Epílogo

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—Buen día, esposo. —Yoongi abrió las cortinas, dejando que la luz de ese día de Navidad inundara el cuarto entero y bañara la figura de Jimin sobre la cama.

Inmóvil, él admiraba la belleza suave y perfecta. Desde el momento en que lo había visto por primera vez, no se cansaba de mirarlo. Los cabellos rubios, casi blancos, estaban esparcidos sobre la almohada, cebello tan brillante que ofuscaban todo a su alrededor.

Él parecía un ángel caído del cielo.

Yoongi sintió una presión detrás de los ojos que no tenía nada que ver con su antiguo problema de ceguera. Como si se hubiera dado cuenta que era el centro de sus atenciones, Jimin abrió los ojos.

—¿Me estabas mirando, marido?  —indagó, provocándolo.

—Si. Juro que eres el doncel más lindo de la Tierra.

—Su elocuencia es inspiradora, pero poco convincente —Jimin respondió riendo mientras se pasaba la mano por la barriga enorme. —Por lo tanto, puedes ir a cuidar de tus quehaceres. Además, es mejor que te apresures para no perder la misa... otra vez.

—Sí, creo que es mejor que nos apresuremos. Sólo espero que el nuevo sacerdote no haga un sermón muy largo.

—¡Yoonie!

—Es que apenas puedo esperar para dar inicio a las festividades que has preparado. Ahora que tienes la cabeza de jabalí, la fiesta de Navidad será casi perfecta, ¿verdad? Los lords del castillo presidiendo las celebraciones en el salón principal, rodeados de ricos tapices y con las despensas llenas para aplacar el hambre de los aldeanos y de los numerosos residentes del castillo.

—Yoongi... —él se mordió el labio, una señal evidente de su nerviosismo.

— ¿Qué pasa?

—Siento decirlo, pero creo que no estaré presente en la cena.

—¿Por qué? —Aunque intentase disimular su decepción, Yoongi no conseguía controlar su tono desanimado. Después de todo, la fiesta de Navidad sería el cierre perfecto de ese año en que su esposo había hecho tanto por Daegu.

Tan pronto como había recuperado la vista, él había quedado muy sorprendido con las mejorías de Daegu y había insistido para que Jimin continuase con su trabajo de convertir al castillo en un lugar más habitable. Él había superado todas sus expectativas, creando un hogar confortable, acogedor y lujoso. La cosecha también había sido generosa, asegurando un invierno tranquilo y sin problemas de hambre. Ahora quería que estuviesen juntos para dar la bienvenida al pueblo que habitaba sus tierras.

Jimin merecía estar presente y era junto a él que lo quería.

—No me culpes, querido —Cariñosamente, él tocó su vientre. —La culpa es de tu hijo. Él exige venir al mundo hoy.

—¿Qué? —Yoongi colocó la mano sobre la barriga de su doncel. Al principio se había sentido orgulloso al saber que Jimin esperaba su hijo, pero ahora, cuando se aproximaba la hora del parto, experimentaba sólo un pánico creciente.

Era la misma sensación de pánico que había sufrido un año atrás, cuando su esposo había caído en el lago y había contado sólo con un caballero ciego para interponerse entre él y la muerte.

—Todo va a estar bien —él murmuró, intentando expresar su preocupación y ansiedad de la única manera que sabía.

—Si. —Jimin dio una palmadita en la mano de su marido, confortándolo. —Todo estará bien, no te preocupes. Cuando la cena termine, tendrás un hijo saludable, o una hija, aguardandote.

Min miró esos ojos preciosos, sintiendo una emoción tan fuerte que parecía cortarle la respiración.

—Hay algo que nunca te dije antes…

Married to the devil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora