – y eso parece que es la gota que colma el vaso para Lucas.
– Bueno ¿No eres el camarero? ¿No deberías estar tomándome nota? – dice de mala gana.
A el pobre no le queda otra que anotar lo que le pide e ir a prepararlo, a menos que quiera que Lucas se ponga más borde por nada.
Intenta hablar conmigo mientras esperamos a que le traiga el café, pero no puedo evitar estar molesta por cómo lo ha tratado, así que lo evito a él.
– Venga Eda, no pases de mi – me dice en un susurro, como si se avergonzara de decir eso.
– ¿Te parece bien como lo has tratado? Porque a mi no, para nada. Y mucho menos cuando me ha acompañado mientras te esperaba – suelto de malas maneras.
– Chicos, siento interrumpir, pero aquí tienes tu café – dice Caleb, mientras deja la taza con cuidado en la mesa.
Cuando está dispuesto a volver a la barra lo detengo tocándole un brazo.
– ¿Podrías ponerme esto para llevar? – señalo mi vaso – Es que me tengo que ir ya, que me está esperando mi padre – digo, mirando a Lucas, insinuándole que llega tarde.
– Por supuesto – lo recoge y va devuelta a la barra.
Nada más irse, Lucas se inclina un poco sobre la mesa.
– Venga bicho raro, no he llegado tan tarde. De verdad, lo siento mucho.
¡Toma! ¿Ahora ya no eres tan machito, verdad?
Venga ya, si te encanta que te pida perdón por hacerte esperar.
– Lo siento yo, por hacerte perder el tiempo viniendo aquí. Si me disculpas, me tengo que ir.
Indignada me levanto y voy hasta el mostrador, donde está Caleb esperándome con un vaso de cartón.
– Muchas gracias, no solo por el café, también por lo de antes – digo tímidamente.
– No es nada, está bien tener a alguien con quien hablar – me sonríe amablemente, y eso es todo para que me lance.
– Oye, no tendrás papel y boli a mano ¿no? – asiente y me tiende ambas cosas – Pues, cuando quieras hablar escríbeme – le tiendo el papel, ahora con mi número de teléfono escrito.
Lo de tímida te duró poco eeh.
– Lo haré – su sonrisa se ensancha, pero no con aire de superioridad, como haría Lucas, si no con alegría.
Después de eso, cojo mis cosas y me voy. Sentí la mirada de Lucas durante todo el recorrido hasta la esquina, donde ya no se ve la cafetería.
Puede que no haya sido tan malo venir.
——————
¡Lo siento! Se que es muy cortito, pero me parece muy... ¿Cuál sería la palabra? ¿Interesante? Bueno, no se. Lo que sí se es que, a lo mejor, tenemos un celoso entre las manos.Ya sabéis, próximo sábado nuevo capítulo.
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Simplemente yo
Fiksi RemajaDesde la muerte de mi madre todo se había vuelto oscuro, nada era lo mismo. Es verdad que ya habían pasado 2 años, y todo el mundo volvía a estar como siempre, pero para mi era imposible. O eso pensaba, hasta que en aquella cafetería conocí a mi luz...