Capitulo 18

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La brisa cálida de primavera recorría los pasillos al lado de la fuente de la casa. Podía escuchar la risa de Alessia resonar en estos pasillos, como una melodía que aliviaba las tensiones de mi pecho.

Me detuve por un momento, cerrando los ojos y dejando que ese sonido llenara mi alma. A pesar de todo lo que había pasado, ella era mi refugio, mi ancla en medio del caos.

Fui a buscarla por el lugar antes de ir a la tediosa reunión que teníamos con los Bianchi. No podía evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en la presencia de Víctor en esa reunión.

Me había prometido a mí misma que mi participación sería profesional, que no dejaría que nada personal se interpusiera en los asuntos de la familia. Pero, en el fondo, sabía que verlo sería como abrir una herida que nunca terminó de sanar.

Al encontrar a Alessia, estaba jugando cerca de la fuente al lado de una de las chicas que la cuidaba, con una corona de flores en la cabeza que ella misma había hecho. Me agaché frente a ella y tomé sus manitas entre las mías.

—Mamma tiene que salir por un rato, mi amor. —Le acaricié el rostro, tratando de grabar cada detalle en mi mente antes de partir—. Prometo volver pronto.

—¿Vas a una reunión aburrida otra vez? —preguntó frunciendo el ceño.

—Sí, pero cuando vuelva, podemos leer juntas tu cuento favorito. ¿Te parece? —le sonreí, aunque sentía un nudo en la garganta.

—Está bien —respondió, abrazándome con fuerza antes de soltarme.

Me levanté, alisando las suaves ondas de mi vestido rojo. Era un conjunto impecable, diseñado para proyectar poder y elegancia. El rojo resaltaba mi determinación, pero también ocultaba el tumulto emocional que luchaba por salir a la superficie.

Salí de la casa y me dirigí hacia el auto, Aleksander y mi abuelo ya estaban esperándome en la puerta. Aleksander me observó de arriba abajo y asintió con aprobación.

—Te ves lista para conquistar un imperio —comentó con una sonrisa ladeada.

—Eso espero —respondí, subiendo al auto.

Mientras avanzábamos por el largo camino de entrada, respiré hondo y me preparé mentalmente. No importaba cuánto temblara mi corazón, hoy iba a mantenerme firme. Porque en ese momento, más que nunca, necesitaba ser la Nesrin Salvatore que todos esperaban que fuera.

El viaje en el auto fue silencioso. Aleksander revisaba algunas cosas en su teléfono y mi abuelo leía algunos papeles.

El chofer aparcó frente a uno de los restaurantes más privilegiados de Florencia. Fuera de este se encontraban hombres bien vestidos de seguridad. Era obvio que ni los Bianchi ni nosotros tendríamos esta reunión sin protección.

Aleksander me tendió la mano para bajar del auto.

Observé detrás de su hombro y dos camionetas con nuestros hombres de seguridad llegaban al lugar, al mismo tiempo que tomaron posición cerca de los hombres de Bianchi.

El ambiente estaba cargado de tensión, pero también de respeto. Los Bianchi habían llegado primero, rodeados por su propia guardia.

Los hombres intercambiaron miradas calculadas, evaluando movimientos. Sabía que cada gesto contaba, que cada palabra podría inclinar la balanza hacia la paz o el conflicto.

Entramos al restaurante como un frente unido.

Aleksander iba a mi derecha y mi abuelo a mi izquierda. Las miradas se centraron en mí al instante. La familia Bianchi conocía mi posición y, aunque había escepticismo en algunos rostros, no se podía negar el respeto que inspiraba el nombre Salvatore.

Lo siento, pero ya es Tarde✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora