Primer Encuentro (2p)

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-Bueno, está bien-

Sólo llevaba dos bolsas de lona. La mayoría de mi ropa de Korea era demasiado ligera para usarla en el clima de Washington. Mi madre y yo habíamos hecho un fondo común con nuestros recursos para completar mi guardaropa de invierno, pero, a pesar de todo, no era mucho. Podía con las dos, pero Karl insistió en llevar una.

Me tambaleé un poco: mi equilibrio nunca ha sido muy bueno, sobre todo desde que pegué el estirón. Se me enganchó el pie en la puerta de salida y la bolsa se balanceó y golpeó al tipo que estaba intentando entrar.

-Ay, lo siento-

El tipo era mucho mayor que yo, y era mucho más bajo, pero se acercó a mí con la barbilla levantada. Vi los tatuajes a ambos lados de su cuello. Una mujer también bajita, con el pelo teñido de negro opaco, se me quedó mirando amenazadoramente desde el otro lado del chico.

-¿"Lo siento"?- repitió la mujer, como si de alguna manera mi disculpa hubiera sido ofensiva-

-Eh... Sí.-

Y entonces la mujer se fijó en Karl, que iba con el uniforme. Karl no tuvo que decir nada. Simplemente miró al tipo, que retrocedió medio paso y de pronto me pareció mucho más joven, y luego a la chica, cuyos labios pintados de pegajoso carnín compusieron un mohín digustado. Sin decir palabra, me rodearon y se dirigieron hacia la minúscula terminal.

Karl y yo nos encogimos de hombros al mismo tiempo, era divertido que tuvieramos los mismos gestos aunque no hubiéramos pasado demasiado tiempo juntos. Quizás son los genes.

-He localizado un coche perfecto para ti, y muy barato- anunció una vez que nos abrochabamos los cinturones de seguridad de la patrulla y nos pusimos en camino-

-¿Qué tipo de coche?-

Desconfié de la manera que había dicho "Un coche perfecto para ti" en lugar de simplemente "Un coche perfecto"

-Bueno, es una camioneta, una Chevy para ser exactos-

-¿Dónde la encontraste?-

-¿Te acuerdas de Michael Black, la que vivía en La Push?-

La Push es una pequeña reserva india situada en la costa.

-No-

-Su marido y ella solían venir de pesca con nosotros durante el verano- Me expicó-

Por eso no me acordaba de ella. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas.

-Ahora está en una silla de ruedas- Continuó Karl cuando no respondí- Por lo que no puede conducir y me propuso venderme su camioneta, una ganga-

-¿De qué año es?-

Por la forma en la que cambió la cara, supe que esa pregunta no quería oirla.

-Bueno, Michael le ha hecho muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco es tan viejita.-

¿De verdad pensaba que me iba a rendir tan fácil?

-¿Cuándo la compró?-

-En 1984... Creo-

-¿Y era nueva entonces?-

-Bueno, no. Creo que era nueva a principios de los sesenta, o a lo mejor a finales de los cincuenta- confesó con timidez-

-¡Papá, por favor! ¡No sé nada de coches! No podría arreglarlo si se descompusiera y no me puedo permitir pagar un taller.-

-Nada de eso, Tae, el cacharro funciona a mil maravillas. Hoy en día no los fabrican tan buenos-

Él cacharro; repetí en mi interior. Al menos tenía posibilidades como apodo.

-¿Y qué entiendes por barato?-

Después de todo, ése era el punto importante.

-Bueno, hijo, te lo compré como regalo de bienvenida.-

Karl me miró de reojo con rostro expectante.
Vaya, gratis.

-No tenías que hacerlo, papá. Iba a comprarme un coche.-

-No me importa. Quiero que te encuentres a gusto aquí.-

Karl mantenía la vista fija en la carretera mientras hablaba.

Sentía incómodo al expresar sus emociones en voz alta. Otra cosa que tenemos en común, así que también miraba hacia la carretera cuando le respondí.

-Es genial, papá. Gracias. Te lo agradezco de veras.-

Resultaba innecesario añadir que era imposible estar a gusto en Forks, pero él no tenía por qué sufrir conmigo. Y a caballo regalado no se le ven los dientes, ni el motor.

-Bueno, pues de nada- musculló, avergonzado por mis palabras de agradecimientos-

Intercambiamos unos pocos comentarios más sobre el tiempo, que era húmedo y básicamente ésa fue toda la conversación. Miramos a travéz de las ventanillas.

El paisaje debía ser hermoso. Todo era de color verde: los árboles cubierto de musgo, tanto los troncos como ramas, el suelo cubierto de helechos. Incluso el aire que se filtraba entre las hojas parecía verde.
Era demasiado verde.

Finalmente, llegamos al hogar de Karl. Vivía en una casa pequeña de dos dormitorios que compró con mi madre durante los primeros días de su matrimonio. Ésos fueron los únicos días de su matrimonio, los primeros. Allí aparcada en la calle delante de una casa que nunca cambiaba, estaba mi nueva pickup, bueno, nueva para mí.
El vehículo era de un rojo desvaído, con salpicaderas grandes y redondas con una cabina de aspecto bulboso.

Y me encantó. No soy el típico chico al que le gusten los autos, así que me sorprendió mi propia reacción. No sabía si funcionaría, pero podía imaginarme al volante.
Además, era uno de esos monstruos de hierro sólido que jamás sufren daños, la clase de autos que vez en un accidente de tráfico con la pintura intacta y rodeados de los trozos del coche extranjero que acaban de destrozar.

-¡Guau, papá! ¡Me encanta! ¡Gracias!-

El entuciasmo era auténtico. El auto no sólo era extrañamente cool, sino que ya no tendría que caminar tres kilómetros bajo la lluvia hasta la escuela o dejar que el jefe de policía me llevara en la patrulla.

-Me alegro que te guste- Dijo Karl con voz áspera, nuevamente avergonzado-

Subir todas mis cosas hasta el primer piso requirió un solo viaje escaleras arriba.
Tenía el dormitorio de la cara oeste, el que daba al patio delantero. Conocía bien la habitación; había sido mía desde que nací.
El suelo de madera, las paredes pintadas de azúl claro, el techo a dos aguas, las cortinas de encaje ya amarillentas flanqueando las ventanas... Todo aquello formaba parte de mi infancia.

-Meng.

Crepúsculo (J.Jx K.T)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora