Epílogo

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257 días libre

Es jueves a las seis.

Tengo una cita permanente, todos los jueves a las seis. Por eso llevo la
bicicleta a un restaurante en las afueras de la ciudad.

No uso este lugar a menudo, pero creo que como ha pasado un tiempo, puedo venir aquí esta vez. Tal vez lleve un trozo de tres leches a casa para Jungkook.

Está bien, sobre todo para mí, pero comerá un bocado o dos.

Estando afuera, voy al viejo teléfono público en el estacionamiento y marco
el número que he memorizado. Suena un par de veces antes que la familiar voz
femenina suene por la línea.

—Feliz jueves, 101. —suspira Joy, sonando como su habitual yo duro.

Pongo los ojos en blanco.

—Probablemente puedas dejar de llamarme así. Todas las cosas
consideradas…

—Siempre serás 101 para mí —mantiene su voz en un susurro, supongo que para que nadie la escuche—. ¿Cómo está Jeon?

—Bien. Casi ha terminado con las renovaciones de la casa.

—¿Construyó una guardería para todos los bebés? —Ella bromea.

Me encantaría llegar a través de este teléfono, hasta Corea, y estrangularla.

—Oh, sí, eso es lo que quiere, criar niños —murmuro—. Un esquizofrénico
fugitivo.

—Oye, al menos tendrían a Jungkook. —se ríe.—Cierto. Quiero decir, todos seríamos muy afortunados de tenerlo como
padre. Sé que lo soy. —Me río entre dientes, y ella intenta, audiblemente,
sofocar su risa.

—¡Oh, hombre, sabía que ustedes se habían metido en una mierda de Daddy! —Ella se ríe más y luego escucho voces gritando de fondo—. Muy bien, tus groupies se están impacientando.

Hablaré contigo la semana que viene. Y
dile a Jungkook que también quiero escuchar su voz la próxima vez.

—Su deseo es mi orden, Oficial Joy. —Sonrío mientras ella pasa el teléfono. Puedo decirlo por todo el barajar.


—¡Mi mejor amigo Jimin! —Tae llora, en voz baja, en mi oído y mi sonrisa
casi me rompe la cara por la mitad.

—. ¿Qué pasa, chico? ¿Cómo estuvo tu
semana?

—No está mal. Terminé ese El Camino del que les hablaba —les comparto—
Salió tan enfermo.

—Eso es genial. ¿Estilo Cheech y Chong50? ¿O más como el capo del cartel de
la vieja escuela?
Me río a carcajadas.

—Eres un tonto. ¿Cómo están las cosas por allá? ¿Todavía estás encerrado?

—Más o menos —responde Tae—. Ren tiene sus caminos, pero aun así ha estado seco aquí, lo cual apesta.

Este lugar es como una cámara de tortura
de aburrimiento.

Me estremezco al escuchar esto, sintiéndome más culpable. Después que me
escapé de  el alcalde puso una orden de mordaza loca a los guardias, tomando medidas enérgicas contra cualquier confraternización con los presos, intercambiando bienes... prácticamente todas las cosas que hacían que el lugar fuera levemente tolerable.


Por eso acordé llamar a los chicos a
través del teléfono de Joy una vez a la semana. De lo contrario, no es la idea más
inteligente, pero ahora la esperan con ansias. Es lo más destacado de sus
semanas.

Prisionero de Tu Lujuria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora