☥ ‣ Capítulo 45

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Sacro Imperio Sanguinario.

Aleksanteri

Isla Záhrada, mar Báltico.

Poseo una ambición que crece hasta engullir todo mi ser. Un suasorio veneno que se esparce buscando su propia liberación mientras hace estragos. Algo que inicia de manera insana y acaba como una mortífera arma. La moral siempre ha sido un límite letal y cuando no sólo la quebrantas, sino que además gratifica hacerlo, ya no hay forma para desintoxicarse.

Reposo sentado a la cabecera de la fina mesa pulida en oro y cristal. Hoy se conmemora el Club Doména, la conferencia anual en la que solamente asiste la élite mundial. La junta se lleva a cabo en Záhrada, una isla privada con ubicación confidencial.

Los amos del globo terráqueo están sentados en las cómodas sillas aterciopeladas. La prensa global especula que estas reuniones secretas son para decidir el destino del mundo, para conspirar a puertas cerradas los malvados estratagemas políticos o financieros.

«Especulación que me causa gracia»

La gente inferior tiene el afán de creer que los poderosos conspiran en su contra. Ignorantes en masa que caminan como hormigas en un sistema de vida programado. Ellos solo viven, trabajan y respiran para mí.

Las dobles puertas se abren y el Káiser de la Tríada entra al vestíbulo, junto a su hijo. El primogénito; Jeremiah Boccherini está con una prótesis en la pierna y los oligarcas alrededor recaen la atención en ese detalle.

Donato me saluda con un apretón de manos debido a las buenas prestaciones compartidas en la última década. Sin embargo, por el mal estado en su hijo, detecto cierta hostilidad al saludarme. Miro de reojo a Jeremiah, tiene golpes y quemaduras.

—La STASIS —musita Donato en latín—. ¡Esos gusanos atacaron a mi hijo!

—Que la frustración no te agobie —le contesto en mi parla natal, el eslovaco—. Ya encontré la pieza para derrocar a esos mercenarios.

—Espero que así sea —pasa por mi lado—. Por algo estás como Dux, debes actuar como tal.

Esbozo la farsante sonrisa, nadie tiene la osadía de hablarme así.

—Cuide sus palabras, Donato —advierto—. Recuerda a quien tienes delante tuyo.

—Yo te concedí esa posición —increpa—. Los oligarcas me rinden tributo a mí también, no eres el único poderoso en este tablero. No olvides el génesis de esta alianza.

—Nunca es segura la alianza con un poderoso.

No suprimo las advertencias, ya que son dadas una sola vez. Aprisiono el cuello de Donato y lo impulso contra la mesa, el vidrio se fragmenta mandándolo a piso. Los escoltas del Káiser y su hijo alzan armas, atentos a cualquier amenaza.

Los oligarcas se mantiene al margen del enfrentamiento mientras Donato se retuerce de dolor a mis pies. Así debía estar desde hace mucho tiempo, error mío darle más facultades.

—Pídeles a tus escoltas dispararme y veremos quién obedece a quién —piso su torso con mi bota—. Es una osadía enfrentarse al Dux. El mismo mundo no puede tolerar dos amos y ese tablero del que hablas, este Sacro Imperio Sanguinario es completamente mío.

Doy la orden a sus propios escoltas amarrarlo a un madero, no chistean y obedecen con la cabeza agachada. Jeremiah también se mantiene al margen, porque sabe que pierde más enfrentándome que guardando silencio.

Abandono el vestíbulo y camino impotente hasta el jardín privado. Los hombres tienen atado al octogenario que toma conciencia de la realidad. Los escoltan lo atan, yo permanezco de pie y con la espalda erguida viéndolo todo.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora