☥ ‣ CAPÍTULO 33

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Ardides.

Elaine

Los Ángeles, California. 09:34 a.m.

Agendé una cita al ginecólogo. Como es en la mañana, partiré desde aquí a la SAC. Gracias al buen cuidado y profesional, el implante está bien, las hormonas regularizadas y todos los detalles de la revisión parecen ir bien.

Parto en la moto rumbo a la SAC. Tengo la mente ida. Queda mucha investigación por delante y eso que apenas está comenzando.

Ayer se confirmó el próximo operativo, por lo que la lista de trabajos se reduce un 5%. Dejo el casco asegurado y bajo de la moto.

Tomo una bocanada de aire al verlo acercarse hasta mí. Desde la discusión que no hablamos.

—Todo bien. ¿Qué quieres?

—Un buenos días estaría bien.

—¿Después de haberme dejado sola a mitad de la noche? —paso por su lado—. Tengo trabajo.

—Creí que querías estar sola —camina a mi lado—. Oye —atrapa mi mano—. Odio cuando estamos separados, mi vida. Por favor...

Apoya su frente en la mía.

—Arreglemos esto.

—No lo sé...

—Sé como recompensarte —besa mi frente. Poco a poco empuja mi cuerpo contra el capo de un auto mientras el beso sube de nivel a medida que nos tocamos—. ¿Eso es un sí?

—Un tal vez —es inevitable decirle que no.

—No me convence... —murmura—. A ver bésame, quizás así puedas convencerme.

Hago el ademán de besar sus labios, pero el mal sentimiento de anoche no se va.

—Debo irme, tengo trabajo —hablo en serio.

—Te acompaño hasta tu oficina —dice.

Camina a mi lado sin darme la mano o siquiera mirarme. El momento es incómodo y distante.

En la entrada principal de la SAC, agentes y funcionarios caminan de aquí para allá. Entro acompañada hasta que mis pies se clavan en el suelo. Siento una presión en las costillas al ver a dos abogados bien vestidos acercándose.

Miro a Kayden en busca de respuestas, pero sólo obtengo escarnio.

—Sé amable —es lo único que dice.

—Buenos días —saluda Izan, por su semblante percibo incomodidad y es entendible el por qué—. No quiero causar molestias, mejor te esperamos en tu despacho.

Kayden impide que se marchen. Guardo silencio por la amarga sorpresa que siento debido a la presencia de la sueca. Cohibo cualquier tipo de gesto o reacción.

—Te presento a mi gestora principal en el bufete —rodea su mano por la pequeña cintura de la sueca—. La señorita, Ingrid King.

Ese simple detalle hace que lo mire, intentando decirle que estoy sintiéndome incómoda y al mismo tiempo humillada.

Izan baja la cabeza cuando lo miro.

Al contrario de Ingrid, la sueca luce un vestido corte lápiz blanco-negro, la prenda le resalta la figura. Porta una sonrisa arrogante.

Observo a Kayden cuando la mira sin el mínimo escrúpulo porque esté presente.

Sé lo rencoroso que puede ser, pero esperaba que mi confesión fuese para arreglar nuestros conflictos y no restregarme las inseguridades en la cara. Por la impronta de Kayden, ratifico que eso de: ella me hace sentir insegura. Son palabras que no todos comprenden.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora