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Jimin se levantó a la mañana siguiente sintiéndose extrañamente inquieto. Había sido una noche larga e insomne. Se había quedado horas despierto, rodando en la cama de un lado al otro, incapaz de relajarse. Sin embargo, la ausencia de Min no le había traído ningún alivio, muy por el contrario.

Bastaba pensar en ese beso para que su sangre hirviera en sus venas y él se preguntaba si en vez de estar aliviado por la ausencia de su marido, no debería sentirse insultado.

Siempre había sabido que los hombres lo consideraban un doncel atractivo, aunque hubiese pasado la mayor parte de su vida intentando ignorar ese hecho.

Estar a la altura de sus hermanos, ayudar a su padre a administrar Busan y ver que su éxito era reconocido habían sido mucho más importantes que la belleza física para el muchacho solitario, criado en un ambiente marcadamente masculino. Su familia jamás le había dado importancia a su apariencia y sí a sus habilidades como el lord del castillo.

Sin embargo, otros hombres acostumbraban a valorizar cualidades superficiales, como la belleza, por ejemplo, y hasta manifestaban ciertas preferencias. De repente Jimin se preguntó cuáles serían las preferencias de Min en reacción a los donceles. Tal vez donceles altos, morenos, de curvas generosas. Irritado consigo mismo, buscó ignorar esos pensamientos. ¡No le importaba en lo más mínimo el Caballero Rojo o sus predilecciones!

La única cosa que le interesaba ahora eran las concesiones que había recibido. Tenía mil planes para el castillo. En verdad, Daegu no estaría tan deteriorado si Min le diese carta blanca para administrarlo. Y después de anoche, sospechaba que iba a lograr tener éxito en ese emprendimiento.

Después de todo, él había sufrido una transformación durante la cena. ¡Y qué transformación! En un momento rugía como una fiera y en el siguiente...

Sin que pudiese evitar el impulso, Jimin tocó sus labios con las puntas de sus dedos, recordando el beso apasionado que habían intercambiado. ¿Cómo había sido capaz de retribuir ese beso con tanto ardor? Por primera vez desde la celebración del casamiento, se preguntaba qué se estaría perdiendo por no consumarlo.

¡No! ¡Que tontería! Un beso era una cosa, compartir la cama con alguien era otra bastante diferente. Para completar el cuadro, el Caballero Rojo tampoco podía ser considerado un hombre común, sino un enigma, cuya cara o cuerpo ni siquiera había llegado a ver.

El se estremeció, apenas lograba creer que, por propia voluntad, había tenido el coraje de abrazar a un completo extraño. De repente la reputación aterradora de Min pareció pesar sobre sus hombros como un manto insostenible. Pero, a pesar de todos los rumores, Taehyung se engañará a respecto de un detalle. El Caballero Rojo, definitivamente, no era una sombra, sino de carne y hueso. El mismo podía confirmar ese detalle. Pues el contacto con ese cuerpo sólido lo había dejado excitado...

Irritado, Jimin buscó desviar el rumbo de sus pensamientos. A pesar de que los besos de Min no eran...Detestables y a pesar de que él le hubiese permitido hacer cambios en el castillo, no se sentía listo para dejar sus planes de lado. Continuaba determinado a construir un falso árbol genealógico y conseguir la anulación del matrimonio. Y cuanto más rápido mejor.

Mientras tanto, trataría de modificar el castillo de Daegu.

Era el tipo de trabajo que sabía hacer a la perfección. Si su apariencia física no le agradaba a Min, poco podía hacer a ese respecto, pero le mostraría sus cualidades administrativas. Eventualmente, el Caballero Rojo quedaría satisfecho con sus esfuerzos.

No era que le diese alguna importancia a la opinión de Min. Tampoco era por él que decidió ponerse uno de sus vestidos preferidos. Un vestido de terciopelo azul claro, con bordados en un tono más oscuro en el cuello y las mangas. El contraste de la tela con su piel blanca y sus cabellos rubios realmente lo favorecía.

Married to the devil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora