17 de enero de 2005.Mi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajas. Aunque era enero en el resto del país, en Korea la temperatura era de veinticuatro grados y el cielo, de un inteso azúl. Llevaba mi camiseta favorita: una de los Monthy Python, la de las golondrinas y el coco que mi madre me regaló hace dos navidades.
Me quedaba casi pequeña, pero daba igual. Dentro de poco no iba a necesitar camisetas.En la península de Olympic, al noroeste del estado de Washington, existe un pueblito llamado Forks cuyo cielo siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos.
Mi madre se escapó conmigo de aquel lugar y sus deprinentes tinieblas cuando yo apenas tenía unos meses. Me había visto obligado a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin, al cumplir los catorce años, me impuse; así que, en vez de eso, los tres últimos años, Karl, mi padre, había pasado sus dos semanas de vacaciones conmigo en Korea.
Y, a pesar de ello, ahora de alguna manera me exiliaba en Forks para terminar la escuela. Un año y medio. Diesiocho meses. Una sentencia penitenciaria. Diesiocho meses muy duros.
Cuando cerré la puerta del coche detrás de mí, sonó como el clang de los barrotes de hierro encajando en su lugar.
Okey, me acabo de poner un poco melodramático. Tengo la imaginación un poco desatada, como le gusta decir a mi madre. Y, por supuesto, había sido elección mía. Un exilio autoimpuesto.
Lo cual no lo hacía en absoluto más fácil.Adoraba Korea. Me encantaba el sol, el calor seco y la gran ciudad que se extendía en todas direcciones. Y me encantaba vivir con mi madre, donde alguien me necesitaba.
-No tienes que hacerlo- me dijo mamá por enésima vez antes de llegar al control de seguridad del aeropuerto-
Mi madre dice que nos parecemos tanto que podría usar la imagen de su cara como espejo para afeitarme. No es del todo cierto, aunque es verdad que no me parezco mucho a mi padre.
Mi madre tiene el mentón afilado y los labios carnosos, y yo no; pero sí tenemos exactamente los mismos ojos. Los suyos son ingenuos (Felinos de un azúl muy claro), lo que la hace parecer mi hermana más que mi madre.
Nos lo dicen constantemente y, aunque finge que no, le encanta. En los míos, el azúl claro parece menos ingenuos y más indecisos.Al contemplar aquellos ojos felinos e ingenuos, tan parecidos a los míos, tuve un ataque de pánico. Llevaba toda la vida cuidando de mi madre. Bueno, seguramente hubo una época, probablemente cuando aún usaba pañales, en la que no tenía que ocuparme de las facturas y el papeleo, de cocinar y de mantener la sensatez, pero ya no me acordaba.
¿Era buena idea dejar que mi mamá se las arreglara sola? Durante los meses que había pasado dándole vueltas a la desición, tenía la sensación de que sí. Pero, ahora, me parecía la peor decisión posible.
Ahora tenía a Minji, por supuesto, por lo que probablemente se pagarían las facturas, habría comida en el refrigerador y gasolina en el tanque del coche, y podría apelar a él cuando se encontrara perdida, pero aun así...
-Es que quiero ir- mentí. Siempre se me ha dado mal eso de mentir, pero había dicho esa mentira con tanta frecuencia estos últimos meses que ahora casi sonaba convincente-
-Saluda a Karl de mi parte-
-Sí, lo haré.-
-Te veré pronto- prometió- Puedes regresar a casa cuando quieras. Volveré tan pronto como me necesites-
Pero sabía cuanto le costaría hacer aquello.
-No te preocupes por mí- insistí- Todo saldrá estupendo. Te quiero, mamá-
Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego atravesé el detector de metales y ella se marchó.
Para llegar a Forks tenía por delante un vuelo de cuantro horas de Korea a Seattle, y desde allí a Port Angeles una hora más en avioneta y otra más en coche. No me desagradaba volar, pero me preocupaba un poco pasar encerrado una hora con Karl.Lo cierto es que Karl tomó bastante bien todo aquello.
Parecía realmente complacido de que por primera vez fuera a vivir con él de forma más o menos permanente. Ya me había inscrito en la escuela y me iba a ayudar a comprar un coche.Pero iba a ser incómodo. Ninguno de los dos era muy extrovertido, probablemente algo necesario para vivir con mi madre. Pero, aparte de eso, ¿Qué nos íbamos a decir? No es que mantuviera mi aversión a Forks en secreto, presisamente.
Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Port Angeles. No lo consideré un presagio, simplemente era inevitable. Ya me había despedido del sol.
Karl me esperaba en la patrulla, lo cual no me extraño. Para las buenas personas de Forks, Karl es el jefe de policía Kim. La principal razón para comprarme un auto, a pesar de que no tengo un dólar, era que me negaba rotundanente a que me llevara por todo el pueblo en su patrulla. No hay nada que haga más lenta la velocidad del tráfico que un policía.
Karl me abrazó torpemente con un sólo brazo cuando bajaba a trompezones de la escalerilla del avión.
-Me alegro de verte, Tae.- dijo con una sonrisa al mismo tiempo que me ayudaba a mantener el equilibrio. Nos dimos una palmadita en el hombro, incómodos, y nos apartamos- Apenas has cambiado. ¿Cómo está Mara?-
-Mamá está bien. Yo también me alegro de verte, papá- Se supone que no debo decirle Karl-
-¿De verdad te parece bien dejar de vivir con ella?-
Los dos sabíamos que aquella pregunta no tenía que ver con mi felicidad personal. Tenía que ver con si estaba eludiendo mi responsabilidad de cuidar de ella. Aquél era el motivo por el que Karl nunca había peleado con mi mamá por mi custodia: sabía que ella me necesitaba.
-Sí. No estaría aquí si no estuviera seguro.-
Esto sigué. Es decir, "Primer encuentro" lo seguire poniendo ya que es la segidilla del primer cap. Pero se me hizo demasiado largo.
-Meng.
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Crepúsculo (J.Jx K.T)
VampirosCuando Kim Taehyung se muda a la fría ciudad de Forks y conoce al misterioso y atractivo Jeon Jungkook, su vida dará un giro emocionante a la par que aterrador. Con su piel de porcelana, sus ojos dorados, su voz himnótica y sus dones sobrenaturales...