Capítulo 7

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«¿De verdad habría sido tan terrible dejar que se tirara por la ventana?», se preguntó Violet detrás de la gran planta que le proporcionaba un precario escondite. Sin duda, habría sido una decisión cruel, pero también era cruel lo que él estaba haciendo con ella, aunque lord Sherington no pareciera consciente de que estaba a punto de desquiciarla.

Durante la última semana, no solo había tenido que tolerar su irritable presencia en cada evento al que asistía, sino que había soportado que la llamara por una interminable retahíla de nombres de flores entre los que ni siquiera por casualidad llegaba a mencionar el de ella.

«Buenas noches, lady Margaret, se ve usted hermosa esta noche». «¿Cómo está, lady Poppy? ¡Qué alegría encontrarla hoy!». «¡Un placer haber compartido esta pieza con usted, lady Hydrangea!». Hacía dos días se había despedido de ella con «espero volver a verla, lady Hyacinth», y la paciencia de Violet estuvo a una gota de derramarse. Cuando esa noche la había encontrado al lado de su hermana —Desgraciadamente, Celestine era su guardiana en esa velada—, Violet solo pudo mirarlo con cautela, alerta a cualquier palabra que saliera de su boca.

—Buenas noches, Lady Violet —había dicho con esa sonrisa tan de niño travieso.

—Es Viole...

La corrección automática se detuvo cuando se percató de que por fin lo había dicho bien. Enrojeció, primero de vergüenza, y después de rabia al notar el brillo burlón en sus ojos.

¡Así que por fin había decidido atinarle a su nombre!

—Me preguntaba si querría bailar la próxima pieza conmigo.

—No —respondió Violet.

Hacía ya días que no le importaba ser maleducada. Después de todo, no parecía ser suficiente para alejarlo. Violet era consciente de que, cuantos más encuentros tuvieran, más probabilidades habría de que él descubriese quién era ella, si es que no lo sabía ya. Entonces, se había propuesto decepcionarlo. No respondía a sus comentarios, era cortante, pero nada parecía ahuyentarlo.

¡Era insoportable!

—¿La que le sigue, entonces?

—Tampoco.

—Tiene libre el vals —interrumpió Celestine, haciendo uso de esa desagradable costumbre de meterse donde no la llamaban—. Estoy segura de que le gustará compartirlo con usted. ¿Verdad, Violet?

Violet apretó los labios, consciente de que enzarzarse en una discusión con su hermana sería perder el tiempo. Si estuvieran solas, podría haberlo intentado, pero no allí. Si Celestine no tenía vergüenza, Violet sí, y no podría reunir valor suficiente para discutir con ella en público. Asintió con sequedad, dando a entender su disgusto. Él, por supuesto, la ignoró, y anotó su nombre en el carnet de baile para reservar el vals.

Un paso innecesario, pues su carnet estaba vacío.

Después de que él se alejara, ella había decidido que, debido a que la descortesía no funcionaba, tendría que recurrir al escondite. Así pues, estaba temporalmente detrás de esa planta mientras pensaba en qué lugar podría ocultarse para que ninguno de sus vigilantes la encontrara hasta pasada la pieza, o, de preferencia, hasta que terminara la fiesta.

Desde allí tenía localizado a lord Sherington para asegurarse de que no lograra pillarla por sorpresa, y también a Celestine, para saber cuándo empezaría a perseguirla. Por suerte, ambos parecían muy entretenidos con sus respectivos acompañantes, personas que Violet no conocía y tampoco le interesaba conocer.

Ella solo tenía ojos para los que representaban un peligro potencial.

Al menos el duque no había asistido esa noche.

Aroma a VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora