A Wanda le gustan las sitcoms de cualquier época, podría pasar horas y horas viendo capítulos a lazar.
A Wanda también le gusta Natasha, incluso si no la ha vuelto a ver desde que se despidieron en Vormir.
[WANDANAT fanfiction]
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— Y para mi truco final... —Nat llevaba un sombrero de mago y una varita en su mano derecha.— Les presento... ¡El armario de los misterios! —hizo un gesto con la varita, pero nada pasó.— Querida, aquí entras tú. —le dijo a su mujer quien debía estar escondida, no muy lejos.
— ¿Ya has dicho lo del armario de los misterios? —la voz de Wanda se escuchó un poco baja debido al lugar en donde se encontraba.
— He dicho el armario de los misterios.
— Es mi señal. —señaló con orgullo mientras entraba a escena, dentro de un armario.
— Recórcholis. —Nat exclamó.
— ¿Qué pasa?
— Estás igual que la primera vez que te vi. —la mujer que hacía de maga se rio ante su propia broma.
— Natasha no es gracioso. —la Sokoviana salió del objeto ocultando que si lo era.
— Si lo es.
— No lo es.
— Sí. —no pensaba rendirse en esta disputa.
— De acuerdo si lo es. ¿Ahora podemos continuar, por favor? —Wanda acabó accediendo, enamorada hasta las trancas de su mujer testaruda.
— Observen atentamente mientras yo, Natalia Alianova... —Nat empezó con el número pero enseguida lo interrumpió.— ¿Wanda, de verdad tengo que usar mi nombre completo para esto? —se quejó.
— Sí, suena más elegante. —Wanda aclaró, moviendo las manos para que continuara con la escena de magia.
— Yo, Natalia Alianova, maestra del enigma y de la rapidez, hago que mi atractiva ayudante, Glamour, desaparezca. —Nat movió los brazos exageradamente mientras señalaba a Wanda y a la caja. Ambas abrieron el armario con expresiones actuadas y la Sokoviana se metió dentro de este.
— Eres la mujer más preciosa que he visto nunca. —dijo nada más entrar en el objeto.
— Gracias dorogaya. —suspiró feliz Natasha, llamándola querida en ruso.— No temas, Glamour. Pues yo, Natalia, juro traerte de vuelta exactamente como estás. —cerró las puertas gritando un "Abracadabra." Golpeo tres veces la madera y las volvió a abrir, esta vez al ritmo de un "Tachan"