épisode huit

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Una mañana cualquiera en un invierno interminable, un sonido estrepitoso alertó al de hebras azabache quién sin pensarlo dirigió su vista hacia la entrada del castillo.
Desde el día en que se emitió la advertencia Española, el ambiente tenso en la ciudadela no había logrado esfumarse, causando una superstición nerviosa en todos los integrantes de aquella fortaleza.
Por segunda vez el zagal de Felipe arribó en el castillo, sin corceles ni militares que protegieran su llegada; su nevada cabellera se encontraba sucia y enmarañada, labios resecos y rotos así cómo pomulos manchados por el rocío carmín de la sangre.
Una expresión estupefacta se instaló en el rostro del rey, quién tan solo hace una semana le había dictado la guerra a aquél muchacho.

— La guerra ha comenzado su majestad, mí amo y señor Felipe Cuarto decidió prescindir de mis servicios y sus tropas me han atacado...

Dicho esto, el cuerpo del zagal pereció en los azulejos, derramando sangre a sus pies; su corazón bondadoso no le permitió negarse a ayudarlo, después de todo no estaba en su país; ni en su castillo.

— Traigan un médico y encuentren a los líderes de las tropas y tráiganme sus cabezas. Los quiero vivos.

Sus soldados asintieron a la petición, mientras que el menor alzaba el cuerpo moribundo del Zar, le convenía tener a los rusos de su lado.
Horas más tarde hizo presencia el médico del palacio, quién sin perder tiempo, vendó las heridas del peliblanco; colocando alcohol en las suturas de su cabeza.

— Agradezco su gentileza, Mon Monsieur...

El de hebras nevadas le regaló una sonrisa que escondió sus orbes celestes tras dos pequeñas líneas; haciendo casi, pero casi, sonreír al rey.

— No agradezca, Mon Neige.

Se aproximó al cuerpo recostado, estirando su mano al niveo moflete del más alto, presionando su palma contra la piel de este.

— Traicionaste a tu patria y una patria ajena al venir a proclamar mi ayuda... Solo a Francia, pueblo al cuál amenazaste con tropas armadas especializadas en arquería; explícame.

Sostuvo la barbilla de este, causando un ligero jadeo de aflicción en el ajeno.

— ¿Debería perdonar tu vida o debería simplemente lanzarte a los buitres hambrientos que buscan tus sesos?

El menor negó a manera de súplica, sosteniendo débilmente el antebrazo del azabache.
Por segunda vez en la noche sus miradas parecieron encontrarse, denotado una innata tensión en el ambiente.

— Mon Monsieur, he dejado a mi estirpe en Rusia; temo por las vidas de mis pares...
El azabache negó con una mueca petulante en el rostro, Felipe no sería capaz de meterse con personas inocentes y sin valor solo para obtener el corazón inerte del nevado.

— Oh, lamento informarle Mon Neige, él no buscará ni encontrará a su familia... Solo usted representa un valor en su blanco, los demás no.

El chico asintió con una sonrisa tranquila, sus ojos permanecían con aquél brillo similar al de un glacial al cuál le apuntaban los rayos del sol.

— Gracias por aceptarme pese a mi traición, Mon Monsieur Louis.

El de hebras oscuras asintió con las comisuras de sus labios extendiéndose, mientras que en algún lugar de París, una tropa liderada por el emperador de cabellos áureos se aproximaba.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2022 ⏰

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