VI: Orgullo, magia y recuerdos.

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Ha pasado apenas un mes desde que Jean fue encontrada por Tartaglia en el bosque, los primeros días la pobre mujer no dejaba de reclamar que Venti fue capturado por una bestia y que tenía que ir por él antes de que algo malo sucediese; ganándose del pueblo por semejante cuento...

En la villa se había expandido el rumor, gracias a cierto doncel albino compinche del cazador, que el bello pero extraño Venti Gunnhildr había desaparecido; unos decían que había muerto buscando a su madre, en algún accidente o devorado... Otros que había sido secuestrado, pues no por nada no le permiten a las doncellas y los donceles ir solos... Y algunos con cierto humor negro decían que se dio a la fuga. Cualquiera de las versiones que pensaran los ciudadanos por un lado estaban aliviados por no tener que soportar las excentricidades del aquel pelinegro que hacía las cosas de forma indebida e independiente; pero a la vez no podían dejar de sentir risa y pena por la señora Gunnhildr, quien al parecer que no fue capaz de superar el dolor y para excusarse se iba todas las noches a buscar a pie a su hijo al bosque, diciendo todas las noches que encontraría un castillos de muebles encantados donde había sido secuestrada y su querido hijo con el fin de liberarla y miraban como cada noche salía a buscarlo y llegando decepcionada en la madrugada. Apenas durmiendo un par de horas o comiendo, notándose un leve deterioro físico pese a que no dejaba de hacer sus cajas de música.

Como consuelo los pequeños niños Kamisato iban a hacerle compañía cuando su padre no los pillaba para seguir aprendiendo a leer y escribir, cosa que la animaba un poco ya que le recordaba muchísimo a sus hijos cuando estaban en esa edad infantil; además que se acercaba la fecha en que su hija mayor llegará a visitarlo para pasar las fiestas con su, ya ahora, marido, pero aún no le dejaba de doler lo que sucedió esa noche.

Ella no era la única cuyo humor había decaído desde que se ausentó el doncel pelinegro; Ajax y Lumine también estaban tristes de que su mejor cliente no haya aparecido y que la última vez que lo vieron tenía una gran expresión de angustia en su rostro. Y por otra parte estaba el cazador de cabello rubio; pues se sentía frustrado que había desaparecido a sus palabras, "su casi prometido" se había ido a la fuga sin darle explicaciones.

Las cosas estaban como el clima; a nada de que vaya a empezar a nevar, que pareciera que no fuera nada pero sería un caos apenas suceda.

La señora Gunnhildr estaba en su taller tratando de terminar una de las últimas cajas que tenía que acabar; esperando que en algún momento que eso fuera una pesadilla y llegara su querido hijo menor con sus trenzas verdosas, una gran sonrisa y un ...

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La señora Gunnhildr estaba en su taller tratando de terminar una de las últimas cajas que tenía que acabar; esperando que en algún momento que eso fuera una pesadilla y llegara su querido hijo menor con sus trenzas verdosas, una gran sonrisa y un nuevo libro en las manos para contarle algo positivo pese a ocultarle su evidente incomodidad por los comentarios que decían de él en el pueblo; solo esperaba que su pequeño rayo de sol entrara por la puerta para irrumpir el silencio sepulcral de su trabajo que se había apoderado del lugar donde lo que más abundaban eran las risas.

— ¡Buenas tardes, madame Gunnhildr, llegamos! — Ayato y Ayaka habían llegado abriendo a la puerta, una escena común para la rubia, sacando una leve risita a la mayor.

El doncel y la bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora