⏤¿Quién eres? ⏤le preguntó Ran sin mirarle.
Kokonoi jadeó, incapaz de articular una respuesta. Notaba el cuerpo adormecido. El sabor metálico de la sangre en la boca y las mejillas calientes, moretones floreciendo bajo la piel. Se encontraba atado de manos y pies, de rodillas, en una habitación blanca. Estaba vacía a excepción de un trípode a un metro y medio de él. Sostenía una cámara encendida, acomodada para que Koko saliera de cuerpo entero en el encuadre. Sin ser idéntica, la sala se parecía al cuarto de interrogaciones de uno de los pisos francos de la Bonten. Había estado allí en un par de ocasiones. Pero no era él quien hacía las preguntas esta vez. ¿Era un rehén? Koko no se encontraba en una posición similar desde hacía, por lo menos, doce años. El dolor de sus heridas lo sentía amortiguado. Como el ruido estático de una radio de fondo.
Ran se encontraba tras el trípode. Observaba con interés la escena a través de la pequeña pantalla. La ajustó un poco con su mano libre, hacia abajo. En otra, Ran portaba un arma que Koko llevaba mucho sin verle usar. Su bastón plegable. Lo giró con habilidad y lo apoyó sobre su hombro antes de dirigirse a Kokonoi. Chasqueó la lengua.
⏤La audiencia se está impacientando ⏤le advirtió.
Koko sabía que estaba en estricto directo y que al otro lado de aquella lente se encontraba reunida la mesa de ejecutivos de la Bonten. Todos sus miembros.
Podía imaginarse... No. Podía verlo perfectamente. Como si una película se estuviera reproduciendo delante de sus ojos. A Mikey reclinado en su sillón, expresión neutral y fría. Distinta a la de Sanzu, sentado a su derecha. La suya era de indiscreto aburrimiento. Una apatía que decía: «Si no va a contestar, que corra la sangre». Podía ver a Rindo, con actitud despreocupada, junto a él. A Kakucho, a Takeomi, a Mochi. Le estaban viendo a través de la cámara. Sentía sus ojos invisibles sobre él. Todos le podían ver en aquella ultrajante situación. Y esperaban algo de él.
Sabía el qué. Koko no era un rehén, sino otra cosa.
⏤Nadie ⏤se escuchó decir a sí mismo en un susurro, mirando al suelo.
Escuchó los pasos de Ran aproximándose, el sonido de los tacones de sus relucientes Oxford. Sus zapatos entraron en su campo visual. Koko pudo ver su reflejo distorsionado en el charol antes de que el bastón de Ran subiese por su pecho y cuello hasta dar con su barbilla. Con una delicadeza inusual para un arma, Ran hizo que levantara la cabeza.
Koko contuvo el aliento. Sentía la fría punta de metal sostener su mandíbula. Ran, de querer, podía rompérsela de un golpe. Pero no era aquella posibilidad la que atenazaba sus entrañas. Era su mirada. De nuevo. La familiar mirada oscurecida que, en contraste con el resto de su expresión afable, auguraba malas intenciones. La misma.
La imagen en la retina de Koko en aquellos momentos era la misma que cuando lo vio en su despacho desde una posición idéntica el día que firmó el contrato. El Ran que se presentaba ante sí bien podía ser un recuerdo de entonces. Con su aura peligrosa y absorbente.
Aunque debería, no era exactamente miedo lo que Kokonoi estaba experimentando.
⏤¿Sabes? Me gusta cómo te ves por debajo de mí ⏤dijo Ran con suavidad. Su bastón pasó a delinear el contorno del rostro de Koko con una caricia fría⏤. Repite lo que has dicho antes.
Koko comprendió que la sequedad de su garganta, la presión en la parte baja del abdomen y la respiración pesada que hendía sus pulmones eran signos de algo distinto al temor. Tragó saliva y se reposicionó sobre sus piernas. El recorrido del bastón, que había ido poniéndole la piel de gallina allá donde le tocaba, terminó en su pelo. Ran lo enredó con parsimonia entre sus mechones blancos, cosquilleándole el cuero cabelludo.

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Beautiful, Dirty, Rich
FanfictionBello dinero sucio. Una deuda pone a Hajime Kokonoi, ejecutivo de Bonten, contra la espada y la pared. Ran y Rindo Haitani le proponen una manera de hacer dinero rápido, testando por diversión hasta dónde está dispuesto a llegar. La escalada del jue...