Capítulo 12

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—Todavía conservo la carta con tu olor —comentó él observándola con preocupación. Por la forma en que estaba temblando, era necesario no quitarle el ojo de encima o no podría sostenerla si se desmayaba—. Eso fue lo primero que te delató. Aquella noche llevabas el mismo perfume. Podía ser una coincidencia, naturalmente, pero después tu hermana dijo que era único...

Violet tomó nota mental de asesinar a Celestine una vez lograra recuperar el control de sí misma.

—Además, mientras bailábamos, vi tus ojos morados.

—Son azules —siseó.

El único motivo por el que pudo hablar fue que esa era una respuesta automática.

Él se permitió curvar los labios.

—Con ese mismo tono lo dijiste aquella noche. —Se acercó unos pasos para observarla mejor. Ella no lo miraba y no parecía tener intención de hacerlo—. Comprenderás, entonces, por qué me resultaste interesante. No todas las noches en las que me emborracho una hermosa joven irrumpe en mi habitación y se queda a escuchar mis desgracias —dijo intentando romper con humor la tensión del momento.

No lo consiguió. Violet enrojeció hasta la raíz del pelo. La vergüenza le impedía mirarlo y la conmoción evitaba que saliera corriendo. Lo había sabido todo ese tiempo ¡y había fingido que no! Mas que eso: ¡la había convencido de no lo sabía! Una rabia empezó a recorrerla, aunque no fue lo suficientemente fuerte para hacer que lo enfrentara.

—Si te lo decía, no me ibas a dejar acercarme —explicó él como si leyera su mente—. Lo supe desde que me miraste con ganas de salir corriendo aquella primera vez. La única forma en que no huirías de mí era si te convencía de que no recordaba nada de aquella noche.

Violet admitía que él tenía razón y su rabia se apaciguó un poco. Se atrevió a echarle un vistazo y notó su mirada expectante y preocupada. Era tan transparente que no pudo hacer más que creerle.

—Entonces, supongo que me seguiste buscando para averiguar cómo había terminado esa noche en tu cuarto, ¿no? —preguntó cuando consiguió encontrar la voz.

—Para conocerte mejor —aclaró él y se acercó otro paso—. Aunque admito que la incógnita aun me ronda la cabeza.

Violet suspiró y se atrevió a sostenerle la mirada. Al menos ya tenía una respuesta sincera, y el alivio por descubrir la falsedad de las afirmaciones de lady Helen no se hizo esperar. No supo cuánto había esperado disipar esas dudas hasta que estas por fin desaparecieron.

—Me sentiría muy alegre si me lo dijeras —dejó caer con una sonrisa esperanzada.

Violet empezó a crujirse los dedos. Rememoró con rapidez qué se habían dicho esa noche y recordó haber mencionado algo de que había visto al amor de su vida besándose con otra persona, pero no llegó a mencionar que ese fuera el motivo por el que había querido esconderse. Puesto que Lucien ya conocía la identidad de esa persona, Violet no veía conveniente decir la verdad completa.

—Yo... quería un lugar donde esconderme un rato. Esa fue una noche complicada —musitó.

Por la compresión que brilló en sus ojos, ella supuso que también recordaba su confesión y sacaba sus propias conclusiones. Fuera cuáles fueran, esperaba que no hiciera más preguntas al respecto porque ella no sabía mentir y el secreto del duque no era algo que tuviera derecho a divulgar.

—Supongo que el destino vio divertido juntar a dos personas con una mala noche —comentó él recostándose a su lado en el arbusto.

El silencio los envolvió. Violet ya se había recuperado lo suficiente para salir de ahí, pero no se movió. La incomodidad por saber que su identidad nunca fue un secreto fue temporal, en cuánto él se acercó, se disipó para dejar paso a esa intimidad que los venía acompañando desde que se encontraron en el jardín. En ese momento, los rodeaba con más intensidad, con más confianza porque ya no había secretos que se interpusiesen. Los abrazaba y los instaba disfrutar de su compañía.

Aroma a VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora