II: Libertad perdida, castillo olvidado.

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Venti ni corto ni perezoso, tras colocarse al día con las cartas tanto de Bárbara como las de Sacarosa, había tomado un montón de ropa que debía lavar, un barril de madera con unos hoyos en el fondo y los jabones para hacerlo. Su buen genio no desapareció en todo el camino hasta que llegó a la rotonda de agua, donde muchas lavanderas llegaban a ejercer su trabajo. Al comprobar antes de que no hubiera nadie cerca o que estuvieran prestando atención a ello; se acercó, echó la ropa blanca, los jabones para ello y amarró a éste a un asno, al que había alquilado unos momentos atrás.

- Gracias, muchacho... - Decía el doncel dándole heno al asno para empezar a caminar alrededor de la rotonda de agua, mientras él tomaba nuevamente el libro para leer. - Ahora ~ ¿En qué capítulo me quedé? - Dijo para sí mismo mientras buscaba el pequeño marcador del libro.

Mientras él hacía eso, dos miradas pequeñas se habían fijado en él: los hermanos Kamisato, un niño y una niña que lo miraban curiosos.

- Hermano, ¿Qué hace el de trenzas? - Preguntaba Ayaka curiosa.

- No le hagas caso, es el problemático que papá dice que no nos acerquemos; no quiero que te metas en problemas. - Regañó el mayor, aunque él también estaba curioso, debía poner el ejemplo.

- Pero Ayato...

- ¿Hmm? - El trenzado los volteó a ver, a lo que ambos niños se escondieron cubriendo su rostro la menor y mirando hacia el otro lado el mayor. - Hey, ¿Quieren saber qué dice el libro? - Les ofreció amablemente, la menor asintió, aunque el mayor negó y Ayaka se acercó entusiasmada.

- ¿Eso es un libro? - Preguntó Ayaka aún curiosa. - ¿Sabes leer? - Venti asintió alegremente, mientras que Ayato tomó bruscamente el brazo de su hermanita.

- ¿Quieres saber de qué trata?

Antes de que Ayaka pudiera contestar, Ayato le tapó la boca. - No es buena idea, vámonos, hermanita. - Insistía molesto e incómodo el mayor, aunque él también estaba curioso.

- Pero, hermano...

- Nada de "Pero, hermano", no creo que ese tonto libro sea interesante. - Pero en lugar de replicarle algo la niña, abrió el libro en una página al azar y leyó en voz alta uno de los textos.

- «Ohh, gran bárbaro del este, perdone mi vida y a cambio le seguiré hasta el fin de sus días con la más genuina devoción.» Rogó Felicia en gruñidos y gorgoteos, pues esa forma llena de escamas más duras que una armadura y pelaje tan suave como uno pudiera imaginarse a una nube... El bárbaro no entendió absolutamente nada de lo que Felicia le rogó, pero con solo mirarla a los ojos comprendiendo que ella le daría el mejor de los aliados. - Recitaba el pelinegro del libro, sorprendiendo a ambos niños , haciendo que olvidarán que debían mantener distancia y colocándose a cada lado del doncel.

- ¿De verdad dice todo eso ahí? - Preguntó la pequeña sorprendida.

- ¿En una sola página? - Preguntó también el niño dejando de lado su terquedad.

- No, solo es un párrafo; exactamente de aquí... A aquí... - Apuntando lo que era un pequeño párrafo del texto, sorprendiendo más a ambos quienes nunca les habían dado oportunidad de este tipo de cosas. - ¿Quieren saber de qué va? - Ambos niños asintieron, aunque ambos luego dejaron de sonreír.

- Pero... Mi hermana ni yo sabemos leer... - Explicó el mayor de los Kamisato, a lo que Venti solo les volvió a sonreír y les acarició con cuidado la cabecita.

- No seré un profesor; ¡Pero les podría enseñar cómo leer un poco de qu-! - Antes de que pudiera terminar la oración, puso su brazo y su cuerpo por delante de los menores; para recibir unos bastonazos de parte del docente de la escuela de varones del pueblo que iba hacia los pequeños. - ¡Señor Konda! ¿¡Qué diablos les iba a hacer?! - Decía molesto, solo para recibir una cachetada por parte del mayor, soportando para no caer. Todo eso pasaba mientras todos hacían como si eso no estuviera pasando, "Se lo merecía por no hacer lo que debía hacer", pensaron algunos.

El doncel y la bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora