Te Extraño

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Oficial Jeon.

Aquí abajo siempre está oscuro. Me gusta.
A veces me escabullo al rincón, donde no llegan las luces fluorescentes. Me
quedo ahí y no hago ruido.

A mí también me gusta el silencio.

El ruido me pone ansioso.

Pero los ruidos de aquella noche eran buenos...

Los que hacíamos juntos.

Hasta que me fui.

Entonces tuvo una pesadilla.

Gritaba en sueños.

No estoy seguro de lo que significaba.

Pero lo vigilé un rato, para asegurarme de que no se hiciera daño sin querer. Ese es mi trabajo, supongo.

Y ahora jimin está golpeando su cabeza contra la pared, una y otra vez. Ha
estado aquí abajo durante cinco días, y sólo lo hemos alimentado dos veces. Si
pudiera sentirme mal, lo haría. Pero no puedo, así que no lo hago.

Se ve bonito cuando se siente miserable.

Un bono adicional.

Dicho esto, no quiero que se consuma. Su cuerpo es algo perfecto para mirar,
tal como es. Esbelto, pero tenso y musculoso.

Todas esas líneas que definen sus
brazos, y su pecho... sus abdominales.

Me gusta mirar sus abdominales. Disfruté
lamiéndolos la otra noche. Me gusta el sabor de su piel. Es tan dulce como un
caramelo que tu madre no te deja comer, y cuando lo pruebas a escondidas, es
mucho mejor de lo que imaginabas.

Haré que se lo lleven hoy mismo.

Necesita comer algo más que cortezas y
núcleos. Podría darle más, pero no es una buena idea. No puedo tratarlo como
el precioso juguete que es. No puedo dejarme llevar por esta obsesión...

Tengo que frenar un poco.

Yo no hago esto.

No me interesan los hombres.

Pero Park jimin no es sólo un hombre.

Es un regalo. Un espécimen perfectamente roto enviado desde los cielos

Destruido y golpeado, y aún así
tan encantador.

Parpadeo al verlo a través de la ventana.

Está de espaldas a mí, así que no
puede verlo. Sin embargo, debe saber que estoy aquí. Normalmente lo sabe.

Le está creciendo el pelo y eso me hace sonreír. Me gustaba su pelo... Fue una
pena afeitárselo.

El alcaide es un idiota por hacer eso, pero es su manera de hacerlo.

Cuando afeité la cabeza de Jimin sentí su tristeza. A él también le gustaba su
pelo. Le molestó verlo caerse, y fue entonces cuando supe que tenía que estar
más cerca de él, de alguna manera.

De cualquier manera.

La tristeza de Jimin es palpable.

La lleva en la mano, casi como una insignia
de honor. No se avergüenza de sus imperfecciones, eso está claro. Su mente está rota, y o bien ha hecho las paces con ello, o bien es felizmente inconsciente.

Pero, en cualquier caso, no rehúye el cavernoso espacio vacío que hay en su
interior.

Me hace querer llenarlo, hasta el fondo. Quiero llenarlo hasta que rebose de
algo que no sea oscuridad.

Prisionero de Tu Lujuria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora